Parece que las pandemias no abandonan la provincia. Mientras Palencia, como el resto del país (y prácticamente todo el mundo) sigue inmersa en la crisis sanitaria originada por el Covid-19, hace casi un año un importante número de palentinos se vio afectado por la enfermedad de la tularemia, un mal que, según todos los expertos, proviene de la proliferación de los topillos que, como sucedió en 2019, arrasaron además una buena parte de la cosecha de los sufridos agricultores. Desde el punto de vista sanitario, la epidemia de 2019, con 171 casos de los que 76 estuvieron plenamente confirmados, superó a la de 1997 (151) y a la de 2014 (88).
La noticia oficial sobre la aparición de la tularemia se conoció el 2 de julio cuando Diario Palentino informó de que un agricultor de Fuentes de Nava se había convertido en el primer caso declarado en la provincia, después de dar positivo en los análisis clínicos realizados. Lo confirmaron fuentes de la organización agraria Asaja, que no dudó en achacar la enfermedad a la multitud de topillos muertos que se agolpaban en acequias y sistemas de riego.
La tularemia es una enfermedad contagiosa por contacto y asociada habitualmente a la llegada de estos roedores, transmitiéndose a otras especies como liebres, conejos e incluso cangrejos. Es una enfermedad infecciosa potencialmente grave causada por la bacteria Francisella tularensis. Según los expertos, si no se trata convenientemente, dura entre tres y seis semanas y tiene síntomas como fiebre súbita, dolores de cabeza, diarrea, dolores musculares y en las articulaciones, debilidad progresiva e incluso las personas afectadas pueden llegar a desarrollar una neumonía.
Desde julio se fueron sucediendo hasta finales de año las informaciones sobre nuevos casos confirmados, Zonas Básicas de Salud (ZBS) afectadas y remedios propuestos tanto por el Gobierno regional como por las organizaciones agrarias para combatir no solo la enfermedad sino la proliferación de roedores, que prácticamente asolaban los campos de la provincia (Palencia fue, de largo, la más afectada de Castilla y León).
Según los datos aportados por la Delegación Territorial de la Junta en Palencia a este periódico, la mayoría de los casos se produjeron entre la semana 21 de 2019 (20-26 de mayo) y la semana 3 de 2020 (13-19 de enero), aunque oficialmente se tuvo conocimiento del brote en la semana 26 de 2019 (24-30 de junio), semana en la que se inició la investigación oficial por parte de los servicios sanitarios del Gobierno regional.
Según los datos aportados, todas las ZBS de Palencia registraron casos de tularemia. Los lugares de exposición a diferentes factores de riesgo se concentraron, mayoritariamente, en Paredes de Nava, Villarramiel, Palencia Rural, Villada, Frómista, Osorno y Carrión de los Condes, área conocida como Tierra de Campos.
Teniendo en cuenta el total de casos (171), de los que 76 fueron confirmados oficialmente y el resto se consideraron probables, un 77% de los afectados fueron hombres y un 33% mujeres, con una edad media de 50 años (rango: 6-92 años).
De forma más pormenorizada, las Zonas Básicas de Salud que más casos atendieron fueron Paredes de Nava (19%), Villarramiel (12%) y Palencia Rural (11%). Si se considera la exposición a diferentes factores de riesgo, las más implicadas fueron Paredes de Nava, Villarramiel, Palencia Rural, Villada y Frómista.
En cuanto a la profesión de los pacientes, las más frecuentes fueron en agricultores (29,8%), jubilados (15,7%), jardineros (12,3%), peones forestales (4,1%) y ganaderos (4,1%). De manera más detallada, en cuanto a los 76 casos confirmados, un 82,6% fueron hombres y un 17,4% mujeres, con una edad media de 54 años (rango 6- 80 años), y las ZBS que atendieron más fueron las de Paredes de Nava (21,3%), Villarramiel (13,3%), Palencia Rural, Osorno y Villada (8%), y Saldaña (6,6%).
