El Carnaval de Cevico de la Torre y Valdecañas

Fernando Pastor
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/ Cerrato insólito

El Carnaval de Cevico de la Torre y Valdecañas

En Cevico de la Torre durante el Carnaval, al igual que en Vertavillo, tenía gran importancia el revoleo de la bandera, tanto de pie como de rodillas. El encargado de hacerlo obsequiaba después en su casa con un aperitivo.

Disparaban con arcabuces y la noche de carnestolendas quemaban un carro de leña.

El Martes de Carnaval las novias regalaban rosquillas a sus novios. Por la mañana las cuadrillas entonaban murgas (muchas de contenido erótico) acompañándose de instrumentos de percusión de hierro, acordeón, pitos u otros hechos con huesos. 

El Carnaval de Cevico de la Torre y ValdecañasEl Carnaval de Cevico de la Torre y ValdecañasPor la tarde los mozos recorrían el pueblo subidos en una carroza tirada por un caballo, adornados (tanto el carro como el caballo) con banderines, ramas, serpentinas… Iban cantando acompañados de instrumentos entre los que no solía faltar un acordeón. Después había baile.

El Miércoles de Ceniza las comparsas llevaban un burro cubierto con un traje viejo y le iban dando humazas con un caldero lleno de lumbre y cenizas. Las comparsas que no llevaban burro arrojaban la lumbre y las cenizas a los transeúntes con los que se cruzaban. Matías Mena Zamora, en su libro de Cevico de la Torre, indica que por eso a estas comparsas se les llamaba ceniceros, y añade que se producía también una batalla campal de cestazos ya que algunos jóvenes salían con cestas de sardinas con las que intentaban golpear a quienes tenían a tiro, y muchas de las víctimas se defendían tratando de quitarles las cestas para devolver los golpes a los agresores.

Este mismo día realizaban carreras de gallos, con la particularidad de que había mucha picaresca: las cuerdas de las que pendían los gallos era sujetadas por mozos desde los balcones de la calle, por lo que las tensaban  más o menos, para que estuviera más o menos alta, según si el jinete al que le correspondía que intentar arrancar la cabeza del ave era de su cuadrilla o no. En algunas ocasiones, en vez de gallos colgaban un gato, y como era más difícil arrancarle la cabeza le daban con un palo hasta matarlo.

El Carnaval de Cevico de la Torre y ValdecañasEl Carnaval de Cevico de la Torre y ValdecañasTambién realizaban carreras de cintas. Ponían cintas de diversos colores con una argolla en su parte inferior y tenían que ir corriendo a pie o en bicicleta y lograr introducir por la argolla un punzón que llevaban en la mano, quedándose la cinta como trofeo si lo conseguían. Para el entierro de la sardina, portaban a un hombre tumbado sobre una escalera a modo de camilla, y le daban humazas con un caldero mientras entonaban canciones grotescas referidas al entierro.

Como colofón de los carnavales, las cuadrillas realizaban una merienda.

GALLOS Y PELUSOS EN VALDECAÑAS. En Valdecañas de Cerrato la cofradía de Carnaval realizaba los oficios todos los días de la cuaresma a la puesta de sol. El capitán llevaba una bandolera con un sable, el abanderado hacía revoleo del estandarte. Además, llevaban picas terminadas en forma de hacha y de cruz.  

En carnaval los chicos se disfrazaban de mojigango, con caretas de cartón y ropas haraposas o vestidos de mujer, e iban tirando a las chicas pelusos que crecían en las riberas de los arroyos y  que cortaban 15 días antes del Carnaval para que tuviesen tiempo de ablandarse. 

La cofradía se financiaba mediante un torneo con gallos. Realizaban un hoyo en el que metían al gallo vivo y le enterraban de forma que solamente sobresaliera la cabeza. Quienes quisieran participar debían echar monedas en un platillo que portaba un cofrade. Los participantes tenían que intentar cortar la cabeza al gallo con una espada, pero para dificultarlo debía tener los ojos vendados y al gallo se le protegía la cabeza con un palo de enebro de los utilizados para sujetar los cables del tendido eléctrico antes de que existieran los actuales postes. Quien lograra matar al gallo se lo quedaba, o se subastaba para obtener más financiación.

Otra forma de financiación era mediante petición pecuniaria: tras los oficios, dos cofrades ataviados con una especie de corona de laurel se quedaban a la puerta de la iglesia, uno a cada lado, pidiendo dinero. 

La cofradía establecía para sus miembros obligaciones curiosas, como la de que el presidente debía repartir nueces a los vecinos. 

Cuando fallecía algún cofrade, los demás tenían que acompañarlo. Debían dar la vuelta a la iglesia con las picas y tocando con la tambora (que llamaban la catara) de forma un tanto lúgubre.

Otras obligaciones la llevaron a su desaparición, como la que imponía a los cofrades acudir a los oficios por encima incluso de sus quehaceres laborales. Esto último, junto a que solamente podían ser cofrades los hombres y que la entrada en la cofradía estaba reservada a los descendientes de los cofrades, la fue minando hasta su desaparición.

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