No es la primera vez que Diario Palentino se hace eco de la situación en la que se encuentra el patrimonio de Vallejo de Orbó y tal vez no sea la última, a no ser que lo poco que queda de algunos edificios como la iglesia de Santa Bárbara acabe por sucumbir al paso del tiempo y al abandono.
Historia hecha pedazos. Así se titula este reportaje y es que, aunque a muchos vecinos de la localidad y de la comarca les gustaría que la noticia fuese otra, cada vez se antoja más difícil una intervención que impida la desaparición de los numerosos inmuebles que nacieron al abrigo de los yacimientos de carbón y de la sociedad Esperanza de Reinosa, responsable del surgimiento de este núcleo, ampliado posteriormente por la compañía Carbonera Española.
Actualmente, Vallejo pertenece al término municipal de Brañosera y cuenta con menos de un centenar de habitantes, pero a finales del siglo XIX y principios del XX recibió a cientos de personas en busca de trabajo en las explotaciones del negro mineral, tal y como recoge El valle de los sueños, un libro editado por Aruz Ediciones y firmado por Fernando Cuevas, natural de Barruelo de Santullán y trabajador en el Centro de Interpretación de la Minería de esta misma localidad, y por el leonés José Sierra, profesor de Geografía en la Universidad de Cantabria.
Historia hecha pedazos - Foto: FRANCISCO JAVIER DEL CARMEN
En aquella época, las prácticas paternalistas diseñadas por las empresas mineras en su afán por controlar la vida de los trabajadores más allá del espacio laboral, hicieron de la Colonia Obrera de las Minas de Orbó -que así se llamó en un primer momento lo que hoy es Vallejo- un asentamiento excepcional, con dotaciones inexistentes en otros pueblos de la zona. Escuelas, hospital, economato, comedores sociales, farmacia,oficina de correos, una caja de ahorros y otra de socorros, círculo cultural, iglesia, cuartel de la Guardia Civil, la primera sala de cine de toda la provincia... Nunca faltó de nada en una localidad donde establecieron sus anhelos de enriquecimiento los promotores de las minas y donde los ingenieros desarrollaron fantásticas creaciones técnicas nunca antes contempladas.
La colonia fue creciendo hasta alcanzar en sus años de máximo esplendor una cifra cercana a los 2.000 habitantes. Esto trajo consigo la implantación de servicios públicos como el alumbrado, el agua potable, el saneamiento o la recogida de basuras, que convirtieron a Vallejo en un ejemplo a seguir entre las localidades de la comarca. También se puso en marcha un teléfono que conectaba el pueblo con la estación de ferrocarril de Cillamayor y que, según Becerro de Bengoa, fue el primero de la entonces Castilla la Vieja, o un canal subterráneo que, en palabras de Malo de Molina, fue «el único navegable en el interior de una mina de carbón en España».
No obstante, la crisis del sector hizo que, a partir de 1969, con el cierre de las minas, se iniciara el declive de la localidad y de su valioso patrimonio industrial, abandonado a su suerte por la empresa propietaria a la que, tal y como afirma el teniente de alcalde del Ayuntamiento de Brañosera, Julio García Solís, aún pertenece la iglesia. «El antiguo Cine Ideal, el hospital y la farmacia están en manos privadas y con la Casa del Pueblo que construyeron los mineros antes de la guerra se hizo el Consistorio», expresa García Solís, natural y residente en Vallejo, nieto e hijo de mineros que lleva años luchando para salvar lo que un día fue.
Historia hecha pedazos - Foto: FRANCISCO JAVIER DEL CARMEN
También la Asociación para la Recuperación del Patrimonio Industrial (ARPI), presidida por José Luis Ruiz, ha instado a las diferentes administraciones para que intervengan a favor del patrimonio industrial de la localidad e incluso ha celebrado actividades culturales y musicales en algunos de estos espacios olvidados para su puesta en valor.
Sin embargo, muchos de los edificios que antaño dieron vida y en la actualidad siguen dando forma a la localidad norteña, enclavada en uno de los parajes más bellos de la Montaña Palentina, parecen haber firmado hace mucho tiempo su sentencia de muerte, una triste realidad que entierra también la posibilidad de que este pueblo de corta vida pero honda historia encuentre en el turismo histórico e industrial una oportunidad para sobrevivir.
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REPORTAJE GRÁFICO: FRANCISCO JAVIER DEL CARMEN Y JULIO GARCÍA