El riesgo de deflación sobrevuela China

EFE
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La baja inflación que atraviesa la segunda mayor economía mundial enciende las alarmas ante una caída de precios que puede dañar el crecimiento tanto a nivel nacional como internacional

El país asiático marcó a principios de 2024 el mayor descenso del IPC de los últimos 14 años - Foto: EFE

Con la caída de los precios, el poder adquisitivo aumenta, lo que debería ser una buena noticia. Y puede que sea así para los consumidores, pero no para la economía, ya que la reducción del gasto y la inversión, se traduce en un menor crecimiento para el país y en menores beneficios para las empresas.

Esta situación es la que atraviesa China que, con el mayor descenso del IPC en 14 años que marcó a principios de 2024, está haciendo saltar las alarmas sobre el riesgo de una posible espiral deflacionaria. Cuanto más caen los precios, mayor es el peso real de la deuda y esto, en una economía muy endeudada como la China, es peligroso.

Pero por qué el país asiático se encuentra en esta encrucijada. Estas son unas claves que ayudarán a entenderlo. 

¿Qué está ocurriendo?

Según el FMI, para considerar que una economía se halla en situación de deflación, los precios deben caer durante dos semestres seguidos. El índice de precios al consumidor (IPC) chino no cumple con esta definición, aunque entre junio de 2023 y febrero de este año solo subieron en un mes. Desde entonces, el indicador se sitúa en terreno positivo aunque promediando únicamente un avance del 0,39 % interanual.

No obstante, el índice de precios a la producción (IPP), que mide los precios industriales, sí cumple, y además holgadamente, con esa premisa: en octubre de 2022 entró en terreno negativo tras registrar sus marcas más altas desde 1995, y lleva ya 23 meses consecutivos experimentando bajadas.

Los motivos

Demanda, consumo y confianza: la economía china no se ha recuperado como se esperaba tras el cero covid, y la confianza de los consumidores roza su mínimo histórico, con las tasas de crecimiento de las ventas minoristas muy por debajo de la tendencia anterior a la pandemia. Además, una prolongada crisis inmobiliaria ha supuesto un duro golpe para las familias chinas, que tenían en la vivienda una de sus principales vías de inversión.

En el caso de los precios industriales, la consultora británica Capital Economics apunta a una situación de exceso de capacidad que no tiene visos de mejorar, y, aunque prevé que un mayor gasto fiscal impulse la demanda a corto plazo, considera que la insistencia de Pekín en ofrecer apoyo por el lado de la oferta no hará desaparecer las presiones deflacionistas.

¿Cómo afecta?

Si bien la deflación puede parecer positiva por traducirse en una bajada de precios, se trata de un fenómeno dañino para una economía al generar una reducción del gasto y la inversión y un menor beneficio para las empresas. Además, dificulta a ciudadanos y compañías hacer frente a sus deudas.

Las medidas

Por el momento, Pekín ha querido evitar una flexibilización monetaria de calado, en parte para evitar las altas tasas de inflación que han lastrado recientemente a las economías occidentales y también para no añadir más presión al debilitado tipo de cambio del yuan. No obstante, en un pleno económico celebrado en julio, el Partido Comunista mostró un tono algo más proclive al apoyo fiscal y monetario, lo cual se sumó a recortes de tipos de interés y ciertos subsidios. 

Efecto contagio

Las manufactureras chinas se están viendo obligadas a acelerar su búsqueda de mercados en el extranjero, donde las altas tasas de inflación ofrecen márgenes más jugosos, aunque esto se produce en un momento en el que Occidente apuesta cada vez más por el proteccionismo en el marco de las tensiones geopolíticas.

Y si China exportó inflación con los altos precios industriales en 2021, ahora la situación es la inversa: según algunos analistas, está contagiando deflación. 

Sin embargo, Alexander Valentin, de Oxford Economics, asegura que se está «exagerando» este fenómeno, y apunta más a las tensiones que pueden generar las bajadas de precios en sectores con apoyo estatal como los vehículos eléctricos o las tecnologías verdes.