La mujer, la miel y el gato, del Cerrato

Fernando Pastor
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La apicultura tiene una gran importancia en la comarca, como refleja la toponimia

La mujer, la miel y el gato, del Cerrato


La mujer, la miel y el gato, del Cerrato. Así reza un conocido refrán de esta comarca. Lo de la mujer no pasa de ser un piropo bienintencionado, ya que las personas en general no somos ni mejores ni peores en función del origen. Lo del gato es claramente para la rima. Por tanto, la fundamentación del refrán recae sobre la miel. 


En esta comarca la apicultura tiene una gran importancia, como refleja la toponimia, con pagos y calles denominadas colmenar, o referidos al oficio de cerero.


Posee además características propias, tanto en la calidad de los productos como en la arquitectura. 

La mujer, la miel y el gato, del CerratoLa mujer, la miel y el gato, del Cerrato


La calidad la determina el terreno, la floración y el clima. Una tierra en la que proliferan arroyos y riachuelos. Una floración con presencia de flores aromáticas de la familia de las labiadas: tomillo, salvia, encinas, romero… que florecen en primavera junto a otras que florecen antes (almendros) y otras después (espliego…) aseguran materia prima de gran calidad durante muchos meses. Y un clima, con gran contraste de temperaturas entre el día y la noche y entre el verano y el invierno y poca humedad, lo que provoca una mayor concentración de néctar y un sabor muy intenso de la miel, diferente a la de otros lugares. Todo ello ha propiciado que la del Cerrato haya gozado de gran fama desde la antigüedad, haya sido acreedora de premios gastronómicos y haya sido citada como de las mejores del mundo, junto con la de alguna comarca italiana. 


Una miel de encina, recolectada en Valle de Cerrato por Carlos González, obtuvo un premio en la Feria Apícola Palentina justo antes de la pandemia. Este apicultor posee nueve colmenares en Cevico de la Torre (su pueblo), Valle, Tariego, Valoria la Buena y Hontoria de Cerrato. Como anécdota cuenta que un enjambre que iba volando se metió accidentalmente en una colmena suya que tenía poca vida, y la revitalizó. 


Los colmenares se instalaban en laderas. Se utilizaban restos de las vendimias (ramas de enebro o de vid laminadas y entrelazadas) colocados con yeso en horizontal, formando huecos en los que colocar las colmenas. Estas estaban adosadas a la pared de adobe de una caseta con tejado a un agua y muy bajo, con un pasillo lateral que daba acceso por dentro a dichos huecos y así poder manipularlos por dentro sobre todo para catar la miel. La oscuridad reinante en la caseta obligaba a veces a entrar con velas. 


La piquera (el agujero por donde entran y salen las abejas) estaba orientada al sur o al sureste, para aprovechar así el primer sol de la mañana y que la colmena se calentara rápido, y para protegerlas de los vientos del norte.


ROMERO Y ALMENDROS.

Las casetas tenían un cercado de piedra alrededor, dentro del cual se sembraban romeros y almendros, que eran los primeros en florecer, a la salida del invierno, para asegurar la comida a las abejas y que arranquen bien tras la hibernación, época en la que las colmenas se tapaban con barro y se cubrían con trapos, sacos o mantas para preservarlas del frío y de los ratones.


Si la caseta estaba lejos del pueblo, solían tener una dependencia aneja para guardar las herramientas, o el ganado, e incluso a modo de hogar para el descanso.


Estas construcciones, típicas del Cerrato, fueron evolucionando y sustituidas por colmenas de cuadros móviles.


Hubo en Valoria la Buena un centro de interpretación de las abejas, llamado Montes de Valvení. En él contaban las curiosidades de la vida de las abejas, de la producción apícola, de los colmenares de la equipación necesaria, etc., mediante charlas, videos y cursos. Todo ello centrado en las peculiaridades del Cerrato.


PRODUCTOS DE LA COLMENA.

Las abejas generan 6 productos. Tres que fabrican a partir de la materia prima que recolectan: miel, a partir del néctar; polen, a partir del polen de las flores; y propolio, a partir de una sustancia resinosa que algunas plantas tienen para protegerse de brotes y que las abejas usan para desinfectar los panales y sellar las fisuras. Las otras tres las generan ellas mismas: jalea real para alimento de las larvas, veneno y cera. Además se obtienen derivados de los anteriores, como cacao, cremas o ungüentos.


Parte de la miel (hidratos de carbono) y del polen (proteínas) se deja para la propia alimentación de las abejas, y el resto se cosecha.


La obtención de la miel por parte de los apicultores se denomina cata. Suele haber dos recolecciones de miel, una en verano, de miel clara, y otra en otoño, de miel más oscura debido a que en esa época las abejas se alimentan de encinas y robles. A veces solo se da la recolección de otoño.


Para la cata, ahuyentan a las abejas con humo para que salgan momentáneamente por la piquera. Cortan los paneles con un cuchillo, los despegan de la pared con una espátula y los recogen con una pala. 


Para extraer la miel, la funden al sol o al fuego y así al derretirse cae a los cubos. Lo mezclan con agua, lo calientan y lo vierten en una duerna de madera con un agujero para decantarlo: la miel queda abajo y la cera arriba. Con la cera se hacen tortas que se enrollan para elaborar velas.


Tras la cosecha, antes de que comience el invierno, se alimenta a las abejas con un jarabe que las proporcione reservas durante su hibernación.


En primavera, según van saliendo del letargo, se les proporciona un alimento estimulante similar al néctar pero enriquecido. De esa forma, las abejas interpretan que ya hay néctar, y las obreras espabilan antes y la reina pone muchos más huevos para que la colmena se llene de abejas nuevas y al llegar la floración recolecten mucho más.


La miel es un producto que no caduca ya que su composición (un 80 por ciento de azúcares y 20 por ciento de agua) impide que crezcan bacterias, lo que hace que sea curativa y cicatrizante.


 La procedente del Cerrato es vendida y muy apreciada por su calidad. Hasta hace unos años llegaba hasta Marruecos. Vidal Nieto la adquiría procedente de colmenas de Vertavillo y la llevaba a una tienda de Talavera de la Reina (Toledo), donde a su vez era adquirida por emigrantes marroquíes que la enviaban a su país. 


El propolio también se comercializa. Luis Miguel Santiago, apicultor de Alba de Cerrato, lo elabora tanto en bolas como en líquido (diluido en orujo), y lo va a hacer también como caramelos para los niños. Su aplicación es mitigar las afecciones de garganta y como cicatrizante.