«Podemos reducir el consumo energético sin renunciar a la calidad de vida»

Esther Marín
-

Ramón Cidón Martínez • Ingeniero industrial, profesor y voluntario de 'Energía sin Fronteras'

Tras su paso por el Colegio Marista Castilla de Palencia estudió Ingeniería Industrial en la Universidad Pontificia Comillas en Madrid. Posteriormente amplió sus estudios con un máster en gestión de empresas energéticas y otro en financiación. Ahora trabaja en una empresa energética, como director de Desarrollo, puesto que compatibiliza con la docencia en varias universidades y centros de posgrado. A todo ello se une su gran labor como voluntario de ‘Energía sin Fronteras’.

Los datos de la oficina estadística europea Eurostat indican que España fue el segundo gran país de la UE con mayor dependencia energética del exterior en 2014, dado que necesitó importar el 72,9% de la energía que consumió ese año. ¿A qué se debe?

El nivel de dependencia energética del exterior de España es notablemente superior al de países de su entorno, que se sitúa cerca del 60%. España no cuenta con recursos naturales, tales como petróleo o gas natural, por lo que siendo uno de los países con mayor cuota de energía renovable, para suministrar la energía que demanda no tiene más remedio que importarla.

Es importante destacar que en España, en 2015, las energías renovables lideraron la generación de energía eléctrica, por encima del carbón, el gas y la energía nuclear. En particular, el 37,1% de la energía eléctrica fue de origen renovable. Esto evitó importar una importante cantidad de energía del exterior.

 

Esta necesidad de importar materias primas supone una importante salida de recursos económicos que se podrían dedicar a otras funciones

Afortunadamente, esta dependencia energética no supone un riesgo geopolítico significativo. La mayoría del petróleo y el gas no se importan por tubería, sino a través de barcos que llegan a instalaciones localizadas en la costa (plantas de refino para el petróleo y de regasificación para el gas natural). Además, la interconexión eléctrica con Europa alcanza cerca del 6% de la demanda. De esta forma, podemos suministrarnos desde una importante diversidad de países, por lo que, desde un punto de vista de la seguridad de abastecimiento, el riesgo de un corte de suministro debido a que un país decida dejar de suministrarnos no es significativo.

 

¿Qué soluciones existen para reducir la dependencia energética exterior?

Existen varias. La primera sería propiciar un cambio tecnológico que impulse la electrificación de nuestro sistema energético. Un ejemplo sería el transporte de mercancías. En España, a diferencia de otros países, se sigue utilizando mayoritariamente el transporte por carretera. A pesar de que en los últimos años se han realizado inversiones muy importantes en trenes de alta velocidad, no se ha invertido tanto en la red ferroviaria de transporte de mercancías. Si la mayoría de las mercancías se transportaran por tren, se reducirían las importaciones de petróleo, pues la red ferroviaria consume electricidad, la cual puede ser generada con energías renovables.

Una segunda solución es impulsar el ahorro y la eficiencia energética. Según los datos del Eurostat sobre intensidad energética, en España hemos conseguido importantes avances, habiendo rebajado en los últimos años este índice de 160 en 2004, a 129 en 2013, y ya estamos por debajo de la media de los países OCDE. Pero todavía tenemos margen de mejora, pues por ejemplo, todavía consumimos, per cápita, más que en Reino Unido o Italia.

Por último, otra solución pasa por el desarrollo de tecnologías como el fracking o fracturación hidráulica, que permitiría obtener petróleo y gas principalmente en zonas del norte de España, pero que se enfrenta a una importante oposición social y medioambiental].

 

¿Qué momento atraviesan las renovables en España?

España ha pasado de liderar el sector de las energías renovables a nivel mundial durante la primera década del siglo -con volúmenes de inversión que superaban el millar de MW anuales instalados-, a alcanzar la cifra de 23.000 MW eólicos. Sin embargo, no se ha instalado un solo MW en los últimos tres años, mientras que en Europa, en el año 2015, se han instalado 12.800 MW y, en el mundo, 63.000 MW.

