Te deja confuso La opción benedictina de Dreher porque no es defensivo su argumento; aunque es brutalmente exigente. No es fácil determinar si tiene razón o no al apelar a un nivel de compromiso vital que mucha gente no tiene, incluso es dudoso que fuese sano poseerlo.
El libro de Agustín Laje La batalla cultural intenta hacerse las preguntas correctas para humildemente aportar posibles soluciones, aunque moralmente sea menos ambicioso que el anterior. Básicamente confirma que la izquierda, concepto que todos entendemos de una manera o de otra, ha librado una batalla cultural y la ha ganado de calle. La derecha, concepto que nadie quiere que le apliquen, no se ha presentado al combate.
Sin menospreciar los errores de estrategia que pudieran haber cometido, que el libro menciona, no creo que la derecha fuese ignorante del envite. Tampoco es que estuviesen faltos del arsenal intelectual para el enfrentamiento, porque ni ellos son ucranianos ni la izquierda es Rusia. Puede que la pureza ideológica del colectivo, la religión facilita cierta inflexibilidad vital y en el caso católico comprensión hacia la deriva personal, les impidiera un sano pragmatismo.
Me temo que el problema es más de fondo. Las últimas décadas hemos visualizado unos cambios personales tan profundos que la derecha sociológica ha dejado de existir. Se limita a guardar unas apariencias sociales, cuando vitalmente viven como la izquierda y les irrita, pero no quieren que nadie se lo diga. Es un sentimiento humano comprensible.
El profundo error consiste asumir que la batalla de las ideas es un juego de intelectuales sin consecuencias porque no nos afecta. Este planteamiento se nutre de la cobardía personal y de la comodidad individual. Los países nórdicos nos están avisando con sus virajes legales que los cambios legislativos impulsivos tienen efectos no esperados.
En la vida pasan cosas no previstas, pero su llegada no exige un reconocimiento y legitimidad legal. Los accidentes personales duelen, pero no merecen un estatus que nos libre de su estigma. Lo grave no es equivocarse, sino decir que no es una equivocación.
Me temo que analizamos demasiado al colectivo y hemos dejado de preguntarnos qué podemos hacer individualmente. La izquierda es estratégicamente brillante porque cada pequeño paso es una victoria en la construcción de su relato. Lo importante son los sentimientos y no los principios; pero sin referentes objetivos, no sabes a donde te llevará. Suele ser una meta distinta de la inicialmente deseada.