Después de tres intensos días, concluyeron las XV Jornadas de Poesía Ciudad de Palencia. La clausura, acto previo a las entrega del Premio Ateneo, corrió a cargo de Julián Alonso y Clara Carusa, quien procedió a dar lectura a un poema de cada uno de los doce poetas invitados a la edición: Carlos Aganzo (Madrid, 1963), Julián Alonso (Palencia, 1955), Rosa Berbel (Sevilla, 1997), Clara Carusa (Madrid, 1991), María Isabel Cuena (Valladolid, 1998), Ernesto Delgado (Placetas, Cuba, 1996), Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931), Sergio García Zamora (Cuba, 1986), Violeta González Alegre (Valladolid, 1992), Abraham Gragera (Madrid, 1973), Constantino Molina (Pozo-Lorente, Albacete, 1985) e Ildefonso Rodríguez (León, 1953).
El poeta palentino Julián Alonso, alma mater junto a Marcelino García Velasco de las citas poéticas anteriores a esta que coge el relevo doce años después de la última convocatoria, celebrada en 2012, cerró la última sesión programada, que también abrió junto a María Isabel Cuena bajo la premisa Poemas en la memoria, con una proyección de poesía visual. Lo hizo con una selección, o más bien una pincelada, de su producción, desde «cosas sencillas, tipo letrista» a cuestiones de «poema objeto», unas obras que «tienen un fuerte componente social, emparentadas con las cosas que vienen sucediendo últimamente», léase la guerra, la inmigración... «Es llevar la poesía al terreno de la vida, de lo que está pasando», dijo.
Finalizada la decimoquinta edición de las Jornadas de Poesía Ciudad de Palencia -bajo la convocatoria de Enrique Gómez y Fernando Martín Aduriz y el asesoramiento de Antonio Gamoneda, Abraham Gragera y Carlos Aganzo-, es momento de un balance. Constantino Molina, uno de los poetas participante consideró que «es una maravilla que se hagan estas cosas». «Se habla de lo cuantitativo de los festivales, pero lo importante es el alma de lo que se hace», afirmó, para añadir a renglón seguido que «todo es muy importante para hacer una ciudad habitable, como las infraestructuras, pero si añadimos estas acciones lo es mucho más. Esta es digna de tener en cuenta, así que enhorabuena».
Abraham Gragera calificó las jornadas de «muy positivas», y es que ha visto a los asistentes «muy motivados, concentrados y llenos de curiosidad, haciendo preguntas muy interesantes», y a los poetas «muy accesibles, dispuestos a compartir, a entregar su obra y sus reflexiones». «Si de estas jornadas, tres personas que eran escépticas con respecto a la poesía, que tienen sus reparos porque es difícil, salen diciendo que han descubierto la poesía, que van a leer poesía porque he visto que merece la pena, es un gran logro», señaló. «Juraría que eso ha ocurrido ya; la poesía ha ganado algunos lectores nuevos. Eso es lo más importante», concluyó.
nivel. Fernando Martín Aduriz destacó de la edición que pone el punto y seguido a la decimosexta el «nivel epistémico de los poetas», así como que se mostraron encantados de estar en la ciudad. También valoró las actividades en torno a las jornadas para su incorporación a la ciudad, que calificó de «extraordinarias». En este sentido, citó el homenaje a un bar que se cierra, el Vivas, o el acto poético celebrado en Paredes de Nava.
«Antonio Gamoneda ha demostrado tener una lucidez extraordinaria», comentó Martín Aduriz, quien incidió en que en estas jornadas «hubo momentos esplendorosos» y en que el ritmo «fue rapidísimo, como corresponde a un estilo muy particular. Se pasaron las tres horas sin darnos cuenta».
«El contraste generacional lo han resuelto diciendo que hay una única poesía y que no importa la edad del poeta», manifestó, e hizo hincapié en que los patrocinadores «se han volcado».