Editorial

Aumenta el número de hogares unipersonales en la capital

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El número de hogares se ha incrementado en las dos últimas décadas de manera significativa, sobre todo hasta 2009 coincidiendo con el crecimiento de la población de la capital en detrimento de los pueblos

El número de hogares se ha incrementado en las dos últimas décadas de manera significativa, sobre todo hasta 2009 coincidiendo con el crecimiento de la población de la capital en detrimento de los pueblos, desde los que muchos migraban en busca de trabajo, dotaciones y servicios. Fue precisamente aquel año cuando la ciudad tocó su techo con 82.651 habitantes que, a partir de 2010, fue experimentando un descenso constante hasta quedarse en los 76.302 a comienzos de 2022. El pasado año hubo una levísima subida de 29, que ni siquiera llega a ser significativa. 

Pues bien, el crecimiento de hogares, entendidos estos como persona o personas que ocupan una vivienda y comparten alimentos y otros bienes con cargo a un mismo presupuesto, ha sido mucho más acusado en el caso de los unipersonales, es decir, aquellos en los que vive alguien solo. Así, de los 5.595 con esas características censados en 2001 se ha pasado a los 10.452 en 2021. Prácticamente se ha doblado. 

Y en un tercio (34,05%) de ellos, es una mujer con 65 o más años la que vive sola, mientras que en otro 26% es también una mujer la moradora, aunque menor de 65 años y en un 28% es un hombre menor de esa edad.

Así las cosas, casi seis de cada diez son mujeres y, a nivel global, son casi catorce de cada 100 habitantes de la capital los que viven solos. No se puede hablar de un fenómeno aislado ni exclusivo de Palencia, ya que obedece, como en otras ciudades, al envejecimiento de la población y a la mayor esperanza de vida de las mujeres y a la emigración de los hijos en busca de mejores oportunidades laborales, hijos que solo vuelven en ocasiones contadas, pero no para quedarse. 

Naturalmente, en este proceso también hay que incluir a quienes viven solos por elección propia, ya sea por rechazar hacerlo con una pareja o por el fracaso de la relación, pero la mayoría, como se ha visto por los datos porcentuales, la conforman las personas mayores, y entre estas las mujeres en mayor medida, que sufren una soledad sobrevenida, por viudedad, por abandono, por marcha de los hijos o por una soltería derivada de las circunstancias -cuidado de los padres o de otras personas dependientes de la familia que les impidió hacer vida social, por ejemplo-, que no de la voluntad. Y es en esos hogares unipersonales donde las instituciones deberían poner toda su atención, en el sentido de cubrir necesidades básicas, como una correcta alimentación, que en los ancianos suele resultar complicado, la ingesta adecuada de la medicación, si la hubiera, y las condiciones de confortabilidad de ese hogar. Y, por supuesto, favorecer el envejecimiento activo y los ámbitos y programas de relaciones y de socialización. 

Porque, a veces, la voluntad y el deseo de estar solo acaba convirtiéndose en una condena.