La principal razón de este parón es que ha desaparecido el sistema de subvenciones públicas que permitió un fuerte crecimiento del sector. Dichas subvenciones aseguraban un precio de venta para toda una producción del entorno de 80 euros/MWh para la energía eólica, y de 400 euros/MWh para la solar, esto es, entre un 150% y un 800% del precio medio del mercado eléctrico, respectivamente.

Toda la inversión realizada ha permitido desarrollar una industria muy importante, lo que se ha traducido en que España cuenta con empresas promotoras y fabricantes de energía renovable que son líderes mundiales. En cualquier país del mundo en el que se construyan renovables, son muchas las empresas españolas construyendo o licitando para este tipo de proyectos. Asimismo, ha permitido desarrollar una tecnología propia y los fabricantes españoles de tecnología renovable exportan a prácticamente todos los países del mundo.

Afortunadamente, el parón de los últimos años no ha sido del todo negativo, pues dado que las energías renovables se han visto obligadas a ser competitivas sin apoyos públicos, se ha producido una evolución tecnológica. Soy optimista y estoy seguro de que en los próximos años veremos cómo se siguen construyendo en España instalaciones renovables sin necesidad de ninguna subvención.

 

¿Cree que España cumplirá el objetivo marcado por la UE  de que el 20% del consumo final de energía proceda de fuentes renovables en 2020?

Es complicado, pues apenas faltan cuatro años y en la actualidad estamos por debajo del 15%. La Comisión Europa, en junio de 2015, ya advirtió al Gobierno español de que con la senda actual parece complicado que España alcance dicho objetivo.

Para alcanzarlo, sería necesario instalar del orden de 6.000 MW, esto es, unos 1.500 MW anuales. Sin embargo, en los últimos 3 años no se ha instalado ningún MW.

 

Según los expertos, España será uno de los países de toda Europa que más sufrirá los efectos del cambio climático. ¿De qué manera cree que está influyendo y qué medidas se podrían tomar?

Los efectos son claros y el clima está cambiando. Estamos viviendo inviernos anormalmente calurosos como el actual, o con nevadas que no se recordaban, como el del año pasado.

A mí lo que más me ha impactado es ver el retroceso de un glaciar cerca de Chamonix. Se veían las marcas de cómo ha ido descendiendo la altura del glaciar en los últimos 50 años, y su reducción es casi exponencial.

Medidas para combatirlo hay varias. Podemos reducir nuestro consumo energético sin renunciar a la calidad de vida, aumentando la eficiencia energética. Esto se puede conseguir tanto a nivel individual (cambiando ventanas con mayor aislante,  bajando la temperatura de la calefacción en nuestras casas, utilizando el transporte público), como a nivel político (favoreciendo la economía circular que impulse el reciclaje, promoviendo la fabricación de  bienes y servicios con programas que reduzcan el consumo y el desperdicio de materias primas, agua y fuentes de energía; impulsando la electrificación de la economía o la gestión activa por parte de los usuarios de su demanda energética).

 

¿Cuál cree que debe ser el papel de las empresas en el desarrollo sostenible?

La mejor manera de que las empresas se impliquen en el desarrollo sostenible es que se lo demanden sus consumidores.

Si el consumidor exige información a las empresas sobre qué materias primas se emplean y con qué coste ambiental y social se obtienen, y elige productos con baja huella de carbono que hayan sido fabricados asegurando un trato digno a sus empleados y con el mínimo impacto ambiental posible, al final a las empresas no les quedará más remedio, si no quieren ser excluidas del mercado, que ofrecer ese tipo de productos.

 

Además de su trabajo en una empresa energética es voluntario de la organización Energía Sin Fronteras. ¿Por qué decide embarcarse en esta aventura?

Siempre me ha atraído este mundo. Estuve colaborando varios veranos con una ONG Salesiana, acompañando a niños en situación de exclusión en orfanatos de Paraguay y Venezuela. Fue una experiencia increíble.

