Los toreros, los rejoneadores, los novilleros lidian por la tarde lo que por la mañana les ha tocado en suerte. Esta expresión hace honor a la verdad, puesto que cada día, a las 12 horas, se sortean los lotes que cada uno de los integrantes de la terna toreará. Pero antes de dejar hacer a la suerte, existe un trabajo ejecutado por los veterinarios, la autoridad y los ayudas y veedores de los que por la tarde se pondrán ante el toro. En ocasiones son ellos mismos los que se acercan al apartado y sorteo de las reses, como ayer El Cid o el domingo los rejoneadores.
Los veterinarios determinan cuáles de los animales cumplen con los preceptos del Reglamento Taurino, y los dan de paso, y cuáles no, por razones diversas. Desde el peso, a heridas o defectos que se hayan producido en los días que han estado en los corrales. También pueden desechar ejemplares nada más bajar del camión.
En la jornada de ayer, los veterinarios tiraron dos ejemplares de Benjumea, hierro que sólo había desplazado siete. Hubo que recurrir a dos de Albarreal y un Pereda que estaban en los corrales. Una vez determinados los toros que entran en la corrida, entre los veedores, ayudas y los propios toreros en algunos casos, siempre con la supervisión de la autoridad, se hacen los lotes: tres paquetes de dos toros cada uno y se intenta, con lo que se puede saber de un toro desde tres metros de altura, que sean lotes equilibrados. Que ninguno se lleve los dos peores ni los dos mejores toros. Además se reseñan los sobreros.
Una vez realizados los lotes, llega la hora de la suerte. En papeles de fumar se escriben los números de los toros de cada lote, se arrugan hasta hacer tres pelotillas iguales y se introducen en un sombrero cordobés que es tapado. Se agita y, por orden de antigüedad en la alternativa, los representantes de los espadas meten la mano, sin mirar sacan una pelotilla, la abren y leen el contenido de la misma. Por ejemplo, ayer para El Cid el lote fue el compuesto por los toros 9 y 64 de Benjumea. Ya sólo queda determinar, según el gusto del profesional, cuál de los dos toros de su lote sale en primer lugar y, cuál en segundo (en el caso de El Cid fue el 64 por delante y luego el 9) para enchiquerarlos así en su orden de lidia.