Leer y viajar son dos de las herramientas que más y mejor ayudan al ser humano a situarse en el mundo, a encontrar su lugar, a convivir con el otro, el igual y el diferente, a conocer y respetar la diversidad y los derechos y los deberes que conlleva la sociabilidad y a aprender y crecer en conocimientos, en valores, en habilidades y en memoria del pasado y en proyección de futuro. Hoy, víspera del Día del Libro, toca romper una lanza en favor de la lectura. Y no de cualquier lectura, de la mera navegación por la infinidad de portales de internet o del recorrido rápido, y a menudo entre fugaz e indiferente, por los dimes y diretes de las redes sociales.
Hay que romper una lanza por la lectura pausada, reflexiva y comprensiva que favorece el intercambio de conocimiento y el disfrute real de lo escrito; por aquella que contribuye a descubrirnos nuestra realidad y las otras que nos son más lejanas o desconocidas; por la que, a fin de cuenta, nos aporta algo y nos enriquece como personas. Da igual el soporte, el género, el estilo, la temática o el formato. Lo importante es recuperar el placer de la lectura en el caso de quienes lo han ido perdiendo con el tiempo y las circunstancias familiares o laborales; mantenerlo en el de aquellos que nunca lo han abandonado, inculcárselo a los más jóvenes, reconducir hacia él a esos jóvenes que sitúan la inmediatez de la imagen y del mensaje corto por encima de todo y evitar que lo pierdan aquellos más mayores, que van topándose con dificultades de visión o lagunas de memoria. Para todos es y será positivo, en mayor o menor medida.
Y frente a la moda, convertida ya en hábito para una gran mayoría, de las compras por internet, hay que romper una lanza por la vuelta al comercio tradicional, por el acercamiento a la librería ya sea de barrio o céntrica, tradicional o innovadora, grande o pequeña, de toda la vida o recién llegada al sector. Mirar sus escaparates con títulos clásicos o novedosos, entrar, empaparse del olor a papel impreso, darse una vuelta entre expositores, estanterías y mostradores, buscar, pedir consejo, entablar conversación con el librero, que a buen seguro, es el idóneo para asesorar y para encontrar lo que se busca. Ese proceso tiene, como ver una película en la sala de cine, algo de ritual y no hace daño a nadie.
Los libreros palentinos calculan en una caída del 30 por ciento las ventas físicas desde que triunfa el comercio online y reivindican esa vuelta al establecimiento. Su alternativa es la cercanía, el trato personal y la confianza, además de asegurar que no hay más ventajas en internet, sino todo lo contrario. Por el bien del sector y de la economía local y provincial, estaría bien prestarles atención. Mañana, además, con descuentos especiales.