El primer barómetro del año del CIS catalán no ha traído buenas noticias para Carles Puigdemont. Con seguridad, el fugado en Waterloo habrá torcido el gesto en su residencia belga al conocer que el sondeo que difundió días atrás la Generalitat consolida al PSC como la primera fuerza en Cataluña siete meses después de la tensa investidura de Salvador Illa y que, por si fuera poco, dispara a Aliança Catalana, la formación nacionalista de extrema derecha que se ha convertido en el gran rival de Junts por aglutinar el voto conservador catalán.
Pero como decía la vieja frase de los dibujos animados de Super Ratón, «no se vayan todavía, aún hay más». Ese mismo barómetro certifica que Junts es una fuerza en retroceso y que esa pérdida de terreno se debe a que Aliança Catalana, el partido de tintes islamófobos que dirige Silvia Orriols, le está desgastando el suelo bajo los pies.
El sondeo realizado por el Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat concede entre ocho y 10 escaños a Aliança Catalana. Este crecimiento pone de manifiesto que los de Orriols podrían multiplicar por cinco su representación, dado que en las elecciones autonómicas de hace casi un año obtuvo dos representantes, en su primera incursión en la Cámara catalana.
El partido de Puigdemont cuenta ahora con 35 escaños en el Parlamento autonómico y podría descender, según el CIS catalán, a 27 o 29. Parece evidente que todo lo que puede sumar Orriols lo va a perder el expresident.
De hecho, el barómetro indica que un 10 por ciento de potenciales votantes de Junts manifiestan su disposición a pasarse a las filas de Aliança en la próxima cita electoral, según explicó el director del CEO, Joan Rodríguez.
En este sentido, añadió que la encuesta proyecta «mucha estabilidad y un nivel de fidelidad elevado» a nivel electoral, a excepción de JxCat y Aliança Catalana, donde se nota un evidente trasvase de votos de una formación a otra.
El ascenso de esta formación de extrema derecha en el panorama catalán ha sido fulgurante, ya desde su misma entrada en el Parlament, consiguiendo dos escaños cuando numerosas encuestas cuestionaban que fuese a tener siquiera representación.
Al igual que el PP, su color también es el azul y no ocultan que quieren teñir con esta tonalidad la Comunidad.
Hace tiempo que en Junts miran con temor el ascenso de la formación que lidera Silvia Orriols, actual alcaldesa de Ripoll (Girona). El discurso acerado y en ocasiones de claras connotaciones islamófobas de la cabeza de cartel de Aliança ha calado y, además, gana adeptos. «Estoy en contra de una ideología política religiosa que se extiende por el mundo, que cuestiona los valores occidentales y que intenta imponer una visión fundamentalista», llegó a decir en una entrevista televisiva.
Ese crecimiento ha hecho que los de Puigdemont hayan subido el tono en su discurso sobre migración y seguridad fronteriza y que con tanto ahínco buscasen sellar un pacto con el PSOE para la delegación de las competencias a la Generalitat en esta materia, que incluye la presencia de los Mossos en la frontera en coordinación con las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Sin embargo, ni con el decisivo peso de sus siete votos en la actual legislatura sosteniendo a Pedro Sánchez en la Moncloa ni con ese acuerdo, que las fuerzas de la izquierda han condenado, tildándolo de «xenófobo», han conseguido que los postconvergentes puedan frenar a la extrema derecha secesionista.
Si Aliança continúa ganándole terreno, el panorama que se le abre a Junts es el de pasar una larga temporada en la oposición, porque parece evidente que ni ERC ni la CUP se prestarían a entrar en una fórmula de investidura que contase con el extremismo nacionalista como aliado.
Para aumentar el dolor de cabeza de Puigdemont, el PSC que ahora cuenta con 42 escaños, no pierde fuelle y podría subir incluso un parlamentario.