Las consecuencias de aquella semana larga de temporal siguen en la retina de los montañeses, que no se borran de la cabeza, a pesar del tiempo transcurrido, aquellos días de incertidumbre en los que la Montaña Palentina se convirtió en un infierno teñido de blanco. Y es que a pesar de que han pasado ya la friolera de 3.659 días, los recuerdos se amontonan en la memoria de las gentes de la comarca, desde Guardo hasta Aguilar de Campoo, pasando por Velilla del Río Carrión, Cervera de Pisuerga o La Pernía.
Sobre el terreno, dio el do de pecho la Cruz Roja de localidades como Barruelo de Santullán, cuyos voluntarios se afanaron en ayudar a quienes más lo necesitaban en pueblos con serias dificultades para afrontar el día a día. Especialmente a las personas mayores, que a los achaques propios de la edad sumaron las dificultades de salir a la calle y lidiar con un suelo inestable y resbaladizo.
Javier Calderón fue una de esas personas que estuvo al pie del cañón y restó horas a su tiempo para regalárselas a los demás, al igual que sus otros 30 compañeros. «Hacíamos guardias de 24 horas, con un grupo importante en base y otros tantos en casa dispuestos a salir de inmediato si fuera necesario», subraya Calderón, quien se afanó, como el resto de voluntarios, en las personas mayores para llevarles el pan, la comida o las boticas. «Fue un operativo muy importante , el de mayor envergadura por una nevada», asevera.
Infierno blanco en la Montaña Palentina - Foto: Bragimo/ICAL«Se me pone la carne de gallina cada vez que recuerdo aquellos días», explica una vecina de Piedrasluengas que prefiere mantenerse en el anonimato. «Lo único bueno que tuvimos en medio de aquel desastre fue el presidente de la Diputación, José María Hernández, que se volcó con todos los pueblos de la zona, nos echó un cable y comprendió nuestra situación. Fue quien puso orden a aquel desastre», manifiesta.
Ese espíritu de ayuda a quien más lo necesita se vio también reflejado en el colegio San Gregorio de Aguilar de Campoo, convertido en un improvisado campamento para quienes se quedaron atrapados por la nieve al igual que el Castilla y León. «Habilitamos el gimnasio y algún que otro aula más para que pernoctaran unas cien personas en la primera noche», apunta Jesús Ángel Aparicio, actual director de Los Nemesianos y por aquel entonces coordinador de Secundaria y Bachillerato.
En ese momento, los aguilarenses se movilizaron de inmediato, «con mantas, sacos de dormir e, incluso, bocadillos». Los días sucesivos el volumen de gente bajó hasta los 30-40 damnificados «que se duchaban, comían y convivían aquí». «La vocación de ayuda a los demás está en nuestro ADN. Tenemos que predicar con el ejemplo y transmitirlo en una ocasión tan excepcional como esta», añade. Un trabajo altruista que convirtió a la biblioteca en el «centro base de operaciones» y por el que recibió una carta de agradecimiento de la Embajada de Reino Unido.
Infierno blanco en la Montaña Palentina Quien también vivió en primera línea de batalla el temporal fue Alfonso Fernández, encargado de Obras y Aguas en el Ayuntamiento de Guardo. «Se trabajó a destajo echando sal y quitando nieve», en un dispositivo «sin precedentes» que funcionó entre las 8 y las 20 horas con un breve descanso para comer, señala. «Nevó mucho, con espesores de hasta 1,3 metros en la zona del cementerio y de 1,7 en el barrio de Las Rozas, pero las calles estuvieron transitables en todo momento», detalla Fernández en declaraciones a Diario Palentino con la experiencia que da el paso de los años y el trabajo sobre el terreno.
Y es que la villa fue un ejemplo de coordinación entre el plan invernal municipal y los servicios externos que se contrataron a sabiendas de que con los primeros no se iba a dar a basto. La suya fue una decisión arriesgada, pero eficaz: no solo desplazar la nieve a ambos lados de la calle, sino retirarla y llevarla lejos del casco urbano con la ayuda de vehículos pesados.
ANIMALES
Infierno blanco en la Montaña Palentina Una de las mayores preocupaciones en la Montaña Palentina era la situación en la que se encontraba el ganado, tanto la cabaña en extensivo que estaba en medio del monte como la de intensivo en cuadras a las que el acceso era casi imposible. «Fue una nevada terrorífica», comenta desde La Pernía Mariano San Abelardo en su condición de ganadero de vacuno.
Una tarea que se dificultó aquellos días porque no había otra forma de acercarse al trabajo que no fuera a pie. «Hubo días de mucho peligro y dificultades para llegar a las naves, ubicadas fuera de los cascos urbanos, y muchas veces nos vemos solos para luchar contra las inclemencias», denuncia. Y lo hace con conocimiento de causa, pues el temporal le provocó daños por valor de 3.000 euros en forma de tornillos sueltos o chapas desprendidas en la nave, sepultada por momentos bajo un espeso manto de nieve.
Las mascotas sin hogar encontraron una mano amiga en colectivos como la Asociación Protectora Amigos de los Animales (APAA) de Guardo, donde voluntarios como Genoveva de las Heras no faltaron «ni un solo día» a su cita con el refugio, en el que por aquel entonces cuidaban a medio centenar largo de canes. El esfuerzo fue sobrehumano, pues a los animales había que atenderlos «a diario», a pesar del «intenso frío y la gran caja de nieve», sumados a las «enormes dificultades» para acceder a las instalaciones. Y es que la pasión por los peludos hizo que De las Heras trabajar incluso a -9 ºC y la nieve por las rodillas.