El plagio de un eslogan

Julián García Torrellas
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Félix Granda, el cura asturiano que bautizó a la catedral palentina como La Bella Desconocida

El plagio de un eslogan

Una bella desconocida fue la expresión del sacerdote asturiano Félix Granda al visitar nuestra catedral hace poco más de un siglo. Cien años después, y a punto de concluir las celebraciones del VII centenario de la colocación de su primera piedra, quizás la catedral sea más conocida, pero de lo que no hay duda es que la frase expresada por aquel clérigo asturiano, y plagiada por un canónigo palentino, fue todo un acierto como frase publicitaria. Han pasado cien años y la expresión bella desconocida ha servido tanto para un roto como para un descosido. Se ha utilizado no tan solo para promocionar el gran valor monumental y artístico de nuestra catedral, sino que la frase también se ha empleado, en no pocas ocasiones, como eslogan promocional de la provincia y de la propia ciudad. 


Fue con motivo de la celebración del VI centenario de la seo palentina cuando comenzó a asentarse y ser frecuente denominar a la catedral palentina como La bella desconocida. Las primeras pruebas documentales impresas sobre el uso de esta expresión están en los artículos publicados en su día por el canónigo Eugenio Madrigal, a quien erróneamente se le ha venido atribuyendo la autoría de dicha frase, porque bien parece ser que él se adueñó de la misma sin haber sido su creador.


Eugenio Madrigal Villada (Gatón de Campos, 1874-Palencia,1933) fue un sacerdote que desarrolló una interesante labor en la iglesia palentina de las primeras décadas del pasado siglo. Desde diciembre de 1906 ocupó una de las canonjías del cabildo, siendo desde 1918 y hasta la fecha de su muerte arcediano de la catedral palentina. En su labor docente ostentó la cátedra de Sociología en el seminario desde edad muy temprana, a la vez que, a propuesta del propio cabildo catedralicio, también fue profesor de Oratoria Sagrada. Pero si por algo destacó Eugenio Madrigal como clérigo, fue por su labor al frente de la obra social eclesiástica de La Propaganda Católica durante los años de 1907 a 1918.

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Según se recoge en una publicación editada con motivo de los actos celebrados para conmemorar el VI centenario de la colocación de la primera piedra de la catedral, habría sido en la revista homónima de la institución La Propaganda Católica donde Eugenio Madrigal publicó el 22 de agosto de 1920 un artículo sobre la seo palentina y su cercano centenario, refiriéndose a ella no como la bella, sino como «la hermosa desconocida», por el gran valor y magnificencia de sus obras artísticas. Meses después, inmerso ya en los propios actos conmemorativos del centenario de la catedral, y en un discurso dado por él, recogido en la publicación aludida, incidiría de nuevo en ese apelativo: «Esa Hermosa desconocida, como me he permitido llamarla muchas veces». 


Ocho años después de celebrado el sexto centenario de la catedral, en un artículo publicado el 26 de octubre 1929 en los periódicos locales, el propio Eugenio Madrigal volvería a atribuirse la autoría de tan popular frase, pero esta vez ya no como hermosa, sino como bella. Según escribió en ese artículo el canónigo Madrigal: «La Bella Desconocida se me ocurrió hace ya muchos años llamar a nuestra hermosa catedral palentina». 


¿Cambió Eugenio Madrigal su epíteto hacia la seo palentina o fue un error tipográfico en el libro que recoge cuantos actos se organizaron con motivo del centenario? Quizás pueda ser lo segundo. Una prueba de que en la ciudad se había comenzado a nombrar y conocer a nuestra catedral con ese apelativo de bella y no de hermosa está en la crónica que Ramiro Álvarez, corresponsal de El Norte de Castilla, publicó en junio de 1921 en el periódico vallisoletano: «La catedral de Palencia, la bella desconocida como acertadamente se la ha llamado en estos días, está celebrando el VI centenario de la colocación de su primera piedra».

