En 1868, Isabel II fue obligada a exiliarse, abandonando el trono de España. Por primera vez, el pueblo español expulsaba a uno de sus reyes. Progresistas y re publicanos fueron los impulsores de este golpe de estado. Tras el exilio, una de las primeras decisiones que hubo que adoptar fue si España iba a seguir siendo monárquica o republicana. La opción, finalmente elegida, fue la de la monarquía, surgiendo la necesidad de buscar un nuevo rey dispuesto a aceptar una Constitución y un régimen parlamentario.
Varios fueron los nombres que se barajaron y después de debates y disputas, la elección recayó en Amadeo de Saboya, a la sazón Amadeo I de España, quién reinó desde el 2 de enero de 1871 hasta el 11 de febrero de 1873, cuando dimitió por la inestabilidad política del país y la falta de apoyo, dando paso a la I República Española.
palencia, ciudad republicana. Palencia, a pesar de la imagen preconcebida que podamos tener, era una ciudad con preeminencia progresista y republicana. Los ayuntamientos palentinos de 1868 y 1869, tras la expulsión de Isabel II, estuvieron compuestos, al 50%, por progresistas (defensores de una monarquía constitucional) y republicanos (en ese momento bajo el nombre de demócratas).
Maria Vittoria dal Pozzo con su marido y retrato de Amadeo I de España. - Foto: DP/BANCO DE ESPAÑAEn diciembre de 1871 se celebraron nuevas elecciones municipales. Estas dieron como resultado una mayoría absoluta del partido republicano federal, que obtuvo todas las actas de concejales (19 en total). El 31 de enero de 1872 se constituyó el nuevo Ayuntamiento, eligiendo alcalde al republicano Cirilo Tejerina.
Con un Ayuntamiento totalmente republicano, podría pensarse que se impusiera su programa e ideario, sin ningún tipo de diálogo o consideración, pero no fue así. Cirilo Tejerina destacó por ser un hombre de profundas y arraigadas ideas democráticas, con un gran sentido de la justicia y la honestidad, según los estudios publicados sobre él, por lo que siempre trató de buscar el consenso y la conciliación de los diferentes intereses de la población palentina. Así lo reflejó El Diario Palentino con motivo de su fallecimiento: «Don Cirilo era querido y respetado de todos los palentinos, que veían en aquella figura al hombre de férreas convicciones de las que jamás abominó, pues sabido es que, como político, siempre, desde muy joven, militó en el partido republicano y en él ha muerto sin jamás abdicar de los que consideraba como santos ideales. La figura del señor Tejerina era una institución en nuestra ciudad y como detalle de su característica anotaremos que no obstante ser un demócrata como pocos, siempre cubrió su cabeza con el severo sombrero de copa, siendo en la actualidad el único que lo usaba».
Esta preeminencia del partido republicano en el Ayuntamiento palentino se produjo durante tres elecciones. La primera (a la que nos hemos referido) del 31 de enero de 1872 al 24 de agosto de 1873, con un Consistorio constituido, íntegramente, por concejales del partido republicano federal.
La segunda, del 24 de agosto de 1873 al 11 de febrero de 1874, contará con la sola presencia de un concejal conservador frente al resto de concejales del partido republicano federal. La tercera se desarrolla entre el 11 de febrero de 1874 y el 8 de enero de 1875, cuando es disuelto el Ayuntamiento por orden del gobernador. En este caso la mayoría es también republicana, pero compartida entre los republicanos federales y los radicales de Ruiz Zorrilla. La visita de Amadeo I a Palencia acaeció el 23 de julio de 1872, durante su viaje de Madrid a Santander, en el que realizó paradas en Valladolid, Burgos y Palencia. Que un rey visitase una ciudad dirigida por republicanos era una situación difícil de gestionar para ambas partes.
