«He tenido la suerte de hacer algo que me gusta»

Carmen Centeno
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El 31 de diciembre de 2020 puso fin a una larga vida laboral, iniciada hace 40 años sin apariencia de futuro, y que con el tiempo sumó puntos en su haber vital hasta convertirse en una profesión «apasionante»

«He tenido la suerte de hacer algo que me gusta» - Foto: Sara Muniosguren

El pequeño de nueve hermanos no notó carencias en la infancia, aunque más tarde supo que las había sufrido aquella gran familia, de igual modo que había guardado para sí, sin lamentos externos, las consecuencias de la guerra civil. «Con los años me fui enterando de que mi padre, que había sido minero en Barruelo y Orbó, participó en la revolución de 1934 y pagó por ello, pero jamás oí una queja de sus labios. Mi madre era más dicharachera, pero tampoco hablaba de aquellos tiempos».  


Javier Paredes Fernández nació el 20 de agosto de 1957 en Palencia. Su progenitor trabajaba en un almacén de coloniales y vivían de alquiler en una lechería de Eras del Bosque, circunstancia que le familiarizó con los animales. Nunca ignoraría el origen de la leche, como dicen que les pasa ahora a muchos niños de ciudad, entre otras razones porque más de una vez ordeñó alguna vaca. Sus recuerdos de niñez están llenos de juegos. «Estábamos todos en la calle, pero nos daba la sensación de que siempre nos tenían vigilados, porque si no era una vecina, era otra, la que informaba sobre el lugar en el que estábamos y lo que hacíamos a nuestra madre, y ella hacía lo mismo con las de los demás».


Aquella mujer no paraba de faenar con una prole tan numerosa en casa. Tampoco su padre se tomaba muchos respiros, con el tiempo dividido entre el trabajo y la lectura. Así las cosas, los sueños se circunscribían a lo más próximo, que venía a coincidir con lo necesario o, lo que es lo mismo, terminar los estudios primarios y buscar un empleo. 


«Lo que sucede es que ellos querían que los más pequeños estudiáramos en vez de ponernos a trabajar demasiado jóvenes», comenta. Por eso, tras pasar por el colegio Blas Sierra y por la Escolanía de San Francisco, le enviaron interno a Cristo Rey, en Valladolid, donde cursó Maestría Industrial por la rama de Electrónica. «No me llamaba la atención, pero lo hice», añade. Al concluir, no había mucho trabajo de lo suyo que, en realidad, no lo sentía así ni como vocación ni tan siquiera como afición.

 

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