Se fue Gerardo Vera, a los 73 años; agotó todas sus vidas posibles, y las imposibles. Díaz Caneja, un pintor de culto, confesaba que se aprende a pintar a partir de los setenta años. A Vera le quedaba por lo tanto, lo mejor de su vida creadora.
Ha tenido que morirse para darnos cuenta de que la multiplicidad de sus vidas artísticas no cabía en la rutina de su vida diaria. Por eso siempre había algo de él que se nos escapaba.
Gerardo Vera es más que un escenógrafo; es un hombre de teatro total. Su condición de escenógrafo dotaba a su teatro de una plasticidad muy personal.
Conocí a Gerardo Vera en una cena restringida en un hotel moderno y muy famoso, que se había puesto de moda gracias a Victoria Beckan, mujer de un futbolista afamado. Estábamos gente de teatro convocados por no recuerdo qué emisora de radio. Empezamos hablando de teatro e ignoro a través de qué derivas dialécticas terminamos, Gerardo y yo, hablando de Mao. Quizá fuera porque alguien ensalzó, por razones ideológicas, un mediocre espectáculo en cartel, y yo respondí que no importa la carga política de una obra si antes no es arte; y apostillé «congreso de Yenan…».
Gerardo no me dejó terminar y matizó: «Mao Tse Tung 1942». Nos quedaba por dilucidar, o me queda a mí, si el teatro es arte u otra cosa, un lenguaje tan específico que no admite definición.
Se lo ha llevado por delante el coronavirus asesino; pero quedan sus montajes, por una circunstancia u otra, todos dignos de recordatorio. De su última etapa queda, por ejemplo, Agosto, con Carmen Machi y Amparo Baró. Y sobre todos, Los hermanos Karamazov. Con un Juan Echanove en estado de gracia infernal y Marta Poveda, sublime en una Grousenka turbadora y enamorada.
Yo, lector impenitente de Fedor Dostoiewski, he amado todos los personajes de su colosal obra, incluido el padre abyecto, borracho y pendenciero de los Hermanos. Pero, a través de Marta Poveda, amé, sobre todos, a Grousenka tiranizada por el amor a Dimitri.
Nunca diré, «Gerardo Vera ¡descansa en paz!». Donde vayan las almas de creadores como él, nunca habrá paz. Machbeth, cuyos ensayos con Marta Poveda de protagonista de nuevo, estaban a punto empezar, se ha quedado solo. Y nosotros también.