Por un lado, un choque duro con la realidad que se vive en esos países, donde conocí niños a los que han robado la infancia y que han pasado por experiencias horribles; y por otro lado, viví la inmensa labor que asumen cada día las hermanas salesianas y me permitió pasar unos meses fantásticos, junto con varios amigos de la Universidad, en los que pude conocer gente excepcional.

Sin embargo, tras esas experiencias, al volver a España sentía que no había dejado nada tangible ni perdurable. Así que busque algo más ingenieril y conocí en una charla en la Universidad a la ONG Energía sin Fronteras (ESF), que tiene como objetivo extender y facilitar el acceso a los servicios energéticos y de agua potable a los que todavía no los tienen.

En el mundo, 300 millones de personas carecen de acceso a la energía comercial y 2.600 millones queman biomasa y leña para cocinar y calentarse. Además, 880 millones de personas siguen privadas de acceso a un abastecimiento de agua potable adecuado, lo que genera multitud de enfermedades, y no les permite salir de su estado de pobreza.

La ONU, dentro de los Objetivos del Milenio, ha determinado que dar acceso a la energía a la población es indispensable para conseguir la meta de reducir la pobreza a la mitad.

Energía sin Fronteras ha desarrollado más de 60 proyectos de energía y agua, principalmente en África y Sudamérica, que benefician a más de 220.000 personas.

Me encuentro muy a gusto en esta ONG. ESF es una or ganización de voluntarios gestionada muy profesionalmente, en la que puedes encontrar voluntarios de todos los perfiles: desde jubilados que han sido altos directivos y aportan una capacidad de gestión increíble, a chicos que están todavía estudiando. Hay sobre todo ingenieros, pero también abogados, economistas, periodistas, etc.

Desde el primer día se confió en mí y se me asignó un proyecto de desarrollo. Diseñarlo, ejecutarlo, ver cómo se construye y visitarlo para comprobar que funciona correctamente y que aporta un servicio fundamental, es muy satisfactorio.

 

¿Dónde ha desarrollado esos proyectos?

He realizado todos los proyectos en Perú, en la región de Piura, distrito de la Matanza, al norte del país. Es una zona semidesértica y muy rural. Los habitantes sobreviven con agricultura y ganadería de subsistencia. Es una zona muy seca, excepto en determinados periodos, en los cuales, debido al fenómeno del Niño, llueve de manera torrencial durante unos pocos días. Esto produce que no existan cauces fluviales constantes, pero que en el subsuelo sea posible encontrar importantes bolsas de agua a una profundidad de entre 50 y 100 metros.

La tecnología empleada ha sido el bombeo solar. Es una zona sin electrificar y con alta radiación solar, lo que es perfecto para esta tecnología. Alguno de los pozos que hemos ejecutado lleva en funcionamiento más de 5 años y hasta la fecha de hoy no han dado ningún problema.

Ya hemos puesto en marcha siete pozos de agua en la zona que han permitido a las comunidades obtener agua potable, tanto para su consumo propio, como para su ganado. La utilidad de estos pozos ha sido especialmente relevante en los últimos tres años de sequía severa. Los proyectos han beneficiado a las comunidades en todos los sentidos: han reducido el número de enfermedades estomacales, han incrementado la asistencia de los niños al colegio han mejorado la economía al permitir el engorde del ganado y sus capacidades de gestión y, por último, estas inversiones han permitido que se desarrolle una pequeña industria local de instalación y mantenimiento de energía solar.

Cada pozo está gestionado por una Junta de Administración liderada por mujeres, que se encarga de establecer los horarios de extracción del agua, de recolectar una cuota mensual para el mantenimiento, etc.  Hemos comprobado que las mujeres en esa zona, en general, son más prudentes y mejores gestoras del dinero.

 

Llevar agua a una comunidad es llevar sanidad, agroalimentación, higiene... ¿Qué se siente cuando se trabaja en un proyecto de esta índole y se comprueba los múltiples beneficios que supone para toda una población?

Es muy satisfactorio viajar a la zona donde has ejecutado el proyecto y ver la importancia del mismo y los cambios que el proyecto ha supuesto para las comunidades.

