El 8 de diciembre de 1998 el fútbol español se detuvo ante un episodio de violencia que, hoy, todavía se conmemora. Veinticinco años después, el recuerdo de Aitor Zabaleta sigue presente en los aficionados de la Real Sociedad, que mantienen viva su memoria tras aquel trágico suceso que, por desgracia, no sería el último de este tipo. Zabaleta falleció apuñalado en las inmediaciones del ya extinto Estadio Vicente Calderón por un seguidor del grupo Bastión, vinculado al Frente Atlético.
El joven hincha del bloque vasco tenía 28 años cuando se unió, junto a su novia y un grupo de amigos, a la peña Izar de Andoain, que había organizado un viaje en autobús para acudir al duelo de octavos de final de la UEFA frente al Atlético de Madrid.
El grupo llegó con tiempo a la zona del recinto después de haber comido en la localidad madrileña de Alcobendas. De allí, se trasladaron a los aledaños del campo custodiados por la Policía porque el ambiente entre ambas aficiones ya estaba caldeado desde el enfrentamiento anterior y el choque había sido calificado de «alto riesgo».
Según relataron durante el juicio algunos de los acompañantes de la víctima, una vez en las inmediaciones del coliseo rojiblanco preguntaron dónde podían tomar algo antes del compromiso a un policía municipal, quien les recomendó que fueran a uno de los bares que estaban situados en el paseo de los Melancólicos.
La indicación les condujo al Bar Alegre, paradójico nombre para un local que servía de punto de reunión a los seguidores de Bastión 1903, una sección que surgió del grupo ultra Frente Atlético porque consideraba a este «muy blando».
Cuando los incondicionales de la Real se dieron cuenta de dónde se habían metido, salieron al exterior del local pero, según declararon los amigos de Aitor Zabaleta en el tribunal, fueron perseguidos y unos cuantos acorralaron al hincha donostiarra. Uno de ellos, Ricardo Guerra, de 25 años, le asestó una puñalada fatal en el pecho a la altura del corazón con una navaja de nueve centímetros que le acabó causando la muerte.
Guerra, que disfrutaba de un permiso penitenciario por una agresión previa cuando sucedieron los hechos, fue condenado en abril de 2000 a 17 años de prisión por la Audiencia Provincial de Madrid por el asesinato del aficionado realista.
Volvió a ser noticia en diciembre de 2018 cuando aprovechó el tercer grado del que disfrutaba para viajar a Brujas, donde fue detenido junto a una treintena de miembros de Suburbios Firm, una escisión de Frente Atlético, por realizar de forma repetida el saludo nazi en la localidad belga.
Homenajes a su memoria
La familia de Aitor Zabaleta siempre consideró que la sentencia del 2000 fue incompleta ya que argumentó que otros tres amigos del homicida implicados en la muerte fueron finalmente exculpados.
Tras el asesinato, en el Vicente Calderón se siguieron coreando durante años gritos e insultos como «Zabaleta, jódete», «Zabaleta de la ETA» y «Ricardo Guerra, libertad», cada vez que la Real Sociedad jugaba en el campo madrileño.
La muerte del hincha conmocionó el mundo del fútbol y a la sociedad guipuzcoana en especial, que le ha recordado desde entonces con actos de homenaje y manifestaciones en su memoria.
En julio de 2001 se instaló frente al estadio de Anoeta, ahora Reale Arena, una escultura que lo recuerda, donada por el artista de Tenerife Cristo Quintero y la Mesa Gestora, organizadora del Memorial Aitor Zabaleta de fútbol base que se celebra en esta isla canaria.
La pieza, confeccionada en bronce, es gemela de otra que había sido colocada junto al campo Heliodoro Rodríguez López, en Santa Cruz de Tenerife.
Tras la remodelación del recinto en 2018, el estadio cuenta con una grada de animación que lleva el nombre de Aitor Zabaleta en homenaje a su figura, que se ha convertido en un verdadero icono de la afición que acostumbra a corear su nombre en casi todos los partidos del conjunto 'txuri-urdín'.
La grada Aitor Zabaleta es «el corazón» del nuevo Anoeta, según señaló la entidad blanquiazul cuando anunció su creación.
Este año, los allegados del joven volverán a acudir a su tumba en Zegama, la pequeña localidad del Goierri de donde es originaria la familia, para recordar a este joven que ha quedado en la memoria como símbolo en contra de la violencia en los campos de fútbol.
En 2014, Francisco Romero, alias 'Jimmy' también murió ahogado en una reyerta entre ultras, en un encuentro entre el Atlético de Madrid y el Deportivo de la Coruña. Años más tarde, la sociedad espera que estos actos no se repitan.