Siempre lo ha tenido claro: no vivimos solos, así que ni podemos ni debemos aislarnos. Hay que participar en la comunidad, aportando lo mejor en cada momento, favorecer la convivencia, echar una mano y colaborar en la dinamización del medio rural.
«En este mundo vivimos personas, animales y plantas. Las personas y los animales tenemos sentimientos, las plantas no lo sé. Si no nos ayudamos unos a otros, vamos por el camino equivocado», afirma, para subrayar una y cien veces la frase que le acompaña desde hace mucho tiempo, posiblemente desde su niñez: «Lo más bonito en esta vida es ayudar». Y precisamente porque así lo siente, es un hombre muy ocupado, que trabaja casi tanto como antes de jubilarse y que procura estar ahí, presente y dispuesto, para lo que haga falta.
Tomás Macho nació en Santibáñez de la Peña el 11 de septiembre de 1953. Fue el tercero de siete hermanos, aunque el mayor de los varones, y como en su casa imperaba la filosofía del trabajo y de los valores de la familia, su destino parecía marcada por el negocio que regentaban sus padres, el bar restaurante Macho, donde pronto empezó a ayudar lavando vasos. Lo que hizo que no se quedara detrás de la barra, dando continuidad al establecimiento familiar, fue el ofrecimiento del responsable de la sucursal del Banco Santander en Santibáñez. «Cuando tenía 14 años, me dio la oportunidad de trabajar cobrando letras; la aproveché y ahí empecé a labrarme el presente y el futuro profesional», explica.
Y fueron nada menos que cuarenta y tres los años de periplo profesional, con cambios significativos, con adaptaciones obligadas a los nuevos sistemas y a las tecnologías, un tiempo intenso de trabajo y de aprendizaje y formación constantes que contribuyeron a hacer de nuestro protagonista un hombre ordenado y meticuloso, partidario de llevar el trabajo al día y defensor a ultranza de la honradez.
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