Milenario de la llegada de las reliquias

DP
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Comienza la cuenta atrás de cara a conmemorar en 2034 los mil años de la traslación. Se recupera la costumbre de procesionar la imagen de San Antolín, que se hizo hasta finales de los 80 del siglo pasado

Milenario de la llegada de las reliquias - Foto: Juan Mellado

Día grande en la capital palentina, y es que festejó a su patrono, San Antolín, cuyo himno dice: «Palentinos poneos en marcha, que resuene vibrante el clarín. Y a luchar por la cruz nos arrastra, con la voz de su sangre, Antolín» y«somos gente de la mejor masa, tierra fértil de trigo candeal. Y en los surcos llevamos el alma, levadura de fe martirial».

Una celebración acompañada de novedades, como la recuperación parcial de la procesión con la imagen de San Antolín, que hasta finales de los años 80 del siglo pasado era costumbre hacer por las naves de la catedral portada por los canónigos. En esta ocasión, el obispo, Mikel Garciandía, recibió a las autoridades, peñas y pueblo en general en la plaza de la Inmaculada, desde donde miembros de distintas peñas llevaron  al interior del templo la imagen-relicario en plata fechada en 1761, obra del platero salmantino Luis García de Coca.  En esta festividad del patrono fue  novedoso también mostrar las reliquias de este diácono y mártir que se guardan en la capilla de San Jerónimo. 

Como explicó Mikel Garciandía  en la homilía, «salir con las reliquias de nuestro santo a la calle y procesionar con ellas significa que los cristianos no nos basamos en fábulas y leyendas, sino que hombres y mujeres de todos los tiempos, han sido fieles a Dios hasta el fin», para añadir a renglón seguido que «formamos a lo largo de la historia una larga peregrinación que comenzó con la Pascua de nuestro Señor Jesucristo, y que en cada época nos sitúa en los umbrales de la Nueva Ciudad, la Jerusalén del cielo».

También hizo referencia el obispo en la homilía a que comienza la cuenta atrás de diez años para el milenario de la llegada de las reliquias de San Antolín a la catedral, que «Dios mediante», se cumplirá el año 2034. «El rey Sancho III de Pamplona trajo desde Pamiers las reliquias de quien aquí ya recibía culto en la época visigoda. Todo ello nos habla del arraigo del culto cristiano católico en nuestra diócesis. Pero nosotros no estamos aquí solo para conmemorar y evocar hechos del pasado. Nos hallamos aquí para celebrar la vida que nos regala a manos llenas el Resucitado, el Maestro, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios», señaló.

«El orgullo y el narcisismo secan la vida. Mientras que el amor y el servicio la regeneran y la recomienzan una y otra vez: el que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará», indicó, y subayó que un pensador italiano no creyente lo expresa muy bien: «Creer en Dios significa disminuir enormemente el narcisismo y el egocentrismo, aquella necesidad de ponerse en el centro de la atención y reconducir a uno mismo y solo a uno mismo todo el significado de la vida y del mundo. Si creen no pueden ser narcisos, porque gozan más no mostrándose a sí mismos, sino a aquel Dios que quisieran compartir. Por eso, que sea Pascua plena en vosotros que fabricáis pasos donde hay muros y barreras, para vosotros abridores de brechas, saltadores de obstáculos, mensajeros a toda costa, atletas de la paz», dijo. 

El obispo indicó que San Antolín y tantos otros son «inspiración» para tomar el testigo de su legado: «luchar contra los ídolos y sucedáneos que humillan la vida, que la cercenan, aceptar que no hay posibilidad de vivir a la defensiva, atesorando, acumulando, temiendo. Solo cabe arriesgar, apostar, salir a luchar por el Reinado de Dios en la historia». Tras exponer que el apóstol Santiago dice «bienaventurado el hombre que aguanta la prueba. Si sale airoso, recibirá la corona de la vida que el Señor prometió a los que le aman», subrayó que  Santiago y Antolín «son honrados porque no amaron tanto su vida que temieran la muerte. Como los mártires macabeos cuya madre los confortaba así: no temas a este verdugo. Acepta la muerte. Te recobraré junto a ellos». 

El obispo citó, ya al final de la homilía, una frase de  Charles de Focauld: «Dios es feliz y ha resucitado por mí», y al hilo de esta hizo hincapié en que «se trata de esto, vivir bien, de hacer pueblo, de tejer comunidad, de acoger a los que nos vienen, de sanar a los heridos, de curar ceguera y sordera, de compartir y servir». «Que nuestras fiestas de este año sirvan para arrancar nuestro curso pastoral con hondura, con esperanza, con amor», concluyó.

Mikel Garciandía presidió la eucarístía, en la que estuvo acompañado de Francisco Javier del Río, obispo emérito de Tatija (Bolivia) y direcetor de la Casa Sacerdotal; Anastasio González Aguado, vicario general; Miguel Pérez García, vicario de pastoral; y Mateo Aparicio, vicario judicial; cabildo y sacerdotes. Particicó la coral Capilla de la Catedral, que bajo la batuta de Miguel  Antón entre otros temas interpretó Canticorum Jubilo, de Haendel  (entrada), Misa en MI b a tres voces  (de Santiago Masarnau), y O Sacum Convivium (de Roberto Remondi), entre otras.

«La Palabra de Dios y la vida de este gran santo, mártir y modelo de cristiano, sirvan para impulsarnos a vivir nuestra vida cristiana con valentía y con la esperanza puesta en la resurrección que nos espera, si somos testigos de Cristo en el mundo»,  dijo el obispo en la despedida. 

Al finalizar la misa, se invitó a los asistentes a visitar la capilla de San Jerónimo, donde se exhibieron las reliquias de San Antolín y sus compañeros mártires, santos Almaquio y Juan, que antes de bajar a la cripta al reparto de agua bendita veneraron las autoridades presentes, en entre ellas la vicepresidenta de la Junta de Castilla y León y consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades, Isabel Blanco.

Bajar a beber su agua es uno de los gestos más arraigados dentro de las fiestas grandes de la ciudad ya que, según cuenta la leyenda, contiene propiedades curativas. Sin embargo, en realidad se trata de un reparto simbólico ya que después de que Sanidad la declarara como no apta para el consumo humano, se decidió cambiar el agua de la cripta por agua embotellada  (más de medio millar de litros). Se habían preparado 6.000 vasos para este tradicional reparto, con especial presencia de palentinos después de la misa y, ya por la tarde de 17 a 18 horas, aunque hasta las 19,30 h que se pudo bajar a la cripta el goteo de gente fue incesante.