Sin la pedrea del pan y quesillo, las fiestas de Santo Toribio difícilmente se entenderían». Está afirmación del presidente de la Asociación de Vecinos del Cristo, Pedro Arenillas, resume a la perfección el sentir de los palentinos por esta arraigada romería popular que cada año traspasa las fronteras del barrio para hacer participe al conjunto de la ciudad.
Ese momento al que se refería Arenillas comenzó con rigurosa puntualidad a la una del mediodía. A partir de ese instante, la tranquilidad que había reinado hasta entonces entre los cientos de palentinos que se arremolinaban junto a la ermita de Santo Toribio se transformó en un éxtasis de emoción en tanto en cuanto iban cayendo desde el cielo las bolsas con el pan y el quesillo.
Desde el balcón volaron 4.000 raciones, que los asistentes cogieron al vuelo en una sana pelea en la que el ganador era aquel que más trofeos en forma de paquete logró capturar al vuelo. La tarea, desde luego, no era nada fácil, pues todos querían hacerse con su preciado botín. Una, dos, tres, cuatro, cinco... y así hasta superar algunos de ellos la decena larga de bolsas, que lucían con orgullo custodiadas a buen resguardo en el interior de sus camisetas.
Poco importaba el esfuerzo previo cuando la recompensa lo merecía con creces, y es que cada una de las raciones se las ganaron gracias a la destreza adquirida a lo largo los años y a una ubicación estratégica previamente estudiada. Por eso, muchos se jugaron el tipo al subirse a la barandilla que separa la carretera de la pronunciada ladera del Otero. Afortunadamente, la pedrea se desarrolló con absoluta normalidad, y no hubo que lamentar accidente alguno, según confirmaron los voluntarios de Protección Civil consultados por Diario Palentino.
Lluvia del pan y el quesillo que riega de esperanza el CristoDesde el exterior la marea humana sorprendía, pues la asistencia fue mucho mayor que la de años anteriores, según constataron los habituales a la celebración. Más aún lo hacía desde el balcón de la ermita. No había palabras para describir lo que allí pudieron llegar a sentir quienes viven desde dentro esta fiesta que gusta a los palentinos y sorprende gratamente a los de fuera gracias al buen ambiente que se respira en torno a esta celebración que goza de la declaración de fiesta de interés turístico regional.
En ese selecto grupo se encontraba Miriam Andrés, para quien la de este año fue una pedrea especial, pues aunque la ha vivido con anterioridad como concejala, esta era la primera vez que acudía en su condición de regidora. «Venir al Cristo como alcaldesa es un orgullo y una responsabilidad», dijo antes de salir al balcón e inaugurar la pedrea.
«Vamos a avanzar en la declaración como fiesta de interés turístico nacional.A medida que progresemos en el plan director, iremos haciendo campañas más intensas para este reconocimiento», aseveró. Y es que, según señaló la primera edil, «lo que no se conoce no se quiere, y el Cristo se conoce cada vez más».
En ese conocimiento de lo propio tienen mucho que ver las familias, a las que Miriam Andrés invitó a mantener viva la tradición. «Los niños son una parte importante del presente y el futuro de las fiestas del Cristo», afirmó en compañía de la alcaldesa infantil, Miriam García.
También se estrenaba en Santo Toribio el obispo, Mikel Garciandía, quien afirmó que se trata de una «fiesta redonda que ha sabido convertir un hecho muy duro [el apedreamiento a Santo Toribio] en algo muy bonito, como es ese reparto de alimentos». Igualmente cumplieron con la tradición, la presidenta de la Diputación, Ángeles Armisén; el delegado de la Junta, José Antonio Rubio; y el subdelegado del Gobierno, Ángel Miguel, entre otros.
PROGRAMA PARALELO
Si bien la pedrea es el momento cumbre, la jornada dio mucho más de sí. Los más madrugadores llegaron bien temprano dispuestos a desplegar mesa y mantel para disfrutar en familia y con los amigos de una agradable jornada de campo. Y es que lo único que llovió fue pan y queso, pues el día amaneció con el cielo despejado y una temperatura que rondaba los 15ºC durante la pedrea.
Otros optaron por recorrer el mercado ubicado en el paseo del Otero, donde se ponían a la venta todo tipo de productos. Desde churros hasta dulces, pasando por moda o juguetes para los más pequeños, que también tenían a su entera disposición un buen número de atracciones infantiles. Quien se quedó sin su porción de pan y queso fue porque quiso, pues entre estos puestos se encontraba la caseta de la Asociación de Vecinos, donde se pusieron a la venta 3.500 unidades al precio simbólico de 1,5 euros. Estas, junto a las 4.000 que se lanzaron desde la ermita y el millar repartido en los siete colegios que recrearon la fiesta en sus aulas, suman un total de 8.500, mil más que el pasado año.
«Los vecinos han estado completamente implicados, también el resto de Palencia. La afluencia ha sido impresionante», subrayó el presidente de la Asociación de Vecinos.
La procesión del patrono acompañado por la Peña Santo Toribio, la misa, una exhibición de bailes regionales, el himno a Palencia con la Banda de Música y conciertos completaron la jornada festiva, que reunió a miles de personas. El Cristo del Otero, testigo de excepción con sus 21 metros de altura, entonó ayer su particular Pobre de mí. Próximo destino: Santo Toribio 2025.