Reinoso de Cerrato celebra sus fiestas patronales y tan solo 14 kilómetros separan al pueblo de la capital palentina. Allí, se trasladó el cantante Carmelo Ruiz. Su cronista, Martín Rodríguez Rojo, narra el siguiente texto en su honor.
«Canta porque le sale del alma, nos dice en una entrevista improvisada que tengo el honor de hacerle al cobijo de la casa de nuestra querida y sevillana Aguasanta».
Su objetivo consiste en recorrer los diferentes municipios y, de esa manera, conocer al mundo rural, llegando directamente a ellos, a la gente de los pueblos principalmente pequeños. También para ser contratado y ganarse la vida.
A Reinoso ha ido en dos ocasiones. «El 15 de agosto, día de la Virgen de la Asunción, nos ha regalado entre otras muchas canciones que le ocuparon cerca de dos horas, Esos celos de Vicente Fernández, el bolero Historia de un amor, Extraño, Procuro olvidarte de Nino Bravo, alguna de Camilo Sexto y otras canciones que siguen sonando en nuestro recuerdo». Quiere recuperar las canciones del pasado, las de los años 70, la canción mexicana, los boleros y rancheras.
Canta en bodas, en las fiestas del patrón correspondiente y también en el templo, acompañado de un equipo musical. El enfoque de las canciones religiosas está relacionado con el santo o virgen que dé nombre a la parroquia. La voz a capela suena siempre mejor en un templo que en otros espacios abiertos, le explica a Martín Rodríguez.
«La sonora y potentísima voz de Carmelo se deja oír no solo por la provincia de Palencia, sino también por la de Burgos, León, Cantabria y otros lugares del país. El aire húmedo de la Montaña Palentina es más favorable a la garganta que el del terreno seco. A pesar de ello, el Cerrato no ha dejado ni dejará de ser visitado por este popular cantante ya que su madre era de Torquemada», apunta.
Las impresiones que le causan su visita a los pueblos se centran en la dicha y el placer de contactar con los más pequeños, con los más humildes y vulnerables. «Recuerda la maravillosa vivencia que tuvo en un determinado pueblo cuando un hombre con Alzheimer se vino arriba al cantar con él una canción».
«Son las 22 horas del penúltimo día de la fiesta reinosera. Carmelo recoge los bártulos, ayudado por su compañera y al cantante cien veces aplaudido le sigue la discomovida. La plaza se convierte en salón de baile. El reloj de la villa observa desde su mudez el movimiento de la chiquillada y el amarre de las parejas», sostiene Martín Rodríguez.
«Terminaron los juegos de la rana, de los bolos y los premios conseguidos por cerca de una quincena de infantes, entusiasmados con los juegos de los pucheros, de las sillas, de las carreras con bicis, patines y con motos, entre otros entretenimientos. Organizó la movida lúdica la Asociación Amigos de Reinoso. Finalizaron las misas solemnes durante alguna de las cuales, cantó el nutrido y potente Coro de nuestro vecino pueblo de Villaviudas. Adiós a otra cantante, Sarabel; al teatro de Ana Rueda, Capitana Barlovento; a la salchichada y a la chocolatada. ¿El cierre? – El de la misma vida. Todo lo que empieza, acaba. Muchos de nuestros familiares que gozaron de estas fiestas en su día, hoy no estuvieron. Pero se merecen nuestro recuerdo sincero. Rogamos por ellos, el día 16, en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, haciendo juego con la fiesta», apunta.