Por lo demás, la Junta recuerda que la tularemia es una enfermedad de declaración obligatoria y siempre mantiene las recomendaciones para evitar su contagio, tales como no mantener contacto con animales muertos, enfermos o con comportamientos no naturales; evitar el consumo de aguas no controladas sanitariamente; utilizar ropas protectoras y productos repelentes para evitar picaduras de insectos o garrapatas; no permitir que los niños toquen las piezas de caza y utilizar guantes y mascarillas cuando se manipulen; consumir la carne de animales silvestres perfectamente cocinada; comunicar a los responsables de caza y/o sanidad animal la presencia de animales muertos, enfermos o con comportamientos no naturales; y, en caso de aparición de síntomas sospechosos de esta enfermedad, ponerse de inmediato en contacto con el médico.
No hay que olvidar que un equipo del Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible (iuFOR), liderado por investigadores de la Universidad de Valladolid (UVa), demostró hace unos años que el topillo campesino (Microtus arvalis) es capaz de amplificar la presencia de la bacteria Francisella tularensis, causante de una enfermedad infecciosa que afecta a animales y personas: la tularemia. El trabajo muestra una clara asociación temporal entre casos de tularemia y plagas de topillos. Según los datos científicos ya publicados, el número de personas afectadas por tularemia alcanzó máximos anuales durante las plagas de topillo en los años 1997 y 2007 (585 personas de la Comunidad en el año 1997 y 486 personas en 2007). En 2014, se repitió el patrón, con un número elevado de personas afectadas por tularemia y al mismo tiempo densidades muy elevadas del roedor.
En los brotes más amplios, fue precisamente Palencia la provincia con más casos registrados en la Comunidad de Castilla y León (151 en 1997 y 278 en 2007). Asimismo, en la epidemia de 2014 se llegaron a notificar 88 casos de tularemia en la comarca de Tierra de Campos (mayoritariamente, Villada, Villarramiel y Paredes de Nava).
Según los datos apuntados por los servicios médicos, las formas clínicas fueron: tifoidea (43,2%), úlceroglandular (25%), orofaríngea (11,4%), ganglionar (11,4%), neumónica (8%) e intestinal (1,1%). De hecho, 14 personas requirieron ingreso hospitalario.
TRANQUILIDAD EN 2020.Y, lo que son las cosas, si a finales de febrero tanto las organizaciones agrarias como la Junta de Castilla y León alertaban de una nueva oleada de topillos en los campos de la Comunidad, tal y como había ocurrido un año antes con serias consecuencias sanitarias y de producción agrícola, y teniendo en cuenta las similares características medioambientales que presentaron los dos últimos inviernos, ahora está prácticamente descartada una plaga de roedores puesto que literalmente han desaparecido como por arte de magia. Eso ha sembrado el desconcierto entre los expertos que no se atreven a dar un argumento claro: algunos lo achacan a las abundantes lluvias caídas en abril y lo que va de mayo y otros hablan de que la propia abundancia de roedores ha provocado una pandemia que se ha cebado en ellos, acabando con todas las colonias.
El propio consejero de Agricultura, Jesús Julio Carnero, manifestó el 2 de febrero que la Junta estaba en «alerta» ante la posibilidad de una nueva plaga de topillos, que es «endémica» en Castilla y León, dijo, en un invierno de temperaturas suaves que podían facilitar su expansión y defendió el trabajo que mantenían en coordinación con el resto de administraciones para mantener controlado a este roedor.
Bajo este prisma, las propias organizaciones profesionales agrarias llegaron a reclamar «más herramientas» para acabar con los reservorios, como la quema o la utilización de rodenticida, ante un invierno suave y el miedo a una explosión de población en esta primavera que generara de nuevo este año problemas en los cultivos y sanitarios con la tularemia. Sin embargo, finalmente, parece que la amenaza ha desaparecido y nadie sabe a ciencia cierta cómo ha sido posible.
Desde el punto de vista económico, la provincia de Palencia acumuló unas pérdidas de unos 18 millones de euros como consecuencia de la plaga que afectó a un 17 por ciento del total de la extensión regional, según los datos proporcionados en su momento por el presidente provincial de Asaja, Honorato Meneses. Por su parte, el responsable de COAG-Palencia, David Tejerina, afirmó que la presencia del topillo campesino, además de suponer una pandemia sanitaria, representó un problema para el sector agrícola y ganadero, «con unas pérdidas que oscilaron entre el 10 y el15 por ciento de la producción agrícola».