La ley del si... lencio

María Fernández (SPC)
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Podemos se pone frente al espejo cuando se sitúa en primera fila en las protestas contra el patriarcado mientras esconde bajo la alfombra las acusaciones de violencia machista contra sus dirigentes

Los fundadores de la organización morada Íñigo Errejón (i), Juan Carlos Monedero (c) y Pablo Iglesias en una comparecencia ante los medios en 2015 - Foto: Emilio Naranjo (EFE)

El caso Monedero ha dejado al descubierto la gran contradicción entre el discurso y la actuación de Podemos ante las acusaciones de violencia sexual en el seno de la formación.  

Aunque las conductas machistas no entienden de partidos, resulta incompatible erigirse en aliado feminista al grito de hermana yo sí te creo o solo sí es sí, con permanecer callado cuando las acusaciones de acoso sexual apuntan a tus filas. La ocultación de las denuncias contra el que fuera uno de sus fundadores, Juan Carlos Monedero ha situado a la organización por debajo del listón que ellos mismos habían elevado.

La mecha la prendió precisamente una exintegrante del partido, Lola Sánchez Caldentey. La eurodiputada de Podemos entre 2014 y 2019 decidió poner fin a la imperante ley del silencio al narrar el desagradable episodio que vivió tras un cierre de campaña en el Reina Sofía. Según contó en redes sociales, Monedero la «empotró contra la pared» con la intención de convencerla de ir a su casa, un incidente que según la expolítica se repitió con otra compañera. 

La bomba no tardó en explotar, cuando horas después se reveló que la dirección morada ocultaba, al menos desde 2023, acusaciones de acoso sexual contra el que fuera uno de sus ideólogos. En ese momento, la organización tuvo en sus manos la oportunidad de marcar la diferencia con la gestión de la crisis, pero optó por parapetarse tras las víctimas para justificar su inexplicable silencio y la ausencia de una investigación interna. Tras alegar que cuando tuvieron conocimiento de las acusaciones Monedero había sido apartado de la vida del partido, se toparon de nuevo con la realidad, que demostró que no solo continuó durante al menos dos meses en el chat interno de la dirección sino que al abandonar la fundación de Podemos recibió el agradecimiento público de la propia Ione Belarra, con quien además compartió un acto en el que también participó la exministra de Igualdad Irene Montero. 

Otra vuelta de tuerca

Al quedar acreditado que Monedero no se había alejado del todo de Podemos, Belarra dio otra vuelta de tuerca a sus explicaciones y afirmó que la del exdirigente fue una retirada «progresiva». Esa ruptura escalonada no incluye la suspensión de militancia, ya que según los morados esa medida requiere de una resolución del Comité de Garantías, que no se ha producido porque las víctimas decidieron no seguir adelante con el procedimiento de denuncia. 

Tras el estallido del escándalo, la dirección tampoco ha reprochado o censurado públicamente la conducta de Monedero ni ha realizado un ejercicio de autocrítica por la contradicción que el caso ha puesto de manifiesto, y en su lugar, Belarra ha instado a los medios a reflexionar sobre lo que considera un ataque para «golpear» al partido. 

Entretanto, el cerco sobre Monedero se sigue estrechando con la investigación abierta en la Universidad Complutense a raíz de la denuncia de acoso sexual de una alumna del todavía profesor de la Facultad de Ciencias Políticas. Desde que salió a la luz el expediente, Monedero se ausentó de las aulas y pidió la baja, quedando apartado de la institución. La universidad madrileña ha dado credibilidad a la denuncia que se investiga desde antes de que estallara el escándalo.

El caso Monedero ha puesto a los morados frente al mismo espejo en el que se vio reflejado Sumar cuando la actriz Elisa Mouliaá denunció ante la Justicia a Íñigo Errejón por acoso sexual. Aunque Podemos intenta marcar distancias, ambos asuntos se asemejan en cuanto a la respuesta de los partidos, y es que en las filas de Yolanda Díaz presuntamente también lo sabían y se plegaron a la misma ley del silencio.