En tiempos de desafortunada idea, una imagen vale más que mil palabras, me cuesta no añadir palabras a la muda imagen de mis historias en Instagram. Siento colarme en una fiesta desentonando en el velo. En tiempos en que el mundo simbólico retrocede frente al imperio del activismo especular y escópico, se nada contracorriente realzando el valor de la palabra, que incluye el de la palabra por venir. Dar la palabra a la palabra es expresión de Novalis, evocada por la poeta y psicoanalista malagueña María Navarro en su libro Lacan en la orilla, de próxima presentación en el Ateneo de Palencia. Dar la palabra a la palabra convoca a psicoanalistas y poetas en un mismo afán. La aparición estelar de una palabra que aún permanece oculta permite despejar una onza el camino de lo imposible. Dejar que la palabra sorprenda por lo inaudito se pide al analizante cada sesión desde su diván, y dejarse alumbrar por un inédito modo de decir es lo que evitará al poeta el encuentro insoportable con el tan temido tiempo de la página en blanco. Cuando aún tenemos que mostrar los poderes de la palabra, que hiere y cura. Cuando aún dudamos en acudir a escuchar al poeta. Cuando vemos a políticos inteligentes inclinarse ante los meandros de la burocracia cultural frente al aliento fresco del empuje poético. Cuando no corremos a escuchar el canto claro y sereno del poeta desconociendo así su fuerza invisible para oponerse a la política de las cosas. Pese a todo eso, hay claro del bosque. En la ciudad en la que escribo esta columna ha nacido la posibilidad de volver a escuchar la voz de los poetas, tras doce años de silencio, en unas jornadas ad hoc. La voz y el estilo inconfundible de Gamoneda, Gragera, Aganzo, Julián Alonso, que darán la palabra a la palabra. Y por si fuera poco también Ildefonso Rodríguez y Constantino Molina. Más los laureados poetas cubanos, vecinos ilustrados de Paredes de Nava, Sergio G. Zamora y Ernesto Delgado. Y las muy jóvenes Rosa Berbel, sevillana en Granada; Violeta G. Alegre, vallisoletana; María Isabel Cuena, profesora en Barcelona, de ascendencia saldañesa; y la joven poeta de Internet, Clara Carusa, madrileña que conseguirá pronto el millón de jóvenes seguidores de su poesía, justo en el recinto de la imagen, Instagram. Este mes es novedad un libro de poesía de Carlos Aganzo, Don de la insolencia. No es mal título para lo que he venido a decir hoy.