Junio es el más temido para los estudiantes. En estos días, comprobarán si su asistencia a clase, su atención a los profesores y sus apuntes han servido para algo. Se enfrentan a la prueba de fuego que determinará cómo será su verano y también el próximo curso. En sus calendarios y agenda figuran marcados en rojo las fechas clave, aquellas en las que están llamados a sentarse ante una hoja en blanco para demostrar lo aprendido.
Por eso, estos días las bibliotecas son un bullir de jóvenes que, cargados con mochilas apuntes y ordenadores portátiles y tablets buscan un remanso de paz en el que poder concentrarse y aprovechar al máximo el tiempo que tienen por delante antes de la hora h del día d.
El panorama en las bibliotecas es bastante variado. Hay quienes optan por el método tradicional del papel, el boli y los subrayadores de colores, mientras que otros prefieren las pantallas, el ratón y los pinchos USB para leer sus apuntes.
Un buen ejemplo de ello es la sala en la que cada día se dan cita decenas de estudiantes en el centro cultural Lecrác. Ahora ya no solo es necesario el silencio sino también un enchufe y conexión wifi.
En el Lecrác desde el pasado 1 de junio las salas de estudio abren casi de forma ininterrumpida, solo se cierra entre las 15 y las 16 horas para poder limpiar y airear las estancias. Esa disponibilidad y la apertura de una nueva sala con capacidad para 74 personas han hecho que las colas para hacerse con un hueco hayan desaparecido.
Así lo reconocen desde el propio centro, que aseguran que es por la tarde cuando más número de estudiantes se dan cita en la sala. «Por la mañana casi todos son opositores, porque muchos de los estudiantes están en clase. Se hace una pequeña cola cuando reabrimos al mediodía, pero no son las que se formaban antes de que abrieran la otra sala», afirman desde el centro. «En estos momentos, ningún estudiante se está quedando sin hueco», señalan. «Antes venías pronto, hacías la cola y podías encontrarte con la situación de no tener sitio para estudiar y tener que volverte a casa», afirma Sergio Estébanez, estudiante universitario de Física. «Desde que han abierto lo nuevo ya no hay tantas aglomeraciones, aunque han tardado más de lo previsto en tener lista la nuevas sala, porque ya habíamos empezado los exámenes cuando se abrió», señala. Ahora cuando todas las mesas de un sala están completas se abre la otra, por lo que es mucho más difícil quedarse sin un espacio de estudio.
Los que prefieren estudiar en las bibliotecas son asiduos, es decir, casi siempre son los mismos, por lo que además de cumplir con su obligación como estudiantes también fomentan las relaciones. «Cuando bajamos a hacer un descanso, también conoces gente porque al final, de tanto verte, socializas», reconoce Silvia Quijano que se está preparando para la EBAU.
Desde el pasado 1 de junio el Lecrác tiene su sala abierta casi 24 horas al día, pero los conserjes aseguran que de madrugada son pocos los que siguen allí estudiando. «Por la noche, entre las 3 y las 7 puede haber una o dos personas estudiando, lo cual tampoco tiene mucho sentido puesto que eso supone un gasto de luz, personal, calefacción...», afirman los responsables del centro, que creen que los horarios podrían ajustarse de otra manera.
Por su parte, los estudiantes intentan aprovechar al máximo el tiempo que están en la sala de estudio. Preguntados por si de verdad están centrados en sus apuntes, aseguran que sí, que son pocos los que están distraídos. «Los que venimos aquí es para estudiar. Puede que alguno se despiste con las redes sociales, pero tampoco te das cuenta, porque no molestan, así que por un lado es difícil saber lo que hace cada uno», apunta Alba Díez mientras hace una descanso en sus horas de estudio para aprobar la EBAU en julio.
En lo que también coinciden es en que se concentran mejor en las salas de estudio que en casa. «Yo vengo porque hay menos distracciones. Como todo el mundo está estudiando a ti tampoco te queda otro remedio que estudiar», señala Carlota García, estudiante de segundo de Bachillerato. «En casa está la tele, el frigo, te tumbas... es más fácil despistarse», afirma Alba Díez.
Reconocen que el Lecrác es buen sitio para estudiar, pero aseguran que todavía hay algunas cuestiones que mejorar, «como las goteras, que siguen estando ahí», afirma Carlota García. También piden mesas un poco más grandes, porque están «muy juntos, casi no hay espacios de separación entre nosotros, sobre todo, en la sala vieja», señala Sergio Estébanez.