Pocas horas de luz solar, tardes que se hacen interminables, bajas temperaturas, niebla, lluvia o nieve. Estos son algunos de los condicionantes que durante las semanas más crudas del invierno invitan a quedarse en casa, encender la chimenea y combatir el frío al calor de la lumbre. Sin embargo, este gesto tan bucólico como extendido en el medio rural puede convertirse en fatal si no se mantiene la instalación en óptimas condiciones, lo que puede derivar en humos letales o incendios que llegan a reducir a cenizas toda una vida en cuestión de minutos.
Así lo demuestran los ocho incendios acaecidos durante este invierno a causa de un mal mantenimiento de las chimeneas, según la información facilitada por el servicio de Protección Civil y Prevención y Extinción de Incendios de la Diputación. En concreto, se trata de viviendas ubicadas en Velilla del Río Carrión (5 y 23 de diciembre), Nestar (9 de diciembre), Sotobañado y Priorato (12 de diciembre), Nogales de Pisuerga (25/12), Polentinos (11 de enero), Collazos de Boedo (20/01) y Frechilla (21/01).
Para conseguir en lo posible que sucesos de este tipo sean la excepción y no la norma, una revisión anual del tiro de la chimenea resulta «fundamental», según indica el jefe del servicio, Eduardo Polo. Esta exploración y puesta a punto evita que los conductos se obstruyan con el hollín, que puede derivar en un incendio que acaba extendiéndose por toda la vivienda -generalmente las estructuras son de madera, lo que facilita su rápida propagación- y también a las contiguas, pues muchas comparten medianeras y otros elementos estructurales.
Por eso, los profesionales hacen hincapié en el uso de aislantes a modo de «barrera» entre la chimenea, las vigas y la cubierta. Y es que antes del incendio existe siempre un recalentamiento, que no se visibiliza hasta que no aparece la llama. Esto es especialmente preocupante por la noche, cuando la gente duerme, pues hay riesgo de inhalar monóxido de carbono -que en el peor de los casos puede provocar la muerte- y que a la hora de percatarse de las llamas sea ya demasiado tarde.
«El mayor problema deriva en la gente que visita sus segundas residencias en el pueblo durante el fin de semana. Por lo general, estos desatienden sus chimeneas porque tienen poco uso y consideran que están limpias cuando realmente no es así», apunta Polo. «Una limpieza al año con personal especializado solucionaría el 99% de los problemas».
ENCENDIDO Y APAGADO
En materia de prevención de incendios, tan importante es el apagado como un correcto encendido. En este punto merecen una mención especial los inquilinos de casas rurales, generalmente urbanitas poco o nada acostumbrados a prender un fuego.
En el momento de encender, se ha de evitar a toda costa el uso de acelerantes, y optar por el tradicional sistema de leña menuda al principio y aumentar el tamaño a medida que las llamas cogen fuerza. A la hora de apagarlo, hay que cerciorarse meticulosamente de que no queda foco de calor alguno que se pueda reactivar con el viento, así como limpiar bien las cenizas resultantes.
El paso siguiente, la retirada de las escorias del carbón y las cenizas de la leña tampoco está exento de riesgos. Y es que, según indican los bomberos profesionales de la Diputación, si se hace de forma incorrecta puede derivar en el incendio del contenedor porque no se ha esperado lo suficiente a que se enfríen. Un problema que muchas veces no queda ahí, pues las llamas pueden extenderse a los vehículos estacionados junto a ellos y a las viviendas más próximas.
Un gran aliado en materia de prevención contra los incendios en viviendas y muertes por inhalación de gases son los detectores de humo, que alertan antes de que sea demasiado tarde de una combustión deficitaria y avisan ante grandes concentraciones de monóxido.
Estos aparatos se pueden encontrar en el mercado desde 30 o 40 euros. Una pequeña inversión que funciona con pilas y de muy fácil instalación apta para casi todos los bolsillos «que puede salvar vidas», concluye Polo.