Estas comunidades rurales están acostumbradas a recibir autoridades que solo prometen inversiones en épocas electorales y luego se olvidan de ellos, por lo que en general son desconfiados. Por el contrario, ESF llegó al distrito de la Matanza hace ya casi 7 años y en ese periodo ha ejecutado 7 pozos con energía solar y ha invertido cerca de 1 millón de euros.

La población de esas comunidades es gente tímida que suele desconfiar del extranjero, pero cuando alguno de ellos se arranca a hablar, te expresan la importancia y el cambio que ha supuesto en sus vidas el contar con agua potable. En el último viaje que he realizado el pasado enero, para inaugurar el pozo de Monte Azul, he visitado otros pozos ejecutados anteriormente y he podido apreciar que el cambio en los habitantes de esas zonas es muy significativo. Los niños tienen menos enfermedades por beber agua potable, lo que ha aumentado mucho su asistencia a clase.

Los pozos les han permitido soportar los años de sequía y no se han visto a obligados a emigrar a suburbios de grandes ciudades.

De hecho, el efecto de los proyectos ha sido justo el contrario: gracias a disponer de agua, los municipios han crecido en población y se han establecido en ellos de manera permanente escuelas y centros de salud.

Otro efecto que me ha parecido increíble es que la pequeña instaladora local que nos ha apoyado estos años y que ha construido los pozos, gracias a la experiencia adquirida con nosotros, ha podido optar y ha resultado adjudicataria de un gran concurso del Banco Mundial para electrificar más de 30.000 viviendas en Perú con energía solar.

 

¿Le gustaría trabajar en algún país o en alguna zona en la que crea que es necesaria una intervención urgente en materia energética?

Me encanta viajar a esos países para ejecutar los proyectos. La gente que conoces y lo que ves te permite vivir unas experiencias muy impactantes. Otra cosa diferente sería vivir allí de manera permanente. Aunque te alojes en un buen hotel en la mejor zona de la ciudad, es una pequeña burbuja que no representa la realidad de la mayoría de la población.

Siempre, cuando regreso de estos viajes, aprecio la suerte que tenemos en Europa al disponer de servicios públicos básicos de gran nivel, como la salud, la educación, los servicios energéticos, así como disfrutar de un alto nivel de seguridad.

 

Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible que Naciones Unidas están definiendo como parte de la nueva agenda de desarrollo sostenible se encuentra garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos y asegurar el acceso a energías asequibles, fiables, sostenibles y modernas para todos. ¿Qué pasos cree necesarios para el cumplimiento de estos objetivos?

El objetivo de la ONG con la que colaboro coincide absolutamente con el objetivo de la ONU.

Sin contar con suministro de energía y agua de calidad, no es posible salir de la pobreza. La quema de leña para calentar o cocinar acelera el proceso de desertificación. Beber agua no potable es una de las principales fuentes de enfermedades estomacales, que afecta principalmente a los niños. Sin suministro eléctrico, no es posible desarrollar ninguna industria o actividad económica que permita salir del estado de pobreza.  Afortunadamente, el desarrollo tecnológico, principalmente la reducción en costes de los paneles solares, está permitiendo ejecutar grandes planes de electrificación rural en países en desarrollo, lo que tendrá efectos positivos a corto plazo.

 

También tiene la oportunidad de vivir la faceta de docente. ¿Cómo ha sido esta experiencia?

A pesar de no tener mucho tiempo libre y no ser una actividad muy lucrativa, intento cuadrar mi agenda, pues es una actividad que me encanta. Ahora mismo imparto cursos de financiación en varias universidades y centros de postgrado españoles, y también he impartido cursos en empresas tanto en España como en Latinoamérica.

Es muy agradable contar a los alumnos tu experiencia en un entorno académico, lejos del  día a día y del estrés de la empresa. En la universidad hay tiempo para escuchar sus dudas y analizar con ellos las dificultades en la búsqueda de financiación para construir un activo energético y qué soluciones hay disponibles.

Gracias a dar clases he podido viajar bastante y compartir con alumnos de muchos países buenos ratos, donde yo les aporto lo que sé, pero a cambio me traigo de vuelta mucho más.