Los jóvenes, también llamados nativos digitales, no imaginan un mundo sin el buscador Google,la aplicación de mensajería instantánea WhatsApp, los teléfonos móviles inteligentes (smartphone) y las redes sociales. No es una novedad insistir en que los usan a diario, al igual que las redes que van variando por cuestión de modas.Ahora llaman más la atención Instagram y Tik Tok, antes gustaban más Facebook y X cuando era Twitter.
En cambio, las personas mayores han vivido gran parte de su vida sin estas tecnologías y se da el caso de que alguno no las ha utilizado nunca. Tenían teléfonos fijos y, si surgía alguna emergencia, usaban las cabinas en la calle y los aparatos de los establecimientos públicos. Pero los tiempos cambian y corren el riesgo de quedarse incomunicados, de ahí que desde el colegio Santo Ángel de Palencia apostara por desarrollar un proyecto de aprendizaje-servicio (APS) en el que participaron los 57 alumnos de las dos clases del segundo curso de EducaciónSecundaria Obligatoria (ESO) del centro y los usuarios de la residencia ReinaIsabel, que esta situada en la avenida de Modesto Lafuente.
Los primeros enseñaron a los segundos el funcionamiento de un móvil y sus principales usos, según explica Héctor Bartolomé, tutor de uno de los dos grupos. «Con el proyecto APS queremos enseñar a los alumnos que vivimos en sociedad y en la que todos tenemos que colaborar, ayudar y facilitar, en la medida que podemos, nuestros conocimientos», declara.
La actividad, llamada Mentoría alumnos-personas mayores, buscaba que los jóvenes pudieran contribuir de forma desinteresada a solucionar un problema actual a través de la educación, detalla Bartolomé. También tenía como fin que los estudiantes fueran profundizando en los preceptos de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que son, tal y como aparece en su página web, los puntos a seguir en todos los países para erradicar la pobreza, proteger el planeta, así como garantizar la paz y la prosperidad. En este caso, con su acción contribuían a una educación de calidad (objetivo 4) y a la reducción de las desigualdades (objetivo 10).
«Hemos intentado ayudar a los mayores para que estén al día y modernizados en este aspecto que facilita la vida y, en el día a día, puedan comunicarse con su familia, abrir imágenes que les mandan o enviar ubicaciones si alguno está desubicado», explica Bartolomé, que llevó a cabo este proyecto de APS junto a la tutora del otro grupo, Noemí Pérez.
Para ello, se pusieron en contacto con la psicóloga de la residencia, Marta Abril, a la que preguntaron en qué punto podía comenzar este proyecto. «Tras hablar con ella, agrupamos a los usuarios, con edades que llegaban a superar, en algunos casos, los 90 años, en cuatro niveles según sus habilidades», comenta. En el más bajo estaban aquellos que necesitaban ayuda para encender y apagar el móvil y para introducir los códigos PIN (siglas en inglés de número de identificación personal) y PUK (iniciales en el mismo idioma de código de desbloqueo personal). En el segundo, los usuarios que no controlaban aún la guía de contactos y las llamadas; en el tercero, las personas mayores que no sabían utilizar correctamente el Whats App y, en el cuarto, las que podían aprender a entrar en el buscador y acceder a internet. «Los dos primeros eran niveles de supervivencia; el tercero, avanzado y el cuarto, de ocio», apunta.
APRENDER A ENSEÑAR. Pero primero fue necesario que los jóvenes aprendieran cómo enseñar a los mayores. En primer lugar, Bartolomé explica que tuvieron que explicar a los jóvenes a mandar mensajes de texto en un teléfono móvil con botones puesto que ellos no los habían usado. Es decir, para poner la letra b no habían marcado nunca dos veces seguidas la tecla del dos. «Alguno de los usuarios tenía estos móviles y hubo que enseñárselos a los estudiantes, aunque aprendieron en nada. Cuando lo vieron pensaron que eran de la Edad de Piedra», apunta.
La parte teórica del proyecto la desarrollaron durante las horas de tutoría. «Empezamos en octubre y fuimos preparando cómo iban a enseñar a los mayores», subraya. Posteriormente, elaboraron unas infografías similares a un manual de instrucciones para ayudar a los ancianos que fueron supervisadas por los tutores. Además, los jóvenes expusieron en el aula todos los conceptos que iban a enseñar a los mayores en la residencia (encender el móvil, meter la tarjeta y los códigos, acceder a la guía de contactos, llamar, entrar enWhats App, abrir archivos, mandar ubicaciones, hacer fotografías y utilizar buscadores y otras aplicaciones. «Hicimos unas correcciones y mejoras antes de ir a la residencia», explica Bartolomé. En la Reina Isabel llevaron a cabo en febrero dos sesiones de una hora de duración cada una; los escolares se repartieron por grupos y enseñaron lo que saben, que, en estos campos, es mucho.
El tutor asegura que el resultado fue positivo tanto para la residencia de mayores como para el centro escolar de la calle Alfonso Xel Sabio. «Quedaron muy contentos. La psicóloga nos ha comentado que aprendieron y que siguen haciendo un uso diario de nuestras infografías, que se colgaron en las paredes de la sala de ocio», señala. Por su parte, a los jóvenes -«que terminaron encantados de ir allí», asevera- les sirvió para que se concienciaran «de la situación de vulnerabilidad en la que están los ancianos en lo relativo al uso del móvil». «Una cosa tan sencilla para ellos es un mundo para las personas mayores», añade Bartolomé antes de declarar que los alumnos «sacaron lo mejor de ellos y empatizaron con los usuarios de la residencia y sus dificultades». «Es una forma de relacionarse con personas de mayor edad, a las que muchas veces no se acercan porque ya no tienen abuelos», concluye.
DESDE 2016. Desde el colegio Santo Ángel explican que llevan trabajando con la fórmula de APS desde 2016. «El centro fue premiado a nivel nacional en 2019», detalla la exdirectora, Inmaculada Martín.