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No queda muy claro cuándo pudo cambiar Eugenio Madrigal su epíteto de hermosa por el de bella, si es que lo cambió. Muy pronto, al albor de la celebración del sexto centenario, el calificativo de bella debía de haber echado buenas raíces en la sociedad palentina, tanto para la catedral como para la promoción de la propia ciudad. El eslogan publicitario había visto la luz y El Diario Palentino, en las ferias de 1923, ya empleó esta expresión en sus páginas como reclamo al escribir sobre Palencia y su imagen ante los ojos de los forasteros: «Palencia, para nuestros visitantes de hace unos años, es la bella desconocida, la población esbelta y alegre, confortable y urbanizada a la moderna».


En el artículo que Eugenio Madrigal publicó en octubre de 1929 en los periódicos locales El Diario Palentino y El Día de Palencia sobre una imagen de Cristo Rey en la catedral palentina, el canónigo continuó aseverando que él era el autor de la expresión 'bella desconocida'. Había pasado casi una década desde que publicó por vez primera sobre la catedral refiriéndose a la seo con los epítetos de bella o hermosa y según sus palabras en ese artículo de prensa: «La frase hizo fortuna; y con ese sobrenombre suele ya citarse nuestro primer templo en las modernas guías de turismo».


Pocas guías de turismo podía haber en esos momentos en las que con más o menos detalle se incluyese a Palencia; más bien con menos. Es muy probable que Eugenio Madrigal se estuviese refiriendo a la obra Monografía sobre la Catedral de Palencia que en el verano de 1923 publicó la Sociedad Económica de Amigos del País y cuyo autor era el archivero y canónigo de la catedral palentina Matías Vielva Ramos (Vallespinoso de Cervera, 1958-Palencia, 1955). En esta obra, galardonada en los juegos florales de las fiestas de San Antolín del año siguiente a la celebración del centenario, su autor escribía sobre la catedral como «a la que alguien ha designado con este encomiástico epíteto de la bella desconocida», atribuyendo la autoría del mismo a su compañero de cabildo Eugenio Madrigal. No deja de ser curioso que el nombre de Eugenio Madrigal en su condición de arcediano figurase en la primera página de esta monografía como el censor eclesiástico que supervisó el contenido de dicha obra para su publicación.


Giro radical.

Eugenio Madrigal falleció en Palencia en 1933 y tuvieron que pasar doce años hasta la publicación de una nueva monografía sobre la seo palentina. En esta nueva obra, titulada Manifestaciones artísticas de la Catedral de Palencia, editada por la Diputación Provincial, y escrita por otro clérigo, Matías Vielva Ramos (Salinas de Pisuerga, 1882-Palencia, 1978), su autor desveló que la autoría de la expresión bella desconocida referida a la catedral no era creación de ningún canónigo palentino, sino de un sacerdote asturiano.


A Ramón Revilla Vielva, sacerdote, doctor en Historia, funcionario del Museo Arqueológico Nacional y experto en arte islámico, la guerra civil le sorprendió en su tierra natal, motivo por el que el resto de su vida la pasaría en Palencia ocupando diversos cargos y responsabilidades: director de la Biblioteca Provincial, responsable del Archivo Histórico Provincial, Comisario de Excavaciones Arqueológicas, profesor en el instituto Jorge Manrique, académico y secretario de la Institución Tello Téllez de Meneses, etc. 


A poco de iniciarse la lectura de su monografía sobre la catedral, con una nota a pie de página, Ramón Revilla Vielva desvela que Eugenio Madrigal no fue el autor del ya por entonces reconocido y popular sobrenombre de nuestra catedral: «Descorramos el velo que cubre la frase 'Bella Desconocida' manejada como tópico hasta hoy. Dicen que salió del Presbítero artífice D. Félix Granda pronunciada ante determinado Capitular que, con entusiasmo, cual si fuera propia, la venía repitiendo». Aunque no cita su nombre, queda bien claro que ese capitular al que se refiere el erudito Revilla Vielva es el canónigo Eugenio Madrigal y la afirmación es puesta en boca de terceros. Bien seguro debió de estar Ramón Revilla Vielva para que una persona de su talla intelectual llegase a publicar este desmentido. ¿Cómo pudo conocer Ramón Revilla Vielva que el canónigo Eugenio Madrigal no era el autor de la tan renombrada frase? Muy probablemente a través de su propio tío el canónigo archivero Matías Vielva Ramos.


