Bien está lo que bien acaba, debió pensar cuando vio los dos pañuelos asomados en el balcón de la presidencia. Y es que al de Jerez le correspondió el peor lote. «El primero me engañó por completo, pues con el capote vi que tenía movilidad y pensé que iba a aguantar más en la muleta, de ahí que lo brindara al público. Pero luego, con la muleta se vio que tenía poca raza y poca clase, de ahí que nada pudiera hacer con él».
Con su segundo, al que desorejó, la cosa cambió. «A raíz de la segunda tanda, sacó fondo. Es cierto que le tuve que echar paciencia, pues no me he precipitado y creo que fue la clave para que la faena alcanzara el vuelo necesario». Indudablemente, Ginés Marín estaba exigido con el sexto, viendo cómo sus dos compañeros ya tenían abierta la puerta grande. «En esos momentos de presión es cuando uno tiene que sacar la madurez y la templanza».
También tuvo palabras de agradecimiento para el público. «Hay plazas donde te encuentras mejor que en otras y que te apetece más torear y te salen mejor las cosas. En Palencia es así, me siento a gusto», concluyó.