OPINIÓN.- Este año se celebrarán elecciones al Parlamento Europeo. En España, el domingo 9 de junio. Convocatoria tras convocatoria, es la cita electoral con menos participación y sólo si coincide con otra elección la respuesta es digna de tomar en serio el resultado en las urnas. La gente… pasa, por decirlo sin paños calientes.
cNuestra participación en las europeas de 2019 rondó el 60 % gracias a que el mismo día se celebraron las elecciones municipales, más autonómicas en todas las comunidades de España salvo en cinco. En el conjunto de Europa no fue para tirar cohetes: votó un ramplón 51 % del censo.
Es pobre consuelo que en los anteriores comicios (2014) la abstención incluso fuera el partido más votado en el conjunto de la Unión Europea: más del 57 % de la masa electoral. Sucedió lo mismo en España: sin el dopaje de otras elecciones, el partido de la abstención superó el 56 %, similar a la de todo el ámbito comunitario.
Los expertos ven diversas causas para una abstención tan alta. En resumen, reparten culpas entre la ciudadanía (distanciada de la estructura comunitaria y cada vez más desencantada con el funcionamiento de ciertas instituciones) y unos políticos incapaces de trasladar al votante cuánto se ventila en las elecciones comunitarias.
Desde esta humilde colaboración con Diario Palentino vamos a intentar animar a la participación de los agricultores y los ganaderos de nuestra provincia en las elecciones europeas de este año. Queremos animar el 9-J, sí, pero también abrir los ojos. Cuando alguno lea estos párrafos, quizá nos acuse de simplificar. Puede ser, no nos acompleja. Para enredar las cosas ya hay muchos, precisamente en instituciones comunitarias que regulan y regulan, sin pensar en los efectos de su fiebre normativa y burocrática. Bien lo sabemos, por cierto, los profesionales del campo,
Vamos, pues, con el asunto para animar a la participación el 9-J... La Eurocámara aprobó el pasado 27 de febrero la controvertida Ley de Restauración de la Naturaleza. Ha sido un auténtico caballo de batalla entre el sector agroganadero y las políticas medioambientales que dominan en la Unión, una especie de integrismo ideológico cuya base democrática real es discutible. Ni nos han preguntado, ni emanan de la población esas diversas varas de medir lo ecológico que usan a conveniencia. También es ilógico ese ridículo papel que se arroga la vieja Europa, quijote de la avanzadilla verde mundial, sin valorar que sólo somos una pequeña parte del planeta y que el medio ambiente no sabe de fronteras.
Afortunadamente, a última hora Hungría se ha sumado a una minoría de bloqueo, junto con Finlandia, Suecia, Países Bajos, Austria, Polonia, Bélgica e Italia, lo que ha frenado esta ley. De momento… y en el último paso institucional: la ratificación por parte de los estados miembros de la Unión Europea.
En plena protesta del campo, nuestros queridos europarlamentarios, insensibles a la masiva movilización, decidieron en pleno por una mayoría ajustada (329 votos a favor, 275 en contra y 24 abstenciones) impulsar una ley que dará la puntilla a cientos de actividades agroganaderas en nuestro país.
Por si tienen curiosidad, además del amigo Puigdemont, perejil de todas las salsas, votaron a favor de la polémica norma los dieciséis europarlamentarios españoles del PSOE, los dos de Esquerra Republicana de Cataluña y otros cinco de Podemos, Izquierda Unida y sus alrededores. En cambio, rechazaron la ley los trece parlamentarios europeos del Partido Popular, los cuatro de Vox y una europarlamentaria del PNV (en Ciudadanos, fieles a sus maniobras desconcertantes, un voto a favor y uno en contra).
Pues ahora, a reflexionar el voto del 9-J. No queda tanto. ¿Ve cómo las elecciones europeas sí son importantes? ¿Ve cómo las instituciones comunitarias no quedan tan lejos como algunos quieren que pensemos?