Conectado a todas las disciplinas artísticas. Así se ha sentido siempre el palentino Miguel Rascón, aunque una de ellas, el teatro -y con él la interpretación- es la que más le ha enganchado «gracias a la expresión de emociones, creatividad y curiosidad».
«Lo que más me gusta es poder sentirme identificado con unos sentimientos que no son míos, pero nacen de mí, y ser capaz de transmitirlos a alguien que es totalmente ajeno. Es el poder sanador y terapéutico del teatro, que te hace pensar y ver otras realidades», resume Rascón, de 36 años. Una profesión con la que contactó por primera vez a los 11 años, cuando uno de sus profesores le propuso actuar los fines de semana por los pueblos. «Eso fue lo que me enganchó», asegura.
25 años después, Rascón tiene su propia compañía, La Kimera Teatro -junto a Héctor González, a quien conoció mientras estudiaba Arte Dramático-, con la que presenta el viernes 27 en el Principal Raclette, «una tragicomedia muy innovadora con olor a comida recién hecha». Él es director artístico y su socio se encarga de lo técnico, «siempre mano a mano».
Estrenaron la obra en abril de 2021:«Fue un acto de valentía y de resistencia para demostrar que la cultura era segura. La acogida ha sido muy buena». Recuerda que, entonces, «no era momento para elevar la queja, el lloriqueo y el pesimismo». «La mejor manera de luchar era poniéndonos a trabajar. La obra lo merecía», añade. Llega ahora al Principal por primera vez como profesional. «Me muero de ganas», dice. La última vez que actuó en Palencia fue antes de la pandemia, con el proyecto Contiene Teatro, un festival de artes escénicas en espacios no convencionales. No vendrá este año, pero asegura tener todas las esperanzas puestas en volver en 2023 «porque es una experiencia muy guay».
La iniciativa también surge de La Kimera Teatro, una compañía que les sirve «como manera de dar rienda suelta a nuestra imaginación, a los textos que escribimos y leemos». Con su primer montaje llegaron al festival Don Quijote de París:«A partir de ahí, hemos puesto en marcha cada necesidad expresiva que surge para entregárselo a la gente». Dice que el arte iría más lento si el profesional está supeditado a la «azarosa» oportunidad que le pueda llegar. «Esa necesidad expresiva que necesitamos cubrir se queda corta si solo trabajamos para otros», opina.
«Soy muy palentino. Me fui con mucha pena, pero allá donde voy digo de dónde soy y estoy encantado de llevar Palencia conmigo», expresa Rascón, que estudió en una de las escuelas de arte dramático más prestigiosas del país, la de Cristina Rota. «Lo más preciado es que te pone en contacto con gente que tiene tus mismos intereses. Eso crea sinergias y que puedas encontrar tu hueco», destaca Rascón de la institución, además de ensalzar a profesores como Darío Facal, Armando del Río o Chevi Muraday, Premio Nacional de Danza.
Rascón señala que el público de Palencia «está sediento de cultura y responde muy bien a las iniciativas. Ahí está el ejemplo del Palencia Sonora; la ciudad está en un momento perfecto para crecer». Para él, el teatro es «hacer artesanía». «Una función nunca será igual a otra. Se construye algo tan delicado y efímero que es una pieza única para el espectador, de cuya energía nos nutrimos», concluye.