El uso de vestimentas o ropajes se remonta al Paleolítico cuando los humanos utilizaban las pieles de los animales para protegerse de las inclemencias meteorológicas. A nadie le pasa inadvertida la utilidad práctica de la ropa aunque, en realidad, es mucho más que eso. Son testigos tangibles del paso del tiempo, las tradiciones y las costumbres. Permiten descubrir diferentes épocas y culturas. Son documentos vivos que contribuyen a mantener la relación entre las nuevas generaciones y sus antepasados a través de un legado que, además de aprender, ayuda a comprender cómo era su día a día. Cada costura, cada hilo o cada tela puede ser una verdadera declaración de intenciones.
Esa es una de las primeras lecciones que aprenden los alumnos del Grado en conservación y restauración de bienes culturales textiles que se imparte en la Escuela de Arte y Superior Mariano Timón de Palencia. "Se les enseña a valorar el textil como un documento histórico que nos cuenta quiénes hemos sido y quiénes seremos", sostiene su jefa de estudios, Nieves Pérez. "Las prendas tienen mucho que decir y solo hay que escucharlas. Gracias a ellas, podemos saber, por ejemplo, desde qué época existen las ovejas de raza merina, si las mujeres trabajaban fuera de casa o si en una zona determinada había población musulmana".
Ese es el caso de una de las piezas restauradas durante este curso por los alumnos del grado. Se trata de un abrigo que data de la Guerra Civil española y que fue encontrado en una fosa común de Medina del Campo (Valladolid) donde había más de 30 cadáveres. "Cuando llegó a nuestras manos estaba en muy mal estado, pero hemos hecho una reconstrucción virtual mediante dibujos en 3D para saber qué tipo de prenda era e identificar a su propietario. No podemos saber su nombre pero sí aspectos como su estatus social o su nivel adquisitivo", explica Iván Mateo, profesor de Conservación y Restauración de Indumentaria Histórica de 4º curso.
"Es normal que lleguen muy estropeadas. Hay que tener en cuenta que actualmente, cuando algo está viejo, se tira a la basura. Antes, las prendas se remendaban y se utilizaban hasta la extenuación". También este curso han tenido la oportunidad de intervenir un vestido de novia con todos sus complementos. "Se ha recuperado con sus medias, guantes, zapatos a juego e incluso, un abanico de plumas. ¿Qué podemos saber con todo eso? Pues que pertenecía a una mujer muy avanzada para su época", señala Mateo junto a un vestido nupcial que, a día de hoy, luce en todo su esplendor. "Nada que ver con cómo llegó", puntualiza.
Palencia es en la única ciudad de España en la que se imparte este grado equivalente a una titulación universitaria y sus alumnos provienen de prácticamente todas las comunidades autónomas del país. Para poder acceder es necesario tener el título de Bachillerato y superar una prueba de acceso específica. También pueden hacerlo sin titulación los mayores de 18 años que superen previamente una prueba de madurez y pueden acceder directamente aquellos alumnos que posean el título de Técnico Superior de Artes Plásticas y Diseño. Para todos ellos, una vez llegan aquí, la formación empieza desde cero. "La primera lección es enhebrar una aguja", explica la jefa de estudios. "Aquí se trabaja igual que en cualquier museo. Cuando recibimos una prenda se le hace un estudio histórico y un análisis de los materiales. Por eso tenemos un laboratorio de Física y Química. No podemos intervenir un tejido sin un análisis previo porque se puede romper", remarca Nieves Pérez.
"El primer paso es hacer un exhaustivo examen fotográfico de las prendas y pasarlas por el microscopio para saber cuáles son las fibras o los tintes utilizados. Nunca se puede actuar de la misma manera ya que puede haber tejidos que únicamente necesiten de una ligera limpieza superficial con aspiradores pero otros, requieren de otro tipo de tratamiento para poder darles una segunda vida", añade el profesor.
A partir de ahí, llega el momento de ponerse manos a la obra. Las tareas de reconstrucción conllevan un sinfín de horas de trabajo y pueden prolongarse incluso durante dos cursos académicos. En esta labor, el dibujo es una parte esencial para la posterior reconstrucción y una vez concluido el proceso, "se devuelve a la sociedad". "La conservación debe hacerse de la forma correcta para evitar que se deteriore y acabe desapareciendo. Por eso, hay que fabricar un soporte adecuado que permita conservar la prenda el mayor tiempo posible".
Pese al minucioso y duro trabajo, Mateo reconoce que es una labor "inmensamente satisfactoria". "Lo bonito de la indumentaria es que ha pertenecido a una persona y podemos averiguar datos sobre su vida. Quizás no sepamos ni su nombre ni sus apellidos, pero sí en qué época vivió, sus gustos, su profesión o cómo se vestía. Cada pieza nos cuenta un relato y es emocionante ver cómo los alumnos terminan el curso descubriendo la historia de quién, en su día, portó esa prenda. Es fascinante", manifiesta el docente.
Al acabar su formación, estos estudiantes adquieren capacidades para dirigir proyectos, analizar o diagnosticar el estado de conservación de Bienes de Interés Cultural, participar en la gestión de colecciones, responsabilizarse de su conservación preventiva, trabajar en el área de la investigación y la docencia o acometer labores de asesoramiento. Asimismo, obtienen los conocimientos multidisciplinares necesarios para actuar con responsabilidad sobre un textil auténtico, garantizando el manejo de la metodología científica y de las nuevas tecnologías. De hecho, muchos de los alumnos que han pasado por este ciclo han triunfado a la hora de desarrollar su carrera profesional como, por ejemplo, una de las jóvenes ex alumnas que trabaja en el Museo Balenciaga de Getaria (Gipuzkoa).