La estrategia del presidente electo estadounidense, Donald Trump, estaba clara desde el momento en el que ganó las elecciones el pasado noviembre. El magnate nunca ha ocultado su afán por el proteccionismo económico y que una de sus medidas estrella sería la de incrementar los aranceles a productos extranjeros. En este sentido, el futuro inquilino de la Casa Blanca ha amenazado con utilizar esta política como método de presión a algunos de sus principales socios -México, Canadá y la UE- y para cerrar a China las vías de expansión de su influencia, lo que podría abocar al mundo a una guerra comercial sin precedentes.
Antes de llegar al poder el 20 de enero, Trump ha avisado a estos actores de que si quieren llevarse bien con su nueva Administración y no ser represaliados con impuestos deben abrir el mercado a los productos estadounidenses, detener los flujos de inmigración irregular y frenar la llegada de opiáceos como el fentanilo, que ha causado estragos en la población de EEUU.
25 por ciento a sus vecinos
Las advertencias del líder republicano no son nuevas, ya que en su primer mandato amenazó con gravámenes a ciertos productos procedentes de México y Canadá para alcanzar acuerdos en algunos rubros comerciales y demandar el fin de la «inmigración ilegal».
En 2025 podría avanzar por los mismos derroteros, ya que pretende imponer el primer día aranceles del 25 por ciento contra sus vecinos si no se pone fin a la política «ridícula de fronteras abiertas».
Si esa advertencia se llevara a cabo, supondría la muerte en la práctica del Tratado de Comercio, y a buen seguro llevaría a los consumidores estadounidenses a pagar más en alimentación, automoción, ropa o combustibles. Una apuesta arriesgada para Trump, el adalid contra la inflación, de la que responsabiliza al aún presidente, Joe Biden.
Antes de las vacaciones de Navidad, Trump repitió sus quejas contras sus vecinos norteamericanos por el déficit comercial y la inmigración. «He hablado con la presidenta de México; he hablado con Justin Trudeau de Canadá, y les he dicho que no es justo, que no está bien. No podemos dejar que esta gente (migrantes) venga a nuestro país y lo entienden. Están avisados y lo van a detener. Los estamos subsidiando», aseguró.
Otro de los actores implicados en esta posible guerra arancelaria es la Unión Europea, que se ha propuesto tender puentes con Trump en comercio e inversiones pese a sus amenazas de introducir gravámenes adicionales de entre el 10 y el 20 por ciento a importaciones comunitarias.
Los ministros de Comercio de la UE no se han mostrado partidarios de reabrir antiguas disputas comerciales y confían en evitar nuevos cismas con el dirigente republicano, enfocado primero en poner fin a la guerra en Ucrania.
Por lo que respecta a China, los Veintisiete mantienen importantes disputas comerciales abiertas con Pekín, entre las más destacables la imposición de aranceles adicionales a las importaciones de vehículos eléctricos de ese país.
Pekín, el gran rival
Tanto la UE como Estados Unidos coinciden en la necesidad de poner freno a la penetración de ciertos productos chinos estratégicos en sus economías, unos límites que se iniciaron en la primera Administración de Trump, que ha mantenido Biden y que podrían extenderse con el regreso del republicano.
No obstante, el magnate no ha sido muy específico sobre su estrategia frente a la expansión de Pekín e incluso ha tendido la mano al presidente chino, Xi Jinping, al que ha invitado a su investidura.
Trump ha amenazado con aranceles del 60 por ciento a la gran economía asiática, aunque también ha prometido añadir un 10 adicional a todos los gravámenes con China.
Es esperable que se mantenga totalmente cerrado a los vehículos eléctricos, semiconductores o tecnología de consumo del país asiático.
En su rueda de prensa prenavideña, el presidente electo aseguró que su política comercial hacia China se basará en la «reciprocidad» y en un «trato justo». «Si lo piensan, si nos llevamos bien, EEUU y China pueden resolver todos los problemas del mundo», añadió.