Va por la calle y, a menudo, tiene que pararse con gente que le recuerda sus años de actividad radiofónica y le agradece que se ocupara de este o de aquel colectivo, que sacara a la luz problemas y necesidades, que se pusiera de su parte a la hora de conseguir que los competentes en la materia escucharan esas demandas y que les hiciera caso. También subrayan muchos su empatía, la claridad del discurso y la profesionalidad con la que abordaba aquellas dos horas locales del programa Hoy por hoy.
«Seguro que a otros no les gustó lo que hacía, pero no se paran a saludarme», afirma, al tiempo que explica que para ella es una enorme satisfacción comprobar que no han olvidado su trabajo y se lo reconocen.
Es posible que la popularidad llegue a ser molesta en una ciudad pequeña, en la que resulta complicado sustraerse a las miradas, pero cuando se ha trabajado buscando en todo momento la participación de la gente y dándole el espacio que, a su juicio, debía tener en una radio «viva», se lleva bien. Ella, al menos, lo lleva bien, quizá porque desde muy niña intuyó que entender lo que quiere el otro y saber transmitirlo es importante. En cualquier ámbito profesional. Eso exige formación y conocimientos, aunque antes que nada, requiere mantener los ojos y los oídos bien abiertos y no dejar que la curiosidad se aletargue.
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