Las pequeñas localidades se pasan la mitad del tiempo buscando alternativas que garanticen su desarrollo y frenen o reviertan la despoblación, de forma que gocen de un buen presente y un mejor futuro, y la otra mitad tratando de llevarlas a buen puerto. No siempre es fácil porque a menudo se enfrentan con escasez de fondos, trabas administrativas, desidia de los organismos públicos o falta de seguimiento y apoyo de los propios vecinos. En muchos casos, esas nuevas vías productivas se quedan en proyecto bienintencionado o solo alcanzan las fases iniciales. El Ayuntamiento de Monzón de Campos no quiere que suceda nada de eso, menos aún con un antecedente de tan penoso recuerdo como el desmantelamiento de la azucarera hace dos décadas, que enturbió el devenir económico del pueblo. Busca dar un segundo uso a los terrenos de la antigua molturadora, haciéndolos atractivos para la llegada y asentamiento de empresas. Para ello, los ha dotado de red de saneamiento, abastecimiento de agua y conexión eléctrica. Son cuarenta hectáreas listas para su uso industrial.
A la espera de los resultados en el ámbito empresarial, para los que no hay plazos ni fechas, el Consistorio lidera un proyecto harto interesante para el que cuenta con el apoyo de la Diputación y del Itagra y que no es otro que la recuperación del cultivo tradicional del nabo, que se había perdido, y su relanzamiento con una marca propia. Se partió de un campo de ensayo y ya se ha empezado a sembrar en el pueblo y, aunque de momento es minoritario, los promotores confían en afianzarlo y ampliarlo a toda la ribera del Carrión. El estudio de las variedades óptimas y las distintas pruebas llevadas a cabo avalan este cultivo tradicional como una vía de desarrollo en el futuro inmediato.
Por si fuera poco, la localidad terracampina tiene presencia turística a lo largo del año con iniciativas en las que los nabos tienen un protagonismo especial, caso del concurso del mejor ojo del condado, la batalla nabal o las jornadas gastronómicas dedicadas a esta hortaliza. Si en vez de tener que comprarlos fuera, los vecinos de Monzón dispusieran de una adecuada producción local, sería mejor tanto para organizar los eventos, como para incrementar el consumo y generar desarrollo económico. Los beneficiarios directos serían los cultivadores -ahora solo hay uno-, pero también los hosteleros y los promotores de las fiestas ya citadas. Y, por extensión, todo el pueblo.
Es importante que nuestro medio rural se mueva y pelee hasta el final por sacar adelante iniciativas positivas como estas y conviene hacer piña en el apoyo y la promoción. Por el bien general de la provincia.