La semana pasada hablábamos de dos episodios de caza furtiva o con medios no permitidos (reclamo).
En todas las localidades era frecuente el furtivismo, que se practicaba por necesidad. En Dueñas un guarda jurado del coto de caza practicaba él mismo furtivismo, y a veces proporcionaba piezas a otros furtivos.
En Cabezón de Pisuerga había un furtivo muy célebre, JR. Además de cepos poseía seis escopetas, dos rifles y tres pistolas. La Guardia Civil no logró capturarle pues a pesar de ir cargado con las piezas cazadas, la escopeta, la manta, etc., corría hasta seis kilómetros sin que le alcanzaran.
En el monte de Villajimena existe una lápida que recuerda el lugar en el que apareció muerto un cazador, el 7 de diciembre de 1922. Imágenes de Piñel de arriba y Vertavillo. - Foto: DPTenía un reloj de bolsillo que hacía el tic-tac a un volumen tan alto que cuando llegaba al campo lo enterraba para que los conejos no le oyeran acercarse, y tras la jornada de caza lo recogía. Poseía una efectividad tremenda: en una cacería disponía de 47 cartuchos y mató 45 conejos.
También era pescador furtivo, pescando truchas por las noches.
Para noticia relacionada con la pesca, la que saltaba el 9 de septiembre de 1914 en Magaz de Pisuerga: un vecino era detenido por pescar utilizando dinamita.
En el monte de Villajimena existe una lápida que recuerda el lugar en el que apareció muerto un cazador, el 7 de diciembre de 1922. Imágenes de Piñel de arriba y Vertavillo. - Foto: DPEn Castrillo de Don Juan las perdices las cazaban a la carrera, con perro. Las perseguían hasta pillarlas, lo que resultaba más fácil cuando había nevado ya que las perdices ven peor cuando ha nevado.
Los pastores ponían lazos en las sendas frecuentadas por liebres, lo que provocó un incidente: uno de los lazos enganchó la pierna de un técnico que estaba revisando las parcelas con motivo de la PAC.
Un pastor poseía mucha habilidad para cazar liebres golpeándolas con un palo. Por ello otros le decían dónde había alguna, y tras cazarla le pedían media liebre por la información; normalmente negociaban y se lo daba, pero a cambio de cinco duros.
En Vertavillo el señor Francisco tenía fama de ser el mejor cazador del pueblo. Poseía una escopeta sin punto de mira y con el gatillo atado con una cuerda de la que había que tirar para disparar, y aún así era el que más piezas cazaba en el pueblo.
En el monte de Villajimena existe una lápida a modo de monolito que recuerda el lugar en el que apareció, el 7 de diciembre de 1922, el cadáver de Fortunato Cagigal, un cazador que cazaba conejos y liebres a lazo, sin armas, y por estricta necesidad, para comer, ya que su familia era de las más humildes del pueblo.
Todo apunta a que no murió en el lugar en el que apareció el cadáver sino en monte de al lado, denominado monte Calderón, de titularidad privada, cuyo guarda le vio allí cazando y se le fue la mano, trasladando el cuerpo al monte público de Villajimena. A los pies del cadáver se encontró al perrillo de caza que siempre llevaba con él.
En Piñel de Arriba la caza provocó una tragedia. Corrían los años 40 cuando tres miembros de una misma familia fallecieron por asfixia al entrar en una yesera que servía de guarida a los raposos. Vecinos de un pueblo limítrofe habían metido previamente humo en la yesera para provocar que los raposos salieran.
Jesús, un taxista de Baños de Cerrato, acudió a finales de la década de los 70 con varios amigos a cazar codornices a Cevico de la Torre. Se sentaron a almorzar junto a la tapia de un colmenar entre Cevico y Cubillas de Cerrato y vieron salir un jabalí de entre los romeros. Le dispararon y le metieron en el maletero del coche, un flamante Mercedes rojo. Cuando de regreso a Baños están subiendo el Murallón, empezaron a oír golpes en el maletero. El jabalí no estaba muerto, aunque lo parecía. Pararon el coche, abrieron el capó y dispararon de nuevo al jabalí para rematarlo. Entre los golpes del jabalí y los disparos en el maletero el coche quedó hecho un guiñapo. Jesús se lamentaba: «quien me mandaría a mí meter al jabalí en el coche».
Jesús solía ir a comer junto a otros taxistas al restaurante Sandoval, de Venta de Baños, y cuando había jabalí en el menú decía «no voy a volver a comer aquí, que cada vez que vengo me acuerdo de mi Mercedes».