Fernando Martín Aduriz

Dirección única

Fernando Martín Aduriz


Espíritus originales

13/02/2024

Hace tiempo que noto los efectos del gregarismo en los estados de ánimo de mucha gente. Se diría que no encuentran el camino de su propio hacer, y sufren tanto de la falta de originalidad, como del sentimiento de plagio. Basta comprobar los efectos de los argumentarios políticos, todos tan idénticos entre los de la misma cofradía. Aburren, pero además son enaltecidos en la operación identidad, y se burlan de lo que llaman entre ellos «versos libres». Es decir, abominan de los que van a su bola y dicen lo que consideran justo. Pero son precisamente los que traen aire fresco a los colectivos. Hay un resumen perfecto de lo importante de no obstaculizar a los espíritus libres. Lo hizo la Nobel de Literatura en 2007, Doris Lessing. Dijo esto: «Por supuesto que sí hay espíritus originales, personas que siguen su línea y no son víctimas de la necesidad de decir o hacer lo que hacen todos los demás, pero son pocos, muy pocos. De ellos depende la salud y la vitalidad de todas nuestras instituciones». Este párrafo que encontramos en su libro Las cárceles elegidas presenta todos los ingredientes de lo que trato en esta columna, y espero que sirva al lector que se reconoce en esos ideales, hoy poco desplegados. Seguir su línea, pensar por fuera de la caja, entronca con lo que viene a continuación: no hacer o decir lo que hacen o dicen los otros. Esto es tanto como apartarse del common sense, e inventar, apostar por la innovación y la creatividad, aun pasando por las rutas del sin-sentido, y por el no ser comprendido por quienes creen que existe «lo normal», «lo natural», «el sentido común». Que espíritus libres así son muy pocos, lo sabemos todos. Muy pocos dan el paso sin desengancharse de la vida social o política o cultural o laboral. Porque desengancharse, desapuntarse, eso se llama de otra manera, es apostar por la marginalidad, la exclusión y el desterramiento, por el exilio interior, el peor de los exilios. Por cierto, la solución del narciso cotidiano. Y finalmente, saber que la salud y vitalidad de nuestras instituciones dependerá de espíritus así, obsesionados con transitar por vías no trilladas, es una proclama de la Nobel que convendría repensar. Porque si algo hace enfermar las instituciones es llenarlas de conformistas asentados en el principio de la repetición.