Birmania, cada vez más devastada

G. Koleva (SPC)
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El reciente seísmo no es una tragedia aislada en un país sumido en una grave crisis política, económica y humanitaria por la guerra civil

Birmania, cada vez más devastada - Foto: Stringer

Como dice un refrán, las desgracias nunca vienen solas. Y Birmania, donde la crisis parece no tener fin, es buena prueba de ello. Para una nación que ya sufría profundos problemas políticos, económicos y humanitarios desde hace años, el reciente terremoto de magnitud 7,7 ha sido otro golpe devastador para la población en medio del caos. 

El seísmo del pasado 28 de marzo, que sacudió con fuerza buena parte del país y que se sintió también en las vecinas Tailandia y China, ha dejado a este territorio del sudeste asiático aún más hundido, cuando se encuentra sumido en una guerra civil que no hace más que complicar la llegada de ayuda. 

La cifra de fallecidos por el desastre natural se acerca a los 3.500  -según las autoridades locales, si bien el Servicio Geológico de Estados Unidos teme que los muertos podrían superar los 10.000-, hay más de 4.600 heridos y se sospecha que aún siguen cientos de personas bajo los escombros de los edificios derrumbados. De hecho, los rescatistas hallaron ayer mismo nuevos cadáveres entre las ruinas.

Birmania, cada vez más devastadaBirmania, cada vez más devastada - Foto: NYEIN CHAN NAINGPero, más allá de las cifras directas causadas por el terremoto, el impacto de la catástrofe se magnifica ante la precaria infraestructura y el bloqueo de asistencia por la junta militar que controla el país.

Birmania lleva enquistada en la inestabilidad política desde su independencia en 1948 de Gran Bretaña, pero la situación se complicó enormemente hace cuatro años. En febrero de 2021, el Ejército llevó a cabo un golpe de Estado contra el partido gobernante, la Liga Nacional para la Democracia, alegando fraude en las elecciones de diciembre, en las que la formación arrasó de manera aplastante.

El cese por la fuerza de la Consejera de Estado, Aung San Suu Kyi, y su posterior arresto, dio paso a una brutal represión y a un conflicto interno en el que los enfrentamientos entre la junta militar y los grupos de resistencia son persistentes. Las cifras son alarmantes desde entonces: miles de muertos, más de dos millones de desplazados, según Naciones Unidas, y un número indeterminado de desaparecidos, en medio de las denuncias de ejecuciones extrajudiciales.

Economía en ruinas

La grave situación política y humanitaria ha causado, además, un colapso económico. El kyat birmano -la moneda nacional- se ha desplomado y los precios de los bienes básicos se han disparado, en una inflación descontrolada que ha abocado a casi la mitad de la población a la pobreza extrema -según un informe de la ONU-, mientras aumenta la escasez de alimentos y medicinas. Un problema que se ha visto agraviado por el seísmo. 

Birmania, cada vez más devastadaBirmania, cada vez más devastada - Foto: StringerEn este sentido, organismos como Médicos sin Fronteras y la Organización Mundial de la Salud (OMS) avisan que la falta de agua potable y la creciente saturación en los hospitales amenazan con empeorar las condiciones de las zonas más afectadas, en especial la región de Sagaing, epicentro del temblor y prácticamente destruida en su totalidad. Distintas organizaciones insisten en que la asistencia humanitaria resulta crucial, pero, con la nación en pleno conflicto, la entrada de más ayuda es todo un desafío. Y más cuando la información llega desde allí a cuentagotas.

Un pequeño respiro

Pese a ello, la junta militar ha accedido a enviar agua potable desde la capital, Naipyidó, a Magway, una de las ciudades más afectadas, al tiempo que ha hecho un inédito llamamiento de apoyo internacional frente a su tradicional aislacionismo. Además, se comprometió a una tregua en los combates de tres semanas, en línea con el alto el fuego declarado por la alianza rebelde, con el fin de aliviar el sufrimiento de la población. No obstante, el sonido de las bombas sigue resonando en algunas partes y la oposición acusa al régimen de violar el cese de las hostilidades.

Con este panorama, la crisis política lejos de resolverse y una economía sin visos de mejorar, la reconstrucción es ahora una tarea imposible. Mientras el resto del mundo observa, millones de birmanos siguen atrapados en una devastación sin fin. 

Birmania, cada vez más devastada
Birmania, cada vez más devastada - Foto: Stringer