Sánchez, un presidente en el alambre

Pilar Cernuda
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La capacidad de resistencia del líder socialista se pondrá de nuevo a prueba este año ante el cerco judicial que acecha a su entorno. El gran interrogante es: ¿Volverá a tomar las uvas en Moncloa?

El jefe del Ejecutivo tiene a su partido, a su mujer y a su hermano en el punto de mira de los tribunales - Foto: Emilio Naranjo (EFE)

Es el interrogante que se hace todo el mundo, sanchistas y no sanchistas, izquierda, derecha, nacionalistas y centro: ¿Aguantará Pedro Sánchez hasta final de año? 

Nadie duda de su capacidad de resistencia ni del fanatismo de sus seguidores, que han aprendido del presidente que en su forma de hacer política no cabe priorizar lo prometido, seguir las pautas de comportamiento que caracterizan a las democracias, y dar explicaciones sobre objetivos no alcanzados.

El sanchismo se mantiene gracias a la osadía de Sánchez. Sin embargo, es posible que en el 2025 esta no sirva de nada ante el cerco judicial que afecta a colaboradores, familiares y miembros del equipo de Gobierno del presidente. 

Este año, con seguridad, los sanchistas seguirán acusando a jueces y periodistas de un acoso intolerable al jefe del Ejecutivo, movidos por oscuros intereses. No es cierto. Son innumerables las personas que investigan los casos de presunta corrupción que se producen en un buen porcentaje de países, sea cual sea la ideología de sus dirigentes. 

El futuro de España lo escribirán jueces, fiscales y periodistas, pero sobre todo lo escribirán los propios políticos. Los corruptos tienen cada vez menos escapatoria, y si en otros tiempos pesos pesados han pisado prisiones, ahora podría ocurrir lo mismo. En este inicio de año, personajes ilustres, entre ellos la mujer y el hermano de Sánchez, y destacados miembros de su círculo político, tendrán que comparecer ante los tribunales. Puede llegar un momento en el que aparezcan pruebas contundentes que obliguen a Sánchez a dimitir o a disolver las Cortes y convocar elecciones. 

Por eso no es disparatado especular con que, a pesar de que los sanchistas reiteran que su líder llegará a final del año como presidente, sería arriesgado apostar fuerte porque las próximas uvas las tomará en Moncloa.

Los errores del PP

En la oposición, se ha dibujado un gran interrogante virtual sobre la cabeza de Feijóo. Su discurso es impecable y hace daño al Gobierno, atina en sus reflexiones y pega duro en sus acusaciones. Pero su equipo no está a la altura, no hay nadie entre los que le rodean que sepa de estrategia política y mucho menos de planes electorales, y ha tomado decisiones últimas muy controvertidas, como aliarse con PNV y Junts para echar abajo determinadas iniciativas legislativas del Ejecutivo. 

El dirigente popular ha bajado puntos en el nivel de aceptación de sus seguidores. Sus explicaciones sobre los acuerdos con Junts no convencen porque se parecen mucho a las falsas promesas sobre los partidos con los que nunca pactaría. El 2025 será un año clave para el PP y para Feijóo: debe asumir que el desencanto que hoy invade a un porcentaje alto de votantes de su partido se debe a que no ha cumplido sus compromisos ideológicos, además de que los votantes quieren propuestas y no descalificaciones e insultos al Gobierno. 

Esos errores del PP los está capitalizando Vox y es previsible que siga creciendo en 2025. Abascal juega con una baza: países europeos de incuestionable talante democrático han votado mayoritariamente a partidos de extrema derecha, y no se ha hundido el mundo. De hecho, Meloni tiene hoy más predicamento que cuando fue elegida primera ministra italiana. Y en Francia Le Pen marca el paso a Macron y también a la izquierda. 

Todo eso influye en la política española para preocupación del PP, que tiene por delante un año en el que Abascal aprovechará cualquier oportunidad para marcar más distancias con los populares tras la ruptura que se produjo hace meses y que Feijóo intentó capitalizar.

