La revuelta de los cazadores

FERNANDO PASTOR
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Cerrato Insólito

LA REVUELTA DE LOS CAZADORES

Las exposiciones con paneles temáticos que en Soto de Cerrato organizan María del Mar Paredes Núñez, Pedro Ortega Núñez, Socorro Ortega Núñez y Nieves Cruz Toledo, junto a otros colaboradores del grupo Núñez Diez, dan a conocer hechos curiosos o sorprendentes. 

Uno de esos paneles daba cuenta de una noticia aparecida en El Día de Palencia de 18 de junio de 1917, según la cual el día anterior a las 7 de la mañana dos guardas jurados de la Asociación de Cazadores sorprendieron a dos vecinos de Soto de Cerrato cazando en las inmediaciones con reclamo de perdiz, por lo que procedieron a incautar las escopetas y la perdiz.

Horas más tarde, alrededor de las 11 de la mañana, cuando los guardas se encontraban en la posada de la localidad redactando la denuncia para entregarla al juez municipal, fueron asaltados con violencia por un grupo de vecinos, que les desarmaron y se llevaron las escopetas y la perdiz.

LA REVUELTA DE LOS CAZADORESLA REVUELTA DE LOS CAZADORESNi que decir tiene que esta noticia cayó como una bomba rompiendo la tradicional tranquilidad de la localidad. Ello motivó que un grupo de vecinos de Soto enviaran una Carta al Director de El Día de Palencia, manifestando que los hechos relatados no se correspondían con la realidad, por lo que exigían que «para restablecer la verdad y en defensa de nuestro buen nombre, y haciendo uso del derecho que nos concede la ley de policía de imprenta rectifique aquella versión en los términos siguientes: Los guardas jurados de la Sociedad Venatoria, sin necesidad que lo justificase, atravesaron diferentes y repetidas veces los sembrados del término municipal, ocasionando daños en los mismos, y como estos hechos tenían, naturalmente que molestar a los vecinos de Soto, se presentaron a formular la correspondiente protesta ante dichos guardas cuando estos llegaron al pueblo. No es cierto que adoptásemos actitudes de violencia y menos que nos apoderáramos de las armas, pues nos limitamos a quejarnos del perjuicio que aquellos hechos nos producían y a extrañarnos que precisamente los encargados de la vigilancia del campo fueran los que menos respeto tuvieran para la propiedad».

La polémica estaba servida, y el El Día de Palencia abundó en los hechos indicando que eran treinta los vecinos que abordaron a los guardas, apoderándose de las carabinas que tenían sobre la mesa y oyéndose voces de que iban a matarlos, así como que cuando se vieron libres del acoso vecinal un sargento, un cabo y un guarda, los tres de la Sociedad Venatoria, se trasladaron hasta Baltanás, sede del Juzgado de Instrucción, para interponer denuncia.

Este episodio revolucionó Soto, hasta el punto de que la defensa de los vecinos corrió a cargo del reputado abogado César Gusano, quien manifestó que aceptó el caso en defensa de la tranquilidad y el buen nombre de los vecinos de Soto, localidad que se había visto mezclada en un asunto que apasiona a todo el pueblo, confiando en que «la verdad se abra paso para que la justicia prevalezca y la paz moral les sea devuelta».

Muerte de un guarda jurado en el valle del Esgueva 

Los enfrentamientos entre cazadores y guardas jurados eran frecuentes en todas las localidades cerrateñas. En el valle del Esgueva tuvo consecuencias trágicas.

El guarda jurado de Esguevillas de Esgueva seguía la pista de un cazador furtivo de Villanueva de los Infantes. Hasta que un día logró pillarle. Cuando procedía a su detención y al decomiso del arma, el cazador le dio muerte de un disparo y dejó el cadáver abandonado en el monte. 

En su huida, el cazador pudo ver en la lejanía un pastor con su rebaño, por lo que al llegar al pueblo le pidió a un amigo que fuese al monte y se fijara cómo iba vestido el pastor.

Llegada la noche, la familia del guarda jurado alertó de que este no había regresado a casa. La Guardia Civil comenzó la búsqueda, no tardando en encontrar el cadáver. Al iniciar las pesquisas, el amigo del cazador declaró haber visto en el monte un pastor, describiendo la indumentaria que llevaba puesta, lo que dio credibilidad a su testimonio.

La Guardia Civil no tardó en detener al pastor, de nombre Pablo. Él negó cualquier relación con el crimen, pero en el cuartelillo recibió una buena paliza con intención de hacerle confesar. 

Finalmente hubo juicio, con el pastor como acusado. El juez tenía dudas razonables sobre la autoría de Pablo, por lo que hizo llevar al estrado una escopeta y le pidió a Pablo que la cogiera y la empuñara apuntando a alguien. El pastor no supo ni cómo se cogía una escopeta, por lo que el juez, convencido de su inocencia, lo absolvió.

Pablo falleció poco después. En el pueblo se afirma como consecuencia de las secuelas de la paliza recibida en el cuartelillo.

El verdadero asesino nunca pagó por su crimen.