A finales de junio de 2019, me llamó la atención el grito desesperado de David Segovia, el alcalde de Pedro Bernardo (Ávila). «No nos dejan vivir dignamente en el mundo rural». «Nos quieren echar». «Somos ciudadanos de cuarta división pese a pagar nuestros impuestos». Frases que bien podrían haber salido de nuestros pueblos, que viven en sintonías similares.
La gota que colmaba el vaso fue el incendio en el lugar conocido como Gavilanes, como consecuencia de una negligencia relacionada con la línea eléctrica, que arrasó 1.400 hectáreas. A las palabras de su alcalde, se une la denuncia de los 900 habitantes que guardan un minuto de silencio tras asistir a la lectura de un manifiesto que denuncia el abandono institucional. «Les suplicamos que pararan el frente, que se encontraba en lo alto de la montaña y amenazaba al pueblo, pero les entró por un oído y les salió por el otro. Tenemos experiencia, sabemos cuándo cambia el aire, cuándo ataca el fuego... pero no nos hicieron caso y el fuego bajó hasta la carretera». Solo dos días después del siniestro, el Gobierno de Castilla y León se hace con los medios para extinguirlo. «Aún estamos esperando al plan de reforestación que se propuso tras el incendio del 2000».
Desgraciadamente, eso ya lo hemos visto antes. Crece la indiferencia hacia todo aquello que desconocemos, hacia aquello que no nos afecta en propia carne. La misma indiferencia que muestran los políticos inmersos en campañas donde ahora se cuestiona la preparación que siempre lucieron en el exterior de nuestra Sanidad, o cualquier cosa que tenga que ver con el prestigio. Sí, tenemos un mundo rural, lo reconocemos, pero es una visión fugaz, no es lo que importa de verdad a nadie. David Segovia, el alcalde de un pueblo, denunció la dejadez del gobierno regional en materia forestal.
Y la situación se repite en otras áreas, como la sanitaria y en otros muchos puntos de la región, como el nuestro de la montaña palentina. Hay que seguir rezando para que no pase nada, porque es público y notorio que no van al mismo ritmo las promesas que las obras.