Froilán de Lózar

La madeja

Froilán de Lózar


En Alba con Valentín

31/01/2025

Mientras elabora un cigarrillo con el tabaco de liar, y después de recordar nuestros años primeras de Bachiller, cuando los padres te despedían con lágrimas y tú derramabas las tuyas sobre el hombro de algún compañero comprensivo, Valentín Presa acepta -no sin ciertos reparos- entrar a formar parte de esta sección, fiado siempre de mis buenas intenciones. Unos meses atrás se había visto desbordado por el caso de la escolarización de su hijo Pablo. En algunas instancias trataron de arreglarlo ofreciendo dinero, pero Valentín dijo que no, que él únicamente quería una escuela para su hijo Pablo. Un comentario en el programa de Iñaki Gabilondo desborda el asunto puesto sobre la mesa y comienzan a lloverle cartas y paquetes, cuando Valentín lo único que pedía era una escuela. Le pregunto por su época en la Universidad. «Me tocó una época de muchos cambios, pero conservo también buenos recuerdos. Quizá, una de las situaciones que viví con mayor intensidad fue las manifestaciones antinucleares. Recuerdo que una saga de estudiantes palentinos llevaba como lema una teta y un pene de cerámica y gritaban: «polla y tela sí; nucleares, no». Al final, siempre había palos». «Un día recapacité y me di cuenta de que mi medio de vida podía ser la montaña. Después de la mili, que hice en Sevilla, me vine a Cascón de la Nava, donde se estableció mi familia, y allí fui aprendiendo cosas. Pero aquél no era mi sitio. Un día llegué hasta Alba de los Cardaños, y un poco a lo loco, a lo mejor por la edad, me lancé a la aventura consciente de que mi futuro era éste. -Usted ha dicho, a raíz del problema de la escolarización que le surgió con su hijo Pablo, que aquí estamos dejados de la mano de Dios. ¿Esto es un infierno? «No, tampoco es eso. Somos muy pocos. Somos pocos votos. Fuera del bar protestamos poco. Oficialmente no existe un colectivo que nos apoye en serio y al mismo tiempo falta conciencia de que existan esas carencias que realmente existen. Primero te quitan el maestro, después la escuela, luego se marcha el cura y el médico, que dice que viene siempre y cuando los aboneros se erradiquen del pueblo». A la gente que tenga idea de venir se lo ponen muy difícil. Lo afirma una familia que decidió vivir en ella y que fueron experimentando en sus carnes todas esas carencias de las que hablaba Valentín hace 30 años.