Apoteosis de José Tomás en Nimes. El maestro de Galapagar realizó ayer un faena de lujo en la plaza francesa. Además, no solo cortó 11 orejas y un rabo, sino que indultó un toro. Todo un éxito que le convierte, una vez más, en el torero de la fiesta nacional por excelencia. La locura se desató en el coliseo romano, fechado en el siglo I d.C, que estaba rebosante de gentío y expectación. Además, con aficionados de lujo, como el Nobel Mario Vargas Llosa, el cantante Joaquín Sabina y el seleccionador español, Vicente del Bosque.
Más de 16.000 personas abarrotan el graderío, donde se respiró el más absoluto respeto por parte del público galo. Por el contrario, en los exteriores, el bullicio estaba presente de la mano de los últimos rezagados que intentaban conseguir una entrada, agotadas desde hacía meses, en la reventa, que se disparó hasta superar con creces los 1.000 euros. Hasta hubo algún detenido.
Dentro del coso, la acústica fue inmejorable. Tanto que desde los asientos más alejados se pudo escuchar cada sonido de la arena, las órdenes, incluso la trancada del astado. Solo el grito de algún español rompió el silencio sepulcral que envolvió la faena hasta el final, cuando el público dictó sentencia con sus aplausos.
Y es que de seis estocadas, seis rubricó a la perfección, algo que entusiasmó a todos. Cortó ya las dos orejas del primer astado, de Victoriano del Río, en una gran faena. Otras cuatro sumó en el segundo y tercero. Seguidamente, salió el cuarto, con el hierro de Parladé, muy noble. El madrileño lo entendió a la perfección y la gente pidió el indulto. Así, perdonó la vida al animal, al que toreó con emoción al natural y fue recompensado con dos orejas y rabo simbólicos.
Siguió el recital con un quinto de Garcigrande, castaño, justo de fondo, con el que distrajo al público ofreciendo un quite por chicuelinas y un galleo con el capote a la espalda. Llegaba un final apoteósico, pero el presidente se resistía a la segunda oreja. Finalmente, cayó el doble premio mientras continuaba el respeto al público y al toro. Y es que muchos de los asistentes aseguraron que lo que estaban viendo «no era normal».
Más complicado fue el sexto y último de la tarde, también de Victoriano del Río, con el que anduvo muy valiente y se metió entre los pitones, algo que es norma habitual en él. Nueva estocada, aunque tardó más en caer el astado. Oreja para el matador de matadores.
Entre aplausos, vítores y el olor de multitudes se marchó José Tomás por la Puerta de los Cónsules mientras la gente salía sonriente y asombrada del anfiteatro. Una mañana inolvidable en el cierre del quinto festejo de la Feria de la Vendimia en tierras galas.