El Ayuntamiento palentino recibió la noticia de la visita del rey el 17 de julio, mediante una comunicación del gobernador, tal y como recogen las actas municipales, que dejan muy claro la poca relevancia que le dieron los republicanos al acontecimiento.
Fue el alcalde, Cirilo Tejerina, quien leyó la comunicación del gobernador anunciando la visita del rey. Inmediatamente expuso que había ofrecido su casa particular para alojar al monarca, así como la de otros particulares para el alojamiento del resto de la comitiva. Informó, a su vez, que tanto el gobernador como la Diputación habían declinado su ofrecimiento, al considerar de que las casas ofrecidas no reunían las condiciones adecuadas para alojar al rey y su comitiva.
Tejerina continuó con la exposición diciendo que en cuanto a los regocijos oficiales y demás obsequios, creía interpretar los deseos de la Corporación diciendo que «lo que procedía era abstenerse de manifestaciones fastuosas y alardes vanos que nada prueban ni a nada conducen; y que por otra parte la situación económica del municipio no es tan holgada que permita distraer fondos de las sagradas é ineludibles obligaciones que sobre él pesan». Es decir, que no se organizaría ningún festejo, ni se engalanaría la ciudad. Todos los concejales se manifestaron a favor de esta propuesta.
Quedaba así zanjado este tema, del que no se volvería a hablar en las reuniones de concejales. El Ayuntamiento cumplió en la recepción y actos oficiales e hizo la entrega oficial de las llaves de la ciudad, pero nada más. Solo respeto institucional, sin homenajear ni agasajar, a una figura cuya existencia no se compartía. Según Donato González Andrés, los republicanos palentinos consultaron antes con el comité nacional cómo debían actuar ante la visita real, que respondió sugiriendo la actuación descrita.
el relato oficial de la visita. Sobre la visita del monarca hay varias versiones, tanto a favor como en contra del monarca. El relato, en los medios afines al monarca, sigue la versión del diario de viaje publicado en La Gazeta (el boletín oficial de este periodo) y que describe la visita de esta manera:
«S. M. el Rey llegó a esta capital a las cinco y media de la tarde, habiendo recibido espontáneas felicitaciones en todas las estaciones de la línea. El pueblo en masa, comisiones de los Ayuntamientos y todas las Corporaciones esperaban a S. M. en el andén de la estación, donde fue saludado con incesantes aclamaciones. Tanto ha sido el entusiasmo que no es fácil expresarle. Las calles estaban completamente obstruidas, y de los balcones le arrojaban flores, poesías y palomas. Sin dejar la carretela (coche de caballos) y después de mandar retirar a las fuerzas que le escoltaban, se dirigió S.M. a los hospitales y Catedral, inspeccionando minuciosamente el estado de aquellos, presenciando luego los festejos dispuestos por la tertulia progresista. A las doce de la noche el pueblo recorría aun las calles de la población dando vivas al Rey y a su ilustre familia».
Al día siguiente se da cuenta de la partida del Rey: «S.M. el rey sale en este momento para Santander, y ha sido objeto de entusiastas muestras de afecto por parte de este vecindario, que a pesar de lo temprano de la hora ha acudido a saludarle».
Durante su estancia, el rey visitó los establecimientos de beneficencia y la catedral, y se alojó en el palacio del obispo. El prelado palentino, sin embargo, no se encontraba presente en la ciudad por estar realizando la Santa Visita y es que, al igual que otros obispos españoles, no veía con buenos ojos a Amadeo, por aceptar una Constitución que disminuía el papel y poder de la Iglesia.
el relato no oficial. La prensa republicana y la conservadora (que quería el regreso de la monarquía borbónica), sin embargo, recogieron otra visión.