¿Quién fue ese presbítero asturiano que, sin pretenderlo, bautizó a nuestra seo con el nombre de La Bella Desconocida?  ¿Cuándo y en qué momento pudo expresar dicha manifestación de la que se apropió el canónigo Eugenio Madrigal? 


Félix Granda Buylla (Pola de Lena, 1868-Madrid,1954), fue un sacerdote asturiano con excelentes dotes artísticas para la escultura, la pintura y, sobre todo, la orfebrería. Ordenado sacerdote, creó en el año 1891, cuando aún no había cumplido la edad de treinta años, un taller de arte religioso cuyo principio era difundir la fe a través del arte. Con el paso del tiempo la empresa iniciada por Félix Granda se convertiría en una afamada industria internacional en arte religioso. El Taller de Arte creado en 1891 aún sigue existiendo como una gran empresa fiel a los principios de su fundador.  


Desvelada por Ramón Revilla Vielva la auténtica identidad del autor de la frase por la que popularmente se conoce a nuestra catedral, lo que se ignora es en qué momento y por qué motivo Félix Granda visitó la catedral palentina.  Si la expresión Bella Desconocida fue empezada a ser utilizada por el canónigo Eugenio Madrigal en las vísperas de la celebración del VI centenario de la catedral palentina es más que probable que la visita del presbítero Granda a la catedral no fuese muy lejana en el tiempo al inicio de la década de los años veinte. Por esas fechas, Félix Granda ya tenía un gran reconocimiento por la exquisita producción de los trabajos de orfebrería y de talla que salían de su taller. No es difícil imaginar la sensación que a una persona tan amante del arte como era Félix Granda le tuvo que producir su visita a la catedral palentina y encontrarse con las riquezas que hay en su interior como para que exclamase que la catedral palentina era una bella desconocida. Cabe la pregunta sobre si la visita de Félix Granda a la seo palentina pudo tener algo que ver con algún trabajo que se pretendió encargarle o simplemente fue una visita motivada por una parada en Palencia en alguno de sus viajes a su tierra natal asturiana.


En la actualidad, la obra del Talleres Granda está repartida con cientos de miles de obras de arte religioso por los cinco continentes y Palencia no es una excepción. A mediados de la década de los años veinte Félix Granda visitó alguna vez Palencia con motivo de la ejecución del retablo que se le había encargado para el altar mayor del monasterio de La Trapa; retablo bendecido en 1928 por el propio nuncio papal cardenal Tedeschini en una solemne función religiosa. El báculo de Agustín Parrado, el obispo de Palencia entre 1925 y 1934 que emprendió la erección de un majestuoso Cristo en el cerro del Otero, también fue un trabajo del taller orfebre de Félix Granda regalo del clero salmantino. En esos mismos talleres, donde se habían labrado las coronas de las vírgenes de Guadalupe y Covadonga, fueron los pueblos de Osorno y Saldaña a encargar las coronas de las Vírgenes de Ronte y del Valle, en 1928 y 1930. La primera obra de los talleres de Félix Granda para la capital fue una imagen del Inmaculado Corazón de María para la iglesia de San Francisco, regalo de una anónima familia palentina al Apostolado de la Oración. Y en el tesoro de la catedral, esa catedral a la que él bautizó como La Bella Desconocida, está un cáliz del siglo XVI como testimonio de que Félix Granda no tan solo creaba, sino que también restauraba. 


La catedral palentina ha celebrado su séptimo centenario; setecientos años desde la colocación de su primera piedra. Lo de bella desconocida, por muy reconocida que termine siendo, perdurará unida a la catedral con el paso de los años y seguirá imponiéndose a las muchas campañas y frases publicitarias que las administraciones seguirán creando, como así ha sido hasta ahora, con existencia muy efímera, para promocionar Palencia.