Fue en 2003 cuando el arqueólogo Eduardo Peralta comenzó a excavar en el castro cántabro de La Loma, donde permaneció hasta 2007. Trece años después, son los doctores Ketxu Torres (Instituto Monte Bernorio de Estudios de la Antigüedad del Cantábrico, Imbeac) y Santiago Domínguez (ARES Arqueología y Patrimonio Cultura) los que continúan, desde hace cuatro veranos, el legado de su compañero de profesión (él sigue involucrado de lleno en el proyecto)con el objetivo de arrojar luz sobre esta importante ciudad fortificada, situada en las proximidades de Santibáñez de la Peña, que fue de vital importancia durante las Guerras Cántabras.
La crisis sanitaria del coronavirus no les ha echado atrás, aunque sí ha mermado significativamente el equipo, reducido a tan solo siete profesionales. En este contexto, han hecho un esfuerzo importante para desentrañar cómo es la planta del baluarte, una defensa «extraordinaria, muy parecida a la de un castillo», señala Torres.
De este modo, en las sucesivas campañas han ido siguiendo la línea defensiva, hasta que descubrieron un espacio con un gran potencial entre las dos murallas que rodean el castro. Un trabajo que ha dado sus resultados, pues este año han descubierto uno de los accesos a la ciudad, concretamente el que atacaron los romanos en el asedio al que sometieron a los habitantes de la ciudad. «Empezarían con un fuego de cobertura (de ahí la gran cantidad de flechas allí encontradas en las sucesivas campañas) para continuar las legiones a pie para la carga final con escalas y arietes», explica Domínguez.
Tras las huellas del pueblo cántabroSegún las investigaciones de ambos, y a tenor de los hallazgos de las sucesivas campañas, el nivel de destrucción se estima en el siglo Iantes de Cristo, pero el de construcción va mucho más atrás de lo que inicialmente se creía. Y es que frente a lo que sostienen varios autores, que defienden que la construcción de las murallas fue la respuesta de los pueblos cántabros a la llegada de los romanos, Torres y Domínguez aseguran que «formaban parte del desarrollo urbano de la ciudad», tal y como demuestran el uso de construcciones depuradas, las cimentaciones complejas o el uso de muralla de módulos. Una característica, esta última, muy peculiar, pues es el castro situado más al sur donde se ha hallado este modelo constructivo.
«Hablamos de un diseño defensivo increíble, con esquinas redondeadas, que es una técnica que se empleaba para evitar el efecto de la artillería», subrayan los arqueólogos. Dicho de otra forma, en La Loma se emplearon «todos los adelantos que estaban circulando en la segunda Edad del Hierro».
Por si esto no fuera suficiente, han encontrado el que sería uno de los caminos de acceso al castro cántabro peñiego, con una longitud aproximada de unos 500 metros en dirección este (hacia lo que hoy es Cervera de Pisuerga).
GRAN EXPECTACIÓN
Las excavaciones arqueológicas que se suceden cada verano en el castro cántabro de La Loma de Santibáñez de la Peña despiertan un gran interés entre los vecinos del municipio montañés a pesar del espolio al que se ha visto sometido en los últimos diez años.
A ello contribuyen las distintas conferencias divulgativas que pone en marcha el equipo (la última, celebrada en la casa de la cultura) y a la implantación de unos paneles explicativos en los entornos del yacimiento arqueológico, que ofrecen una información clara y detallada que se puede ampliar mediante un sistema de códigos QR.