Los duros años que atravesó el país durante la GuerraCivil son el marco temporal de la tercera y hasta la fecha última novela del escritor David Uclés, La península de las casas vacías.
Bajo su pretensión de mantener vivo el recuerdo de su abuelo, este autor, natural de Úbeda (Jaén), narra la historia del enfrentamiento a través de «héroes anónimos», quienes permiten al lector recorrer toda la geografía nacional durante aquellos años. Así, Uclés califica esta novela como «la primera» en abordar la totalidad del conflicto, tanto en su dimensión histórica como en la geográfica, en unanarración en clave de «realismo mágico».
Alguno puede pensar que La península de las casas vacías es un libro más de los muchos que se han publicado ya sobre la Guerra Civil
Es la primera vez que se escribe una ficción que, en un solo tomo, cuente toda la guerra a lo largo de la península.
Esa era mi ambición a la hora de escribir y lo que ha hecho a mi libro diferente, pues antes solo se había publicado algo así en ensayos. Por ejemplo, Chaves Nogales publicó un relato que trataba también la Guerra Civil a lo largo de diferentes puntos del país, pero no en una sola ficción.
Es algo que no se había hecho antes porque conlleva mucho tiempo y dificultad. Como yo no tenía ni prisa ni ninguna editorial detrás que me presionara para terminarlo cuanto antes, me pude permitir dedicar 15 años de mi vida a hacerlo.
También destaca que es un libro narrado en realismo mágico, si bien en este aspecto no es tan pionero como el hecho de narrar la totalidad del conflicto.
Escribir sobre un suceso tan duro y conjugarlo con un lenguaje en clave de fantasía no ha debido ser fácil
La idea original no era narrar la guerra, sino la historia que contaba mi abuelo sobre su pueblo. Como dicha historia ocurrió durante aquellos años, decidí abordar la totalidad del conflicto.
Al tratarse de una familia de 40 miembros se me ocurrió que podía esparcirlos en la narrativa por todo el país y, a través de sus vivencias, narrar los grandes hitos del enfrentamiento.
Considero que la guerra se puede contar desde cualquier estilo. No porque sea un tema sensible significa que no puede tratarse bajo una perspectiva onírica. No tiene nada que ver, una cosa es el contenido y otra la forma. Mientras el mensaje llegue al lector y este consiga evadirse con la lectura, la función está cumplida.
Esa pretensión que comenta sobre mantener viva la memoria de su abuelo, ¿diría que la ha conseguido con el libro?
La idea principal era que esa memoria no muriera. Estoy muy contento porque su historia, al igual que la de mi familia y su pueblo, ha sido rescatada del olvido.
Además, no es solo el hecho de rescatar las vivencias de mi abuelo, sino también las costumbres supersticiosas de muchos pueblos de la península. El trabajo de investigación que he hecho, además de centrarse en aspectos históricos sobre la propia Guerra Civil, ha sido un trabajo muy antropológico. He visitado muchas ciudades y rescatado alguna de sus costumbres.
¿Cuánto de real y cuánto de ficticio hay en la historia?
Todo lo que tiene que ver con la historia es real; lo que no, a veces es ficticio y otras no.
El contenido lo respeto, pero juego con la forma. No quiero que el lector tenga la sensación de pensar sobre si lo que está leyendo es o no verdad.
Se habla mucho de que las dos realidades otrora enfrentadas lo siguen estando en la actualidad. Ya que ha tratado el tema, ¿cómo lo ve usted?
No creo que la sociedad esté dividida como entonces, si bien creo que es un tema que se utiliza en la política para dividir. Puede que parte de ella esté polarizada, pero creo que se trata de una minoría en comparación con la que no lo está.
Llama la atención que el libro personifica el drama vivido aquellos años en historias individuales ¿Le ha valido este recurso para dar más fuerza y credibilidad a la historia?
Lo que he querido es partir de héroes anónimos y narrar la Guerra Civil desde ahí. Me parecía interesante trasladarse de lo individual a lo universal, que cualquier lector pudiera empatizar con las vivencias de los personajes y verse reflejado en ellas.
Tampoco quería dar tanta importancia a las figuras reales. Aun así, a partir de la segunda parte de la novela, sí me desplazo hacia las batallas y los movimientos estratégicos del enfrentamiento.
En ese punto, personajes reales y ficticios se dan la mano: pongo voz a Unamuno, bajo a hablar con Franco y muevo a artistas como Picasso, entre otros.
La península de las casas vacías es su tercera novela publicada, cinco años después de que viera la luz el primero de sus libros. ¿Diría que su carrera literaria está ya en una etapa de madurez?
Lo que considero como madurez a los 34 años sé que no lo voy a ver suficientemente bien escrito a los 50.
La madurez es un concepto relativo. Aunque ahora veo que mis textos están mejor que cuando tenía 18, al releerlos en el futuro, pensaré que les sigue faltando algo.
No hago mucho caso a ese tema. Considero que cada etapa tiene algo bonito y diferente con respecto a la anterior y a la siguiente: la adolescencia tiene una fuerza imaginativa brutal, a los 30 hay una mayor implicación política, a los 50 dicha implicación desaparece y te centras más en limpiar la prosa… en cada edad hay algo diferente que obsesiona al lector. Hay que respetar a los diferentes escritores que uno puede ser, no compararlos.