Cuando el invierno arrecia en la Montaña Palentina, sus habitantes saben bien cómo prepararse para hacerle frente. Almacenan alimentos, revisan sus carboneras y organizan su ropa de abrigo, pues en estas tierras, la nieve y el frío no son extraños. Sin embargo, en 2015, la naturaleza desató su furia en un temporal sin precedentes. Lo que parecía otro invierno más se transformó en la mayor nevada del siglo, acumulando en apenas unos días lo que normalmente caería en una década. La Aemet registró espesores superiores a los dos metros, agravados por vientos fuertes que azotaron la comarca. No fue solo la nieve la que hizo estragos, sino las gélidas temperaturas, como los -14,9 ºC medidos en Aguilar de Campoo el 10 de febrero. Durante más de una semana, la nevada no dio tregua, complicando la movilidad, aislando pueblos y poniendo a prueba la resistencia de sus habitantes.
La magnitud del desastre llevó a la concesión de ayudas económicas para paliar los daños. La Junta destinó 278.675 euros a municipios como La Pernía, Cervera, Velilla y Polentinos, mientras que el Gobierno central recibió 168 expedientes solicitando 647.582 euros en compensaciones. Tras su evaluación, se concedieron 534.973 euros a afectados en Guardo, Aguilar y La Pernía, entre otros. La Diputación Provincial también gestionó 270.954 euros en subvenciones dirigidas a viviendas, explotaciones ganaderas y comercios. Más allá del impacto económico, la situación llevó a la movilización de la Unidad Militar de Emergencias (UME), que desplazó a la zona 70 militares con 22 vehículos especializados. Esta fue solo la segunda vez que la UME intervenía en Palencia, tras su actuación en el incendio de Santervás de la Vega en 2012. La magnitud del temporal se refleja en los recursos empleados: el Estado utilizó 3.127 toneladas de fundente en sus carreteras, tres veces más que en el invierno anterior. Las autoridades y los vecinos de la Montaña Palentina se vieron obligados a tomar decisiones difíciles en momentos de máxima tensión. Una década después, quienes vivieron aquella nevada coinciden en que fue una prueba de resistencia, solidaridad y entrega. Luis Domingo González, entonces delegado territorial, recuerda este episodio como «la experiencia más dura» de su carrera, pero también «la más humana y enriquecedora».
El temporal de 2015 marcó un antes y un después en la historia reciente de la Montaña Palentina. No solo por la excepcionalidad de la nieve caída, sino por la capacidad de respuesta ante una crisis de tal magnitud. Aquel temporal dejó cicatrices en el paisaje y en la memoria colectiva de la comarca, pero también reforzó la convicción de que, por adversas que sean las circunstancias, la unidad y el esfuerzo conjunto pueden superar cualquier desafío.