El periódico conservador La Época insertó una carta de un palentino que describía la visita, afirmando que el recibimiento al rey había sido muy frío «tanto que únicamente los que cobran del presupuesto y los voluntarios dieron a la llegada del tren algunos vivas, pero sin ninguna clase de entusiasmo y únicamente como quien cumple un deber». Vivas que además debían ser muy espaciados. La visita a la catedral fue también un fiasco, pues nadie le esperaba, teniendo que abrir la sede catedralicia «el dependiente que tenía las llaves». Por la noche «hubo unos fuegos muy modestos… El rey salió al balcón y no le dieron ni siquiera un viva. Hoy salió en medio de gran silencio. Esta es la verdad».
Por su parte, el periódico republicano La Igualdad, incluía también la crónica de un palentino «testigo ocular, daré a usted detalles, sin exageraciones de ninguna clase». Coincide en la frialdad del recibimiento añadiendo que «la corporación concejil salió a esperarle, teniendo el disgusto de decirle su desavenencia en ideas, si bien asegurándole que no tendría nada que lamentar». Continúa aludiendo a lo desangelado de su visita y cuenta también la visita a la catedral, «dónde sólo un canónigo, … tuvo el placer de saludarlo». No alude a los fuegos de la noche, pero sí a la despedida, que parece más triste si cabe: «Su despedida no fue menos lastimosa pues si los agentes públicos lo aclamaron varias veces, el mismo D. Amadeo mandó callasen, tal era el entusiasmo con que eran acogidos sus vítores». En otras palabras, que al grito de viva el rey, no se debían oír más que algunos vivas aislados. Termina la crónica, con una frase lapidaria: «Salió como entró, taciturno y cabizbajo».
¿con qué versión quedarse? No cabe duda de que cada versión narra la visita desde sus intereses políticos e ideológicos. No obstante, asumiendo de entrada que ninguna de las dos sea del todo cierta, parece más cercana a la realidad la de la prensa opositora.
Una cosa parece clara y es que, a diferencia de otras visitas, ni se hicieron arcos de triunfo, ni se decoró la ciudad por parte del Ayuntamiento. En ese aspecto coinciden todas las versiones. De hecho, los fuegos artificiales de la noche los pagó la Tertulia Progresista, es decir los políticos progresistas palentinos que eran favorables al reinado de Amadeo y no el Ayuntamiento, lo que incidió en su calidad.
Por otra parte, en la descripción oficial del viaje, en todas las ciudades (Valladolid, Burgos, Palencia y Santander) se repite el lema de «flores, poesías y palomas», arrojadas al paso del rey. Tema, el de las palomas, que fue objeto de mofa en varios periódicos, poniendo en cuestión que se produjese ese agasajo.
Otro elemento a favor del escaso interés que suscitó la visita fueron las intervenciones que, en torno a la misma, se produjeron en el Congreso. Terminado el viaje, en las Cortes salió a relucir que en Palencia habían faltado camas para acoger a toda la comitiva del rey, teniendo que coger las del hospital, ante la negativa de las autoridades municipales a facilitar otros alojamientos. También se hizo referencia a la falta de presencia del clero durante la visita, actitud que se recriminó duramente, sobre todo la del obispo.
Resulta también curioso que dos fuentes distintas, una conservadora y otra republicana, como hemos expuesto antes, coincidan en el hecho de que al acudir el rey a visitar la catedral, ésta estuviese cerrada y sólo le atendiese una persona. Todo esto parece indicar que la visita de Amadeo no fue acogida con el mismo entusiasmo y gasto de otras visitas reales. No sabemos si fue tan fría como recogen los observadores palentinos que enviaron sus cartas a la prensa, pero desde luego sí parece muy alejada del triunfalismo de la versión oficial.
Los republicanos, con Cirilo Tejerina al frente, consiguieron cumplir con sus obligaciones institucionales, representando a toda una ciudad, pero sin caer en la exaltación ni el reconocimiento de la monarquía, a la que eran contrarios.
Fruto de esa actitud, y del peso del republicanismo en la ciudad, resultó una visita fría y poco favorable al monarca. Más que acoger a un rey, la republicana ciudad palentina de 1872 vio pasar un monarca por sus calles.