Más allá de las políticas del Ejecutivo, hay asuntos sociales muy preocupantes que tendrán que desarrollarse de alguna manera en 2025. Por ejemplo, la inmigración.

Se refugia el Gobierno español en que está obligado a cumplir las normas de Bruselas, pero no es cierto: otros países de la UE han dado prioridad a la situación de su sociedad para actuar en consecuencias. En España, Sánchez ha sido incapaz de proponer soluciones al problema de Canarias, con llegada masiva de inmigrantes. No hay región solidaria para acoger a unos miles de esos inmigrantes porque Sánchez aborda ese problema sin perder de vista sus conveniencias. 

Pretende imponer a autonomías del PP que acojan a contingentes muy altos de inmigrantes y aceptar las respuestas negativas de los partidos nacionalistas o socialistas con mando regional o municipal. La inmigración va a ser uno de los asuntos más serios que tendrá continuidad este año, y no parece que el gobierno actual tenga un proyecto claro para abordarlo ni solucionarlo.

Caso parecido al de la vivienda, con promesas de construcción de nuevos inmuebles y tomar medidas que permitan el acceso a la compra y el alquiler. Al final del 2025 se comprobará esta sinceridad.

Sánchez quiere convertir el 2025 en el año de Franco. Un año con un centenar de supuestos homenajes a la libertad recobrada tras la muerte del dictador y con un objetivo claro: identificar a la derecha con el franquismo… y sus vicios. El jefe del Ejecutivo considera la Transición como un período irrelevante porque no la protagonizó él. Esta maniobra de «resucitar» el franquismo busca presentar a la España de hoy como un hito de libertades y cambios sociales, borrando así todo lo que supuso la Transición, anulando el papel de todos los dirigentes y las instituciones.

Empezando por la Corona, la institución que más preocupa a Pedro Sánchez porque incluso desde la soberbia que le impide ver sus defectos, es consciente del prestigio de la misma, representada hoy de forma impecable por el rey Felipe VI. Probablemente se repetirán en el 2025, porque forman parte del ADN de Sánchez, los celos viscerales hacia un rey a quien una amplia mayoría de españoles considera referente de seguridad en el futuro y de patriotismo. Cuando la adversidad hace mella, millones de ojos miran hacia La Zarzuela.

El fenómeno Trump 

En el 2025, Sánchez pretende renovar el PSOE y ponerlo a punto para las próximas elecciones. Por otra parte, tras el perfil bajo en el plano internacional que ha mantenido en 2024, intentará recuperar terreno.

En Bruselas hay voces que confiesan su hartazgo porque Sánchez pretende tener criterio. Y habrá que ver si ahora seguirá apoyando a los palestinos y demonizando a Israel y se mantendrá menos firme en su apoyo a Ucrania que el resto de miembros de la OTAN.

La política interna española, como todas, se verá convulsionada por la era que se inicia el 20 de enero, cuando Donald Trump tome posesión de la Presidencia de EEUU. Un presidente que, haciendo honor a su lema, impondrá los intereses de Estados Unidos sobre cualquier otra cuestión, convertirá en adversario a quienes apoyen a personajes a los que detesta, considerará enemigos a quienes no apoyen sin fisuras a Israel, defenderá que Zelenski está obligada a negociar con Putin una solución territorial para Ucrania y será implacable con los dirigentes internacionales que cuestionen sus decisiones. 

¿Afectará a Sánchez? Quizás no, pero sí a Feijóo, porque es probable que Abascal se sienta fortalecido en su posición de extrema derecha con un líder en la Casa Blanca que querrá imponer criterios de la ultraderecha aunque sean antidemocráticas. Es a Feijóo a quien le perjudica Trump, y el popular tendrá que vérselas con un Sánchez muy debilitado que encontrará una fórmula de ataque al jefe de la oposición identificándole con la derecha más ultra. Que ahora, desde Washington, promoverá disparates como su empeño en que EEUU compre Groenlandia y el Canal de Panamá.