Una villa donde tentar a la suerte

César Ceinos
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La arqueóloga Aurora de la Cruz publica 'Alea: el juego en La Olmeda', donde analiza la afición a las apuestas del pueblo romano y pone en valor el fragmento de la turrícula hallado en el yacimiento de Pedrosa de la Vega

Fragmento de la turrícula que se conserva en el museo de La Olmeda en Saldaña - Foto: Diputación de Palencia

A simple vista, no parece nada extraño que se atribuya la frase «alea iacta est» a Julio César, que literalmente viene a significar «la suerte está echada». En su caso, dicen que la pronunció antes de cruzar el ríoRubicón y emprender una aventura con la oposición del Senado. ¿Por qué razón no parece raro? Porque el pueblo romano era muy aficionado a las apuestas y, fruto de ello, palabras en castellano como aleatorio tienen su raíz en el vocablo latino alea, que servía, entre otras cosas, para nombrar al juego de dados. No se trata de un pasatiempo que inventaran en la antigua Roma (se han hallado dados de civilizaciones anteriores), aunque sí que lo extendió por los terrenos que fue conquistando con el paso de los años, al igual que hizo con muchas otras cuestiones por más que le pesara al Frente Popular de Judea de la célebre película de los Monty Python La vida de Brian.

En la VillaRomana de La Olmeda se conservan restos arqueológicos que confirman la pasión por este juego entre sus habitantes, pero todavía no se había abordado este asunto específicamente en alguna publicación. Ante esta situación, la arqueóloga Aurora de laCruz Pérez se lanzó a escribir Alea: el juego en La Olmeda (Diputación de Palencia, 2024), un pequeño libro divulgativo dedicado, por un lado, a recordar la historia de los dados y otros juegos de azar centrándose en el mundo romano y, por otro, a analizar las turrículas, una especie de cubilete del que se encontró un fragmento en el yacimiento de Pedrosa de laVega. Se trata de la placa de bronce con la inscripción «vinari letari» que se encuentra expuesta en el museo de La Olmeda de Saldaña y cuya frase podría completarse con  ludere ridere hoc est vivere (es decir cazar, estar alegre, jugar, reír, esto es vivir).

«Dos motivos me llevaron a escribir sobre este tema. Me di cuenta que solo habíamos encontrado una referencia en textos académicos extranjeros sobre esta pieza tan singular y pensé que era bueno darla a conocer. Además, quise difundir que a través de los objetos podemos comprender el mundo antiguo, en este caso, la época del tardoimperio romano», explica De la Cruz, que es licenciada en Historia especializada en Arqueología y que en la actualidad ejerce de técnico de Turismo en el centro de iniciativas turísticas (CIT) saldañés.

La investigadora explica que se trata de un objeto «excepcional» porque actualmente solo existen dos piezas similares más en el mundo. Una se encuentra en el museo de Bonn (Alemania) y la otra en la localidad portuguesa de Chaves. Con ella, se jugaba «de manera sofisticada», sostiene. 

Además, al menos en el caso palentino, se encontraron en la villa otros utensilios necesarios para tentar a la suerte, como los dados y las fichas de distinto material que también forman parte de la colección del museo. A partir de analizar estos materiales, la arqueóloga detalla que «jugaban igual que nosotros». «Podían tirar los dados con la mano, con un cubilete o con la turrícula, que tenía unos escalones en el interior. Lanzándolos a través de ella parecía que era más seguro que nadie pudiera hacer trampas», explica. En cambio, en La Olmeda no se ha encontrado todavía ningún tablero, «que eran portátiles o se grabaran en mesas o en pavimentos».

Por otro lado, comenta que existían otros pasatiempos  relacionados con el mundo de las apuestas y el juego «que eran similares a los nuestros». De hecho, la pasión de los romanos por las apuestas era transversal a toda la sociedad y se extendía a otros juegos y a eventos como las luchas de gladiadores.

VENTA. Alea: el juego en La Olmeda está a la venta en el yacimiento de Pedrosa, en el museo de Saldaña y en el servicio de publicaciones de la Diputación. Forma parte de la colección La Olmeda Minor y, pese a que no es muy extenso, incluye una amplía bibliografía. «El tono del libro es divulgativo, pero tiene que tener rigor científico. En esta cuestión, propongo la hipótesis de que las turrículas están datadas a partir del siglo IV después de Cristo (d.C). A ello nos lleva la cronología, el tipo de decoración y las referencias de los escritores clásicos», asegura.
Por último,De laCruz, que anteriormente escribió publicaciones como La iglesia prerrománica de Villella, El horno romano de Santoyo, El torreón de SanCebrián en Traspeña o Torres y casas-torre en la Montaña Palentina, aspira a que este libro anime a los palentinos a visitar la villa romana y el museo. «La primera es un yacimiento excepcional y en el segundo hay grandes piezas. Si en La Olmeda vimos dónde vivieron, en el museo observamos cómo vivieron», concluye.