El 15 de octubre se inaugura en el centro cultural provincial, en la plaza de Los Juzgados, Alberto Reguera: El horizonte desbordado, la exposición con la que el pintor regresa quince años después de su última individual. Nacido en Segovia en 1961, su infancia y su primera juventud fueron palentinas y se siente vinculado a esta ciudad aunque lleve muchos años viviendo a caballo entre Madrid y París. Confiesa que le hace ilusión volver para mostrar su evolución a través de las obras «más emblemáticas» y porque esta exposición «viene a llenar tres lustros de ausencia».
Para todo artista plástico que se precie, en realidad para todo creador que de verdad lo sea, las referencias primigenias son importantes porque conforman una base, un poso que subyace en su trabajo y que reaparece una y otra vez aunque sea con distintas formas o entre apariencias veladas.
El sustrato de la pintura de Alberto Reguera es la abstracción lírica, una vía de investigación que le ha llevado a experimentar con diferentes texturas y colores, con la materia, con los fondos y con los acabados, que le ha hecho pasar por épocas más luminosas y por otras en las que cobraba fuerza el claroscuro y que ha hecho que se detuviera en la tierra o en el agua o que explorara las múltiples posibilidades de los cielos y las atmósferas, pero que siempre ha dado como resultado unos paisajes abstractos, mentales y sutiles, que beben de la Castilla primigenia.
Esos paisajes están en El horizonte desbordado, aunque mucho menos circunscritas al lienzo que en sus comienzos y mucho más matéricas y estimulantes. Expone pinturas-objeto, instalaciones pictóricas y pinturas en expansión de sus distintos momentos evolutivos, que tienen en común la ruptura con el marco y con las dos dimensiones, haciendo que el paisaje crezca más allá de los límites y no se deje constreñir ni por el soporte ni por la mirada. Las 36 obras conforman un interesante viaje.