«Si pudiera, retomaría el proyecto de la nueva escuela»

Carmen Centeno
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Solo tiene buenas palabras para un tiempo que abarca casi cuatro décadas de su vida, tanto por el trabajo en sí mismo, como por las relaciones con sus compañeros, con los profesores y con el equipo directivo. Se ha sentido respetada y querida

«Si pudiera, retomaría el proyecto de la nueva escuela» - Foto: Óscar Navarro

Caridad Ibáñez Alario nació en Palencia en 1959. Era la sexta de nueve hermanos y en su casa no sobraban las manos, así que ayudaba a su madre en lo que podía. No recuerda haber tenido una vocación marcada, pero sí que vivió «una infancia muy feliz» en aquella familia numerosa y en una ciudad que entonces se prestaba a los juegos en la calle y a las relaciones de confianza y cercanía entre vecinos.

Su primer trabajo fue en Calzados Santiago hasta que se enteró de que había una vacante de personal de servicios a media jornada en la antigua Escuela de Maestría Industrial (hoy Trinidad Arroyo) y cambió de ocupación. Quizá no sospechaba que aquel empleo sería el germen de una vida profesional que iba a gravitar sobre la actividad de un centro docente.

Cuando se convocaron oposiciones para personal subalterno, se presentó, las aprobó y solicitó la plaza de la Escuela de Artes y Oficios, que es como se llamaba la actual Escuela de Arte Mariano Timón en el año 1987. Desde aquel momento hasta finales del pasado mes de marzo ahí ha estado su lugar y ahí se han fraguado estrechas  relaciones de amistad y dosis constantes y regulares de compañerismo bien entendido -el único que en realidad puede llamarse así-, ese que no duda en ayudar, en cambiar un turno o en echar una mano cuando es necesario.

No se arrepiente de haber emprendido aquel viaje porque ha sido feliz desde el principio hasta el final. «El balance es absolutamente positivo; por el trabajo, por la propia escuela y, sobre todo, por la gente que he conocido a lo largo de todos estos años», asevera. Está plenamente convencida de que no podía haber encontrado un destino mejor. «Todo ha ido bien, no he tenido problemas y cada día laborable he ido a mi puesto de trabajo con agrado», apostilla. No se puede pedir más, desde luego.

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