Pedro Casablanc se subirá este viernes a las tablas del TeatroPrincipal para abordar la vida de Ramón María del Valle-Inclán a través de una doble dimensión: la del propio literato y la del autor de su biografía,Ramón Gómez de la Serna. Esta doble personalidad será materializada por parte del veterano actor español en el escenario para acercar a los espectadores a la vida y obra de Valle-Inclán en el primero de los espectáculos programados para el ciclo Primavera Cultural.
Cabe señalar que la obra ha recibido tres nominaciones en los Premios Max y otras dos en el Premio Talía durante este 2024. Asimismo, la representación dirigida por Xavier Albertí estará acompañada de las notas musicales del pianista Mario Molina.
Pedro Manuel Ortiz (Casablanca, 1963) es el nombre que se encuentra detrás del pseudónimo artístico de Pedro Casablanc, quien acumula una trayectoria de más de tres décadas sobre los escenarios.
Más de 35 años sobre las tablas y aún sigue haciendo teatro. ¿Cómo hace para continuar con la misma ilusión?
No sé si con la misma ilusión, pero con las mismas ganas de renovarme y buscar nuevos textos que me emocionen para llevar a escena desde luego. En eso soy muy selectivo, y sé que hay un tipo de teatro con el que no me merece la pena trabajar. Realmente me tiene que interesar e importar lo que hago. No obstante, el reconocimiento no es siempre el que uno espera, pero ahí seguimos.
Me esfuerzo en el teatro y este sigue estando presente en mí, pidiéndome que suba al escenario y haga cosas con mayor riesgo.
Cuando recibí la oferta de Xavier Albertí para hacer este ejercicio de evocación de Valle-Inclán, creí que era un texto pensado para mí y no dudé ni un momento en decir que sí. Le pedí al director el poder cantar, ya que era una de las pocas cosas que no había hecho.
Antes de esta obra lo último que había hecho es Decadencia, de Steven Berkoff, al que tuve la suerte de conocer en persona. Ese tipo de cosas son las que hacen que uno siga adelante, buscando la calidad y lo excepcional.
Por lo que manifiesta, busca retos con su trabajo
Siempre me ha interesado buscarlos. Si no, el teatro sería una repetición permanente.
Cada día hay que hacer lo mismo, pero como si fuera la primera vez. Si algo te aburre o no has tenido una relación creativa con el equipo, es muy difícil sacarlo adelante. Estos retos tienen que ser personales o actorales.
Soy un enamorado de la literatura española y, sobre los grandes autores, se hacen pocas cosas y mal. No voy a hacer teatro traducido si puedo antes hacer a Lorca o Valle-Inclán.
La obra con la que llega a Palencia este viernes aborda una doble dimensión entre Ramón María del Valle-Inclán y el autor de su biografía, Ramón Gómez de la Serna. ¿Cómo se refleja esto sobre el escenario?
El espectáculo es una conferencia fantasmagórica de Gómez de la Serna, quien desvela su admiración por Valle-Inclán. Interpreto al primero, quien a su vez nos trae momentos y retazos de la vida del segundo. Es un espectáculo de ramones. Todo esto acompañado de la música que ellos admiraban.
La palabra de Gómez de la Serna es tan florida y teatral que capta de inmediato la atención del espectador. Desgraciadamente, ya no estamos acostumbrados a oír hablar así en un escenario, con ese amor por la palabra y la poesía.
¿Cómo de costoso es hacer en vivo el cambio de registro entre ambos personajes?
Para mí, que el actor en escena deba saber manejar su instrumento de voz, de actitud y de cambio de personajes permanentemente, es lo más gozoso. Ese es el juego al que nos dedicamos y por el que se nos valora. Lo más duro de un espectáculo no es eso, sino la falta de reconocimiento en algunos casos.
¿Hay algo de su personalidad en Valle-Inclán y Gómez de la Serna?
Es inevitable, y nadie lo puede negar, que quede algo de la personalidad del actor. En la obra, soy Pedro Casablanc interpretando a Gómez de la Serna, que a su vez hace lo propio con Valle-Inclán.
El actor que oculta su propia personalidad detrás de un personaje no está haciendo su trabajo con toda la honestidad necesaria. No se debe ver demasiado, pero es la que alimenta al trabajo. Que la mía disfrute con la literatura de esa época beneficia al espectáculo. Todo lo que he aprendido sobre el dramaturgo a lo largo de mi vida se va a manifestar de alguna manera palpable sobre el escenario.
¿Le resulta más difícil actuar en una ficción o en una obra basada en la realidad?
El teatro más difícil es el que está mal escrito. Cuando es así, por muy valorado que esté por la dramaturgia, es muy difícil de interpretar. Si está bien, solo debes dejarte deslizar por la palabra, que es lo que lleva a un actor a disfrutar del trabajo que está haciendo.
La mayor dificultad no es si se trata de realidad o ficción, sino no poder comulgar con el texto que te hace tragar desde la producción hasta la distribución. Por eso pienso que hay que ser muy selectivo con el trabajo que te llega.
Cuando recibió el texto de Xavier Albertí, ¿qué fue lo que le llamó la atención?
Había visto trabajos de Xavier Albertí y admiraba su gusto por lo musical dentro del teatro. El hecho de que me llamara y me dijera que había pensado en mí para este espectáculo, además de la concordia de nuestras ideas y que pudiéramos tener una relación cómplice en el trabajo, ya me supuso un imperativo: tenía que hacerlo.
Cuando habló conmigo no tenía todavía la selección de textos, pero sí la idea de llevar a escena el libro de Gómez de la Serna con música.
No es la primera vez que actúa en Palencia
La anterior vez que estuve lo hice con Decadencia. Es un teatro en el que he actuado con mucho placer durante años.