Editorial

El incomprensible camino a ninguna parte que ha tomado Vox

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La decisión del presidente de Vox, Santiago Abascal, de dinamitar todo el poder autonómico que ganó en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023 al obtener más de millón y medio de votos y alzarse como pieza clave del tablero político en todo el país, carece de explicación o estrategia política plausible. 

Así, su inmolación en las cinco comunidades autónomas en las que gobernaba junto al PP (Castilla y León, Comunidad Valenciana, Murcia, Aragón y Extremadura) como respuesta al estrepitoso fracaso al intentar torcer el brazo a los populares para atraerles a su obcecación contra el reparto de 347 de los 6.000 inmigrantes menores de edad no acompañados ubicados en Canarias, Ceuta y Melilla, solo puede entenderse si se ve con perspectiva la deriva de las decisiones que se toman en la sede de la calle Bambú.

En enero de este año, el propio Santiago Abascal anunciaba la renovación de la dirección del partido que, en la práctica, supuso una declaración de victoria en la guerra por el poder que se labró en las entrañas de Vox entre la facción liberal y la más nacionalista y ultraconservadora. Ganó la segunda y en el camino se quedaron perfiles políticos del calado de Espinosa de los Monteros, Macarena Olona, Víctor Sánchez del Real, Rubén Manso o Juan Luis Steegmann.

Ese giro a la derecha puede hacer entender a su vez la decisión de Abascal y su equipo de tomar partido por el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, en la lucha existente en Europa por el liderazgo de la extrema derecha, cuando hasta las elecciones europeas se mantuvo fiel al grupo Conservadores y Reformistas Europeos encabezado por la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, más proclive a pactar con la derecha tradicional del Partido Popular Europeo. 

No hay hasta la fecha una explicación convincente por parte de Vox de por qué se ha inscrito en el grupo de Patriotas por Europa, pero quizá ese nuevo gusto en la sede de la calle Bambú por la cercanía al régimen de Vladimir Putin y el endurecimiento de las políticas migratorias y de asilo arroje una tenue luz sobre las causas de las decisiones de los últimos días. 

Sin embargo, aunque las migas de pan señalan el camino seguido por Vox estos últimos meses, nadie ve el beneficio de la decisión de Santiago Abascal de renunciar a todo el poder político que ostentaba. Ni siquiera por muchas que sean las ardillas que se atisban en la vereda comandadas por Alvise Pérez desde las pasadas elecciones europeas. 

Sin razones ni motivos de calado, es normal que haya voces dentro de la formación que duden ya de si el problema es el